De vagos y maleantes. Michel Foucault en España
Valentín Galán
4 junio, 2010 02:00Michel Foucault. Foto: Christian Maury
Y como no podía ser menos tratándose de un autor como éste, el análisis de dicha recepción no se limita al ámbito académico: explora además su papel de revulsivo en las estrategias emancipadoras de aquellos sectores marginados de la sociedad, los "vagos y maleantes" del título, que comenzaron a hacer oír su voz con fuerza al hilo del movimiento sesentayochista.
Así, tras una primera parte dedicada a mostrar a grandes rasgos la evolución del contexto político-filosófico español desde el tardofranquismo hasta la victoria electoral del PSOE en 1982, el libro se ocupa en su parte más extensa y fecunda de la incidencia extraacadémica del filósofo de Poitiers, estructurándola en función de los distintos espacios de poder desentrañados por sus textos: el manicomio, la cárcel, el sexo o la escuela. Dentro de este apartado, Galván rastrea los vínculos de las ideas foucaultianas con el movimiento de la antipsiquiatría, algo difusos a veces, y, sobre todo, su impronta en el activismo político de las luchas feministas y anticarcelarias, aportando numerosas evidencias.
Resulta interesante comprobar cómo en la calle se recibía antes al Foucault de la Historia de la locura, mientras que el Foucault antihumanista de Las palabras y las cosas era el que primero hacía acto de presencia en la escena académica. En cualquier caso, finalizando los 70, el genealogista del poder ya ocupaba un lugar relevante en los debates de la izquierda radical, conmoviendo los cimientos de la ortodoxia marxista. Fue así cómo su obra contribuyó a abrir el campo filosófico español, demasiado polarizado hasta entonces por la disputa entre analíticos y dialécticos, pasando a formar parte del arsenal teórico de las corrientes llamadas "neonietzscheanas". Los primeros ensayos de Eugenio Trías fueron pioneros en este sentido y Miguel Morey realizó la lectura más exhaustiva y consistente del pensamiento foucaultiano, dando inicio a una serie de monografías (Gabilondo, García del Pozo, Lanceros, Larrauri, Sauquillo, Vázquez García) que acabarían por consolidar el prestigio intelectual de este autor.
Tres observaciones, tan sólo, sobre esta meritoria indagación de Galván. No siempre es fácil distinguir recepción académica y extraacadémica, lo que complica a veces la exposición: el caso de las aportaciones de J. Varela y F. Álvarez Uría es un buen ejemplo de ello. Por otra parte, habría sido deseable seguir más el detalle de esta recepción en periódicos y revistas culturales (El Viejo Topo, Liberación, Negaciones, Saber, Er), para entender mejor cómo se fue produciendo una inflexión en la manera de leer a Foucault hasta acabar incorporándolo en los ochenta al debate más canónico sobre el fin de la modernidad. Por último: el distanciamiento posterior respecto de las tesis foucaultianas por parte de algunos de sus primeros intérpretes -Savater, por ejemplo- se valora en términos demasiado ideológicos y se despacha de forma unilateralmente negativa. Habría sido más apropiado al objeto de esta investigación exponer y analizar los argumentos subyacentes a estas tomas de distancia y no impugnarlas sin más como expresión de una "traición" al autor o a ciertas posiciones políticas. Al fin y al cabo, el progresismo pedagógico más ramplón ha acabado causando estragos en la educación y sustituyendo la crítica de las instituciones tradicionales de enseñanza por una vacía y regresiva llamada a la modernización. Como toda historia efectual, la de la recepción de Foucault en España es una historia de luces y sombras, que merece ser examinada en toda su complejidad. Al margen de las observaciones apuntadas, este trabajo ha dado un paso decisivo en esa dirección.