El candidato Donald Trump visita un McDonald's en Feasterville-Trevose, Pensilvania.

El candidato Donald Trump visita un McDonald's en Feasterville-Trevose, Pensilvania. Doug Mills Reuters

Nutrición

Los secretos de la dieta de Donald Trump: por qué su peso es un riesgo de salud pública también para España

Algunos allegados que acudían a su lujosa residencia en Mar-a-Lago (en Florida) sospechaban que "estaba tomando Ozempic".

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José Miguel Soriano del Castillo et. al.
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All or Nothing, publicado a finales del pasado febrero, es la obra más reciente de Michael Wolff, autor del bestseller Fire and Fury. Reconocido por su habilidad para sacar a la luz la intimidad del presidente estadounidense, Wolff ofrece un retrato revelador de la campaña de reelección de Donald Trump.

Su prestigio radica en el acceso privilegiado y el estilo incisivo que emplea para desvelar aspectos desconocidos del poder presidencial, incluyendo la percepción de un posible “cansancio” asociado a su segundo mandato.

El libro incluso menciona cómo algunos allegados que acudían a su lujosa residencia en Mar-a-Lago (en Florida) sospechaban que “estaba tomando Ozempic u otro medicamento para la pérdida de peso, lo que incrementaría su fatiga”. Asimismo, Wolff detalla curiosidades sobre su alimentación, señalando que “odia la comida cubana” y que su cadena preferida es Jimmy John’s (especializada en sándwiches), además de ser asiduo a la comida rápida.

De hecho, un estudio de la profesora Jessica Gall Myrick, de la Universidad Estatal de Pensilvania, indicó que la cobertura mediática sobre la preferencia de Trump por el fast food puede reforzar percepciones positivas hacia este tipo de comida, aun considerando factores como la edad, el nivel educativo o las creencias previas sobre la salud.

Ello sugiere que la forma en que los medios retratan los hábitos alimenticios de líderes políticos podría tener implicaciones en la salud pública, especialmente si se normalizan patrones poco recomendables. Pero ¿le están pasando factura al actual presidente de Estados Unidos sus preferencias con la comida?

Problemas de sobrepeso

Los informes médicos públicos sobre Donald Trump se han divulgado de manera intermitente, lo que dificulta conocer con exactitud la evolución de su peso y su estado de salud general. No obstante, sí conocemos algunos datos relevantes, además de su estatura (1,90 metros).

En 2016, su entonces médico personal, Harold Bornstein, señaló que Trump pesaba 107 kilos (236 libras), lo que lo situaba en la categoría de sobrepeso, con un índice de masa corporal (IMC) de alrededor de 29,6 kg/m². Para 2018, el médico de la Casa Blanca, Ronny Jackson, comunicó que había alcanzado 108 kg (239 libras) y seguía manteniendo “excelente salud”, pese a que su IMC se acercaba a 30. Un año más tarde, se publicó la cifra de 110 kg (243 libras), lo que formalmente lo clasificaba como obeso.

Estos datos, sumados a la imagen de Trump circulando en programas de televisión nocturnos durante su primera etapa presidencial, propiciaron burlas y sátiras sobre su figura.

Por otro lado, el último informe de 2019 señaló una presión arterial de 118/80 (dentro de lo normal) y un aumento en la dosis diaria de rosuvastatina (estatina para el colesterol alto).

Si bien el IMC es un indicador limitado que no distingue entre masa grasa y masa muscular, sirve como referencia para valorar el exceso de peso. En el caso de Trump, ha mostrado una tendencia al alza que supera la barrera de la obesidad, según los criterios de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Aun así, la información difundida sobre el presidente estadounidense carece de datos más precisos sobre composición corporal o mediciones complementarias (circunferencia de cintura, porcentaje de grasa, etc.). Esto dificulta determinar con exactitud la magnitud de su adiposidad, de acuerdo al nuevo criterio de obesidad clínica, publicado a principio de este año, o incluso medir su índice de estilo de vida saludable.

Riesgos para su salud

Aunque las cifras de peso e IMC ya representan un factor de riesgo por sí mismas (aumentan el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y otros trastornos metabólicos), su estilo de vida evidencia más peligros. Se trata de un paciente sedentario: su preferencia por el golf, sin actividad física complementaria, favorece la acumulación de grasa y procesos inflamatorios crónicos (inflammaging) que aceleran el envejecimiento y perjudican la función cardiovascular.

Además, se informó de un aumento en su puntuación de calcio coronario, de 34 (en 2009) a 133 (en 2018), indicando la presencia de placa en las arterias coronarias y un riesgo moderado de eventos cardíacos a medio plazo.

Por último, la combinación de una dieta poco saludable, inactividad y señales de deterioro en su discurso plantea un riesgo de declive cognitivo, máxime al considerar que su padre, Fred Trump, fue diagnosticado con demencia y alzhéimer. Esta predisposición familiar refuerza la preocupación sobre la salud mental y cognitiva del presidente, especialmente dado su estilo de vida poco sano.

A la espera del próximo chequeo

La transparencia respecto a la salud de Tump se ha convertido en un asunto controvertido. En 2024, durante la campaña presidencial, el mandatario republicano prometió divulgar sus registros médicos, pero hasta la fecha no lo ha hecho, generando críticas y especulaciones.

Sin embargo, un reciente comunicado de la Casa Blanca, fechado el 1 de marzo, y firmado por su médico, Sean Barbarella, indica que “Trump completará su examen físico anual de rutina el próximo mes en el Centro Médico Militar Nacional Walter Reed”.

Esperemos que podamos leer los detalles del informe, puesto que el peso del presidente es importante para su salud y… la salud del orden mundial.

The Conversation

* José Miguel Soriano del Castillo es catedrático de Nutrición y Bromatología del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública, Universitat de València.

** Este artículo se publicó originalmente en The Conversation.