Leopoldo María Panero, póstumo y eterno
"La vida cotidiana es un suplicio consentido" escribió el controvertido poeta, en cuya biografía Túa Blesa ahonda aportando rigor intelectual y reflexiones de calado
16 junio, 2020 09:04Túa Blesa (Zaragoza, 1950), crítico literario y catedrático de universidad, ha estudiado minuciosamente los libros y la biografía de Leopoldo María Panero (Madrid, 1948-Las Palmas, 2014). Blesa es autor de Leopoldo María Panero, el último poeta, y ha compilado la obra del escritor en los volúmenes Poesía completa, 1970-2000; Poesía completa, 2000-2010; Cuentos completos y Traducciones / Perversiones, además de reunir sus textos póstumos en Los papeles de Ibiza 35.
Leopoldo Mª Panero, poeta póstumo se divide en diez capítulos y abarca la trayectoria entera del escritor. Su colección de miedos, su adolescencia de enfrentamientos con la familia, su juventud de alcoholismo compulsivo y sus estancias en centros psiquiátricos quedan resumidos con siete palabras demoledoras: “La vida cotidiana es un suplicio consentido”. La figura del padre es evocada como sombra dañina. Cuando muy pronto el hijo se declara “muerto”, añade con fiereza: “Dejad ahora que esa legión de hormigas pasee su imbécil laboriosidad por encima de la máscara caída en el asfalto”.
En el segundo y tercer capítulos se explica la filiación extranjera de la obra de Leopoldo María Panero. Túa Blesa se refiere a él como “poeta no español”. Los simbolistas franceses y el postestructuralismo son los guías del escritor. Stéphane Mallarmé se convierte en su faro principal. Los pensamientos de Maurice Blanchot, Roland Barthes, Michel Foucault, Gilles Deleuze, Félix Guattari o Jacques Derrida le sirven también para orientarse y responder con reflexiones propias.
¿Otras influencias? Lautréamont, el Marqués de Sade, Ezra Pound y Heidegger. Pasado el tiempo, Panero afirma que el expresionista austríaco Georg Trakl ha sido su única compañía permanente. Rechaza casi en su totalidad la literatura española. Admite pocas excepciones: menciona con elogios a los clásicos Góngora y Bocángel, admira los versos de Juan Larrea, salva a Luis Cernuda y Dámaso Alonso, opina positivamente sobre Pere Gimferrer y Carlos Edmundo de Ory.
En esta biografía, Túa Blesa ahonda sin prescindir de la amenidad y no incurre en excesos hagiográficos, aportando rigor intelectual y reflexiones de calado a una figura controvertida
Desde muy joven, Panero asume y repite una frase de Jacques Derrida: “Un poema corre el riesgo siempre de no tener sentido, y no sería nada sin ese riesgo”. Al principio cuenta con la complicidad de Ignacio Prat y el magisterio de Pere Gimferrer. Después escribe sus versos mezclando teorías científicas, vocablos sin prestigio poético, abundantes interjecciones, criptogramas, “la papilla rudimentaria de la metafísica”. Practica la “escritura sin yo o con diversos yoes”. Utiliza la tensó provenzal, el renga japonés, los juegos en torno al cadáver exquisito inventado por los surrealistas. Cita sus experiencias de vidente, sus crímenes imaginarios, los envenenamientos padecidos. Ante esta última obsesión, el psiquiatra Enrique González Duro se muestra comprensivo con el escritor, su paciente.
Túa Blesa no olvida que el poeta ha contado con un buen número de colaboradores literarios. Desde 1992, catorce de sus obras han sido editadas con doble firma. José Luis Pasarín, Claudio Rizzo, José Aguedo Olivares, Ianus Pravo y Félix J. Caballero componen y publican con el autor famoso, quien mantiene correspondencia, más tarde editada, con Diego Medrano. Se suceden sus heterónimos (incluso un heterónimo homónimo: un ficticio artista peruano llamado Leopoldo María Panero). Encontramos un sinfín de ejemplos de intertextualidad en sus páginas. Blesa usa el vocablo “palimpsesto” y analiza la libertad con que un hombre creativo traduce al español los textos ajenos. Glosa con perspicacia dos poemas. El estudio se cierra con meditaciones sobre unas fotografías de Panero desnudo en la revista Macho y veintiuna páginas de referencias bibliográficas.
Libro serio, Leopoldo Mª Panero, poeta póstumo contiene algunas anécdotas. Y no faltan relámpagos de un humor peculiar. Detenido, a Panero se le aplica la ley de “vagos y maleantes”. Comenta con el escritor Eduardo Haro Ibars, su compañero y amante en la cárcel de Zamora: “Maleantes sí, ¿pero vagos? ¡Si hemos convertido el arte de vivir en un trabajo!”. Blesa ahonda sin prescindir de la amenidad. Logra que su erudición no resulte plúmbea. No incurre en excesos hagiográficos. Corrige las citas inexactas de Panero, se desmarca de sus opiniones injustas, aporta rigor intelectual y reflexiones de calado.
Es duro el trabajo de la pesadilla,
es duro
arrastrar de día el carro de las marionetas,
de noche; y ser una de ellas
mañana, cuando abran los ojos
para no ver
que la bailarina de cuerda danzando entre ellas
mueve ella misma el resorte.