Cien años con Cernuda
El 21 de septiembre de 2002 hubiera cumplido cien años Luis Cernuda (1902-1963), miembro destacado de la Generación del 27 y protagonista de excepción de la Edad de Plata de la literatura española. Exiliado múltiple, Cernuda no sólo abandonó España en 1938 sino que permaneció mucho tiempo alejado de los lectores, en parte por lo difícil de encontrar sus libros, en parte por lo innovador de su poesía. Hoy, sin embargo, es el favorito de los lectores y los poetas. El Cultural celebra al autor con la publicación del epistolario inédito del poeta con Juan Ramón Jiménez, que ofrece una imagen poco habitual del sevillano: amable, respetuoso, sincero... Además, José María Aznar analiza el sentido del centenario y los más destacados poetas contemporáneos colaboran en la mejor antología de sus versos. También Brines, Bousoño, Cortines, García Montero, Pombo, Valender y Jacobo Muñoz desvelan aspectos inéditos de su vida y obra; L. A. de Villena repasa su biografía y García Martín revisa las novedades de la bibliografía cernudiana.
El retorno de Cernuda, por José María Aznar. De todos los retratos de Cernuda recogidos a distintas edades, el que quizá mejor pueda representarle es el gouache de Gaya que lo retrata frente a una playa almeriense. Esa figura no puede sino evocar la complejidad, el distanciamiento, la soledad insobornable de Cernuda.
Todos los Cernudas, por Francisco Brines. La esencia de su poesía la constituye el conflicto entre realidad y deseo, ya que el deseo, en muy contadas ocasiones, logra el "acorde" con la realidad, que se muestra esquiva. En Cernuda sólo se produce con el Amor, en el Arte o en la Naturaleza.
Luis Cernuda: una vida opuesta, por Luis Antonio de Villena. Aunque no fue fácil el vivir de Luis Cernuda, él resistió siempre, sin perder la compostura. Tuvo demasiadas horas de mala suerte y su carácter le hizo caer mal o alejarse de mucha gente que, en alguna manera, le quería.
Epistolario inédito a Juan Ramón. Atrabiliarios personajes y geniales poetas, Juan Ramón Jiménez y Cernuda mantuvieron una correspondencia cuajada de complicidades y poesía. El Cultural publica una decena de estas cartas inéditas. Vida y poesía, realidad y deseo, una vez más.
La música que llevaba, por Jacobo Cortines. Cernuda no necesitó de conocimientos técnicos ni de práctica instrumental para llegar a la "música callada", a la "soledad sonora". Música del amor y la belleza, de la verdad y el dolor, de la soledad y el gozo. Esa era la música del poeta, la música que llevaba.
Primera memoria, imagen final, por Carlos Bousoño. El poeta era exactamente como me lo imaginaba. Exhibía una pulcritud suma, e incluso auténtica elegancia. Pasé, como es natural, una tarde feliz en compañía de esas personas que yo había leído siempre con pasión, aunque Cernuda se llevase la palma de mi entusiasmo.
Versos vivos. Ha sido el último de los poetas de la Generación del 27 en conseguir el favor de los lectores y situarse entre los nombres fundamentales de su tiempo, pero esa tardanza se ha visto compensada: es, de todos los poetas de su siglo, el que hoy es más citado, leído y admirado.
Andalucía, una ética de la felicidad, por Luis García Monetero. La exaltación de Andalucía supone un rechazo de la moral del sacrificio, y por eso escribirá Cernuda, en el poema "A un muchacho andaluz", un alegato a favor de la belleza en el que era imprescindible declarar: "Nunca he querido dioses crucificados".
Luis Cernuda y Escocia y Nueva York y unas viejas, por Álvaro Pombo. Quizá sea absurdo lamentarse de que Cernuda no sea suficientemente político: pero es imposible no lamentar que su desapego de la realidad acabe convirtiéndole en un poeta menor o excesivamente limitado.
Carácter es destino, por Jacobo Muñoz. Dejó dicho muy pronto que la verdad de uno mismo no se llama gloria, fortuna o ambición, sino amor o deseo. El verdadero reconocimiento le llegó tarde, como él mismo anunció al situar su obra entre las que necesitan que nazca su público y se cree el gusto por lo que son.
Nostalgia de aire claro y cuerpos oscuros, por James Valender. Cernuda escribió en 1949: "No quiero callarle que, cuando temprano en la mañana, miré el verde del norte, todo lo que perdía con la ausencia de México se me representó, y se me arrasaron con lágrimas los ojos".
La cosecha del centenario, por José Luis García Martín. Una mañana de noviembre, poco antes de iniciar su jornada de trabajo, murió imprevistamente Luis Cernuda. ¿Imprevistamente? No para él. "En los últimos días -escribió Concha Méndez- fue su actuación como la de alguien que estuviera dominado por un presentimiento".