'Veníamos de la noche', de Pérez Zúñiga: un 'thriller' psicológico que ilumina Roma de culpa y redención
El escritor granadino recorre la ciudad eterna con un potente pulso narrativo, tejiendo una trama cuyo 'leitmotiv' es 'La divina comedia'.
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Ernesto Pérez Zúñiga (Granada, 1971) nos invita a recorrer Roma con poderosas imágenes entre las que se diluyen los personajes de Veníamos de la noche. “Diluido en Roma y no prisionero de Roma”, leemos hacia el final de la novela. Encontramos aquí una fascinación por la città eterna vinculada a la pasión por vivir y a menudo por sobrevivir, por arrancar a la última gota de la existencia el asombro de estar vivos.
Lucía, la protagonista, a punto de los 50 años, se refugia en la Academia de España en Roma para captar la luminosidad de los cielos de la ciudad. Ha abandonado a un egocéntrico marido científico, dueño con ella de un próspero laboratorio farmacéutico en Madrid, para cumplir su sueño de ser artista. Hasta aquí podríamos pensar en la crisis existencial y afectiva de una mujer con un esposo manipulador, de quien quiere divorciarse y encontrar su propio camino.
Este planteamiento inicial en apariencia convencional es solo un pálido anticipo de lo que vendrá a continuación. Con un buen pulso narrativo, Pérez Zúñiga construye un thriller psicológico, despliega una galería de personajes ricos en posibilidades y expande las dimensiones de la obra.
Poco a poco se revela la intensidad del pasado culpable de Lucía, su necesidad de dejar todo atrás y abrazarse a la redención que supone el amor de Enrico, un profesor italiano, unido indisolublemente a la belleza de Roma. La historia alcanza un nuevo significado con los ataques misteriosos que sufren los hombres que se acercan a Lucía.
La estructura resulta un juego literario en el que un personaje, Gustavo Setién, director de Academia de España, será el introductor de la trama con el pretexto de estar escribiendo una novela sobre lo que le ocurrió a Lucía en Roma. Este narrador-testigo impregna el relato de paulatina intriga al ir desvelando las circunstancias que rodearon la estancia de Lucía en la Academia.
La composición resulta cercana a una fuga musical: la voz narradora de Gustavo, Lucía, el exmarido, los amigos italianos, los dos hijos de la protagonista, tejen una polifonía de voces, narrando algunos detalles de la historia desde puntos de vista distintos, pero repitiendo, al modo de una partitura, la esencia de los hechos con ligeras variaciones.
Con un buen pulso narrativo, el autor construye un thriller psicológico y expande las dimensiones de la obra
Toda una serie de reflexiones socioculturales asoman en el relato. La pericia del autor hace que el discurso culturalista, enlazado en muchos de los diálogos, no resulte incómodo o pesado. Los monumentos de Roma, por supuesto, pero también la ópera, la pintura, la literatura, sobre todo La divina comedia, leit motiv de la obra, Valle-Inclán, Zhivago, se despliegan ante el público sin cargar la novela de un aura libresca. Todos los temas que preocupan a las sociedades contemporáneas: la ecología, la inteligencia artificial, los adelantos científicos y sus límites contribuyen a dar a la obra una consistencia de inmediata actualidad.
Pero la materia prima de Veníamos de la noche está emparentada con lo emocional. El amor, los celos, el dolor, la culpa, la creación, la muerte, son elementos suspendidos en la existencia de Lucía. Desde su desintegración se irá perfilando una iluminación y una comprensión del mundo unidas para siempre a la ciudad que le ha devuelto la vida.
Pérez Zúñiga, poeta y gestor cultura, doctor en Estudios Clásicos, se inició con una lograda trayectoria poética y en 2004 pasó con éxito a la novela, publicando Santo diablo. Premio Internacional Luis Berenguer por El juego del mono (2011) y Premio Torrente Ballester por La fuga del maestro Tartini (2013), la narrativa de Ernesto Pérez Zúñiga se ha ido consolidando con la valentía de enfrentarse a retos propios y de recorrer un camino personal ajeno al ruido de resplandores pasajeros.