Vista de La Carlina, la lujosa casa de campo de León Degrelle en Sevilla. Fotografía cedida por Jean Louis Urraca Cornette.

Vista de La Carlina, la lujosa casa de campo de León Degrelle en Sevilla. Fotografía cedida por Jean Louis Urraca Cornette.

Historia

"Ilocalizados": las tretas de Franco para no entregar a los criminales nazis escondidos en España

El historiador José Luis Rodríguez Jiménez desvela la oscura red de intereses, amistades y compromisos políticos que hicieron de España la guarida perfecta para miembros y aliados del Tercer Reich.

15 abril, 2024 09:00

A José Félix de Lequerica, flamante ministro de Asuntos Exteriores, le enojaron varias noticias aparecidas en los periódicos británicos en el otoño de 1944. El News Chronicle, por ejemplo, informaba que 15.000 miembros de la Gestapo nazi habían huido a España desde el sur de Francia e incluso les había dado la bienvenida un coronel. "Creía yo que la tradición de honestidad y veracidad en la referencia, compatibles con la discrepancia al juzgar, se mantenía en esa prensa y por eso me decepcionan publicaciones como la indicada, pues no pasan de unos 1.200 los alemanes que entraron aquí después del desastre, la mayoría modestos funcionarios de Aduanas que están rigurosa y efectivamente internados en campos de concentración", lamentó el 20 de octubre en un telegrama al embajador en Londres.

La realidad, como suele pasar, se encontraba en un punto intermedio. A comienzos de julio de 1945, con la II Guerra Mundial ya acabada, los gobiernos de Estados Unidos y Reino Unido concluyeron que 1.857 alemanes residentes en España debían ser repatriados con carácter urgente por vía aérea, a los que debían seguir otros 1.200. No importaba que estuviesen casados y tuviesen hijos con españolas. Pero el plan se demoró desde sus inicios. La primera lista conjunta de personas al servicio del Tercer Reich no se presentó hasta mediados de noviembre.

Para entonces solo una persona había sido entregada por el régimen de Franco para que fuera interrogada o juzgada por hechos cometidos durante la contienda: Pierre Laval, presidente del Gobierno colaboracionista de Vichy, que tras aterrizar en Barcelona con varios de sus ministros había sido alojado en un hotel de lujo y luego en la fortaleza situada en la montaña de Montjuic.

Bombardero alemán que aterrizó en la playa de la Concha en San Sebastián en el que viajaba León Degrelle.

Bombardero alemán que aterrizó en la playa de la Concha en San Sebastián en el que viajaba León Degrelle. Gure Gipuzkoa

Durante 1946, el Gobierno franquista aceptó que los Aliados organizaran tres expediciones de repatriación por mar y siete en avión. De los 225 reclamados con prioridad especial, solo se entregaron 105. Algunos de ellos eran Hans Thomsen, el jefe del Partido Nazi en España, Sigmund von Bibra, el último encargado de negocios de la embajada alemana, o Ernst Arno Kleyenstüber, teniente coronel y jefe del Abwehr, el servicio de inteligencia militar, durante el último año de la guerra.

Otros muchos resultaron beneficiados por la política de equilibrismo del régimen franquista, como Johannes Bernhardt, gerente del consorcio SOFINDUS que había hecho de intermediario ante Hitler en la petición de ayuda militar y logística para el golpe de Estado de 1936 —gozaba de propiedades en Madrid, donde vivía, Denia y Salamanca y recibió la nacionalidad española en 1946—; Reinhard Spitzy, capitán de las SS y miembro del Abwehr que hizo vida de monje en el monasterio burgalés de San Pedro de Cardeña antes de recibir documentación falsa para él y su familia para viajar a Argentina —había proporcionado los planos de construcción de un cohete antiaéreo al Ejército español a través del general Juan Yagüe—; o Josef Hans Lazer, el agregado de prensa de la embajada alemana que daba fiestas en su casa en una urbanización de Puerta del Hierro —también se refugió temporalmente en un convento de monjas y luego recuperó su nivel de vida vendiendo obras de arte saqueadas—.

Hitler y Franco en Hendaya.

Hitler y Franco en Hendaya. DMAX

La España de Franco, como explica José Luis Rodríguez Jiménez, doctor en Geografía e Historia por la Universidad Complutense, en Bajo el manto del Caudillo (Alianza), fue la nación europea que acogió, en muchos casos con el beneplácito directo de dictador el mayor número de nazis, fascistas, ultraderechistas y colaboracionistas con el Tercer Reich. Bien para que se instalasen de forma definitiva o para que entrasen en el país en tránsito hacia Sudamérica.

"Hubo una intervención directa de las autoridades implicadas para que parte de los reclamados permanecieran "ilocalizados". El ministro [de Asuntos Exteriores Alberto Martín] Artajo se ocupó directamente —con el consentimiento de Franco y en sintonía con las autoridades eclesiásticas— de que varios alemanes residentes en España afines al nazismo permanecieran en España", resalta el historiador. El caso más destacado, y el que vertebra todo el ensayo, fue el de Léon Degrelle, líder fascista belga y comandante de las SS, que vivió, entre otros sitios, en una lujosa casa de campo en un altozano a las afueras de Constantina (Sevilla). Además de ser uno de los primeros en llegar, el investigador asegura que ayuda a comprender las decisiones adoptadas por el régimen franquista en materia de refugiados y acerca de las contrapartidas que le interesaban.

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Centenares de alemanes —y aliados del nazismo de otros países, como Paul Touvier, jefe de la Milicia en Lyon y colaborador de Klaus Barbie, "el carnicero de Lyon"; Jean Leguay, segundo al mando de la Policía de París; o los dirigentes político (Ante Pavelić) y militar (Vjekoslav Luburić) del Estado Independiente de Croacia, responsables de crímenes de guerra y contra la humanidad— lograron esquivar la repatriación gracias a las ayudas recibidas de amistades españolas, como políticos, militares o sacerdotes.

Portada de 'Bajo el manto del Caudillo'.

Portada de 'Bajo el manto del Caudillo'. Alianza

Rodríguez Jiménez señala en su trabajo, resultado de décadas de investigación, que la documentación invita además a sospechar que la Dirección General de Seguridad tenía la orden de mostrarse exigente por escrito en la busca y captura de quienes figuraban en las listas de los Aliados, pero procurar la no detención de una parte de ellos: "Cabe incluso pensar que cursó órdenes verbales para facilitar que una parte se escondiera o cambiara de domicilio para que no se les buscara más". El Ministerio de la Gobernación relajó la presión sobre el personal dedicado a la busca y captura de refugiados al finalizar el otoño de 1946.

El historiador detalla que el factor clave que explica la actitud del Gobierno de Franco fue la sospecha de que una mayor colaboración no iba a ayudar a mejorar la situación internacional del régimen, algo que solo sucedería en el aumento de la tensión en el mundo por la creación de los dos bloques de la Guerra Fría y en su alianza geoestratégica con EEUU. Los Aliados terminaron creyendo que en España no se había refugiado ningún dirigente o cargo con responsabilidad en crímenes de guerra o contra la humanidad y que aquí no existía peligro de reorganización del nazismo.