Miembros de los 'Einsatzgruppen' fusilan a varios judíos en Ucrania.

Miembros de los 'Einsatzgruppen' fusilan a varios judíos en Ucrania. Wikimedia Commons

Historia

El perturbador método que crearon los nazis para exterminar a todos los judíos: "Un patrón impecable"

Xabier Irujo, catedrático de estudios de genocidio, aborda en un ensayo el proceso que llevó a la industrialización de la muerte en los campos nazis.

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A finales del verano de 1941, los líderes de las SS entendieron que la "solución de la cuestión judía" requería poner en marcha un método más eficaz para el asesinato de civiles que los pogromos de ejecución bastante caótica. A partir de entonces, los cuatro Einsatzgruppen o grupos de acción encargados de eliminar a todos los colectivos sociales "inferiores" en el este de Europa implantaron una política sistemática de aniquilación.

Un avance significativo en la organización del exterminio de los judíos tuvo lugar en Babi Yar, una cañada situada a las afueras de Kiev. Engañadas bajo el pretexto de que iban a ser reubicadas en otro lugar, 31.771 personas fueron ejecutadas en una hondonada que medía aproximadamente diez metros de profundidad y se extendía a lo largo de 400 m de largo. Los nazis las desnudaron y las ametrallaron, generando una escalofriante montaña de cadáveres. "Me impactó tanto la visión que no puede mirar por mucho tiempo", confesaría Fritz Hoffer, un conductor de camiones del Einsatzgruppe 4a.

El responsable de esta masacre, y de otras ejecuciones masivas como la que ocurrió en las inmediaciones de la pequeña estación de tren de Rumbula, al sur de Riga, y que en dos días se cobró la vida de 25.000 personas, fue el Polizeiführer Friedrich Jeckeln. Pero su sistema, eficiente en términos numéricos, no era sostenible por el impacto psicológico que provocaba en los perpetradores. Tampoco obtuvo los resultados esperados el plan del SS-Gruppenführer Herbert Backe, inspirado en el Holodomor, de matar de hambre y frío, ahorrando balas, a los millones de individuos considerados "redundantes".

Un prisionero judío a punto de ser ejecutado por un miembro del Einsatzgruppe D, cerca de la aldea ucraniana de Vínnitsa, en 1941.

Un prisionero judío a punto de ser ejecutado por un miembro del Einsatzgruppe D, cerca de la aldea ucraniana de Vínnitsa, en 1941. Wikimedia Commons

La decisión final de cómo proceder y qué método usar para acabar con los judíos recaía en Heinrich Himmler, jefe de las SS y de la Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA). Su enfoque alternativo, como explica Xabier Irujo, catedrático de estudios de genocidio, en La mecánica del exterminio (Crítica), implicaba el establecimiento de un sistema de aniquilación que principalmente dependía de causar la muerta por inanición, complementado con operaciones de gas a gran escala que se llevaría a cabo en la extensa red de campos de concentración nazis y con las ejecuciones masivas mediante arma de fuego y otras formas de asesinato alternativas dirigidas por los Einsatzgruppen.

El sistema, respaldado en la famosa conferencia celebrada el 20 de enero de 1942 en Wannsee, puso en marcha la "secuencia ABAC", una estrategia que comprendía cuatro etapas distintas que combinaban un esquema de tres fases:

a) Desplazamiento (translocación): la reubicación forzosa de los judíos desde sus lugares de origen hacia campos de tránsito o guetos.

b) Concentración de las víctimas en espacios confinados con comida insuficiente y en unas pésimas condiciones de vida. Unos recintos que funcionaban como puntos de espera en los que germinaba el miedo y la desesperación.

c) Desplazamiento (transferencia): traslado a campos ubicados en regiones remotas y apartadas, unos viajes marcados por la brutalidad y la inhumanidad que ya provocaban un gran número de muertos.

d) Exterminio: ejecuciones en los campos de concentración de forma industrial (cámara de gas) o mediante la explotación de las víctimas hasta la muerte.

Esperando la muerte

La mecánica del Holocausto, un "método guiado por un patrón impecable" con unos protocolos de ejecución perfectamente definidos y a un ritmo que superó incluso las expectativas de los asesinos, lo desgrana Irujo, director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada (Canadá), en una obra tan escalofriante como de obligatoria lectura. El investigador, amparado en material de archivo y muchos testimonios de supervivientes, se adentra en la semilla del terror nazi y describe paso a paso cómo Hitler y sus jerarcas emprendieron y fueron perfeccionando el mayor crimen de la historia de la humanidad.

En su cruzada de crear una sociedad puramente aria, los nazis establecieron entre 1933 y 1945 más de 42.000 lugares de detención: unos 30.000 campos de trabajo forzoso, alrededor de 980 de concentración, más de 1.500 guetos y otras tantas instalaciones para prisioneros de guerra. A pesar de las diferencias en la naturaleza y uso de estos sitios, el investigador asegura que "la única diferencia entre campos de concentración, campos de trabajo y campos de exterminio a menudo depende del tiempo que comúnmente tardaba un preso en morir. Este periodo podía variar desde dos horas hasta más de un año en algunos casos".

Portada de 'La mecánica del exterminio'.

Portada de 'La mecánica del exterminio'. Crítica

Casi todos ellos giraron alrededor de cuestiones como el aislamiento, la confidencialidad, las operaciones de engaño a las víctimas y la banalización de la pena de muerte. De los guetos se establecieron más de 1.143 en los territorios ocupados del este, el catedrático sentencia que no fueron meros lugares de tránsito en el camino de los judíos hacia la muerte, sino "sitios de ejecución que contribuyeron significativamente al saldo total de muertes del Holocausto".

La mecánica del exterminio se suma a la inmesa bibliografía generada a raíz del genocidio nazi perpetrado en el contexto de la II Guerra Mundial como un estudio desgarrador y profundo de cómo las ideas que esbozó Hitler en su Mein Kampf acabaron generando un proyecto de industrialización de la muerte sin ningún tipo de parangón. Vaya esta frase de Adolf Eichmann en febrero de 1945, cuando la derrota ya era irreversible, para comprender que, en la cima de la pirámide del universo del Tercer Reich, solo se encontraba el odio a los judíos: "Reiré cuando salte a la tumba sintiendo que he matado a cinco millones de judíos. Eso me produce una gran satisfacción y gratificación".