Muere a los 78 años David Lynch, el director estadounidense que convirtió el cine en un enigma infinito
El director de 'Twin Peaks' y 'Terciopelo azul' reveló el pasado año que le habían diagnosticado un enfisema pulmonar.
Más información: David Lynch desmiente su retirada, a pesar de padecer enfisema pulmonar: "Nunca me jubilaré"
El director y guionista David Lynch, una de las figuras más prominentes del cine estadounidense de las últimas décadas, con una visión artística oscura y surrealista que se reflejó en películas como Terciopelo azul y Mulholland Drive, y en la serie de televisión Twin Peaks, ha fallecido a los 78 años.
Con su inconfundible pelo blanco y tupé engominado, su elegante traje negro y camisa blanca, Lynch y su filmografía, plagada de mundos en espiral, siempre serán un misterio inagotable, un género en sí mismo, fuera del tiempo y del espacio.
Entre las constantes de su obra estaba la búsqueda de la esencia del corazón de EE. UU., que en su mirada era tan inocente como violenta, la obsesión por lo físico —quizá producto de su pie zambo—, por lo deforme y lo grotesco, por los sueños que se tornan pesadilla. Operaba en el límite que separa la realidad cotidiana del reino fantástico de la imaginación y el anhelo humanos, siempre en busca de cosas inexplicables e incomprensibles.
Lynch reveló en 2024 que le fue diagnósticado un enfisema tras una vida de consumo de tabaco. Su familia anunció su fallecimiento en una publicación en Facebook, diciendo: "Hay un gran vacío en el mundo ahora que ya no está con nosotros. Pero, como él diría, 'Mantén el ojo en el donut y no en el agujero'".
Según el medio norteamericano Deadline, el director se había visto obligado a abandonar su residencia a causa del devastador incendio en Sunset Boulevard, lo que habría precipitado un deterioro en su estado de salud.
En una entrevista concedida el año pasado a la revista Sight & Sound, confesó además que, debido a sus temores relacionados con la Covid-19 y el diagnóstico de enfisema pulmonar, ya no podía salir de casa. Esto implicaba que cualquier proyecto futuro como director tendría que realizarse de forma remota, si es que se llevaba a cabo. A pesar de ello, el cineasta no dudó en reafirmar en sus redes sociales: "Nunca me jubilaré".
David Lynch comenzó su carrera como pintor y creador de cortos animados, pero irrumpió en la escena cinematográfica con Cabeza borradora (1977), una obra oscura y llena de humor macabro. Su estilo singular atrajo la atención de Hollywood, llevándolo a dirigir El hombre elefante (1980), un drama profundamente conmovedor que obtuvo ocho nominaciones al Oscar y cimentó su reputación como un autor único.
Sin embargo, su adaptación de Dune (1984) fue un desastre de taquilla, un fracaso que casi lo destruye. Lejos de hundirse, resurgió con Terciopelo azul (1986), una inmersión inquietante en los oscuros bajos fondos de un pequeño pueblo, y con Corazón salvaje (1990), una violenta y surrealista road movie que ganó la Palma de Oro en Cannes. Ambas obras definieron el estilo maduro de Lynch: sensual, violento y profundamente perturbador.
En 1990, revolucionó la televisión con Twin Peaks, una serie que mezclaba el misterio con el melodrama desatado, lo sobrenatural y temas tabú en una narrativa que atrapó al público. Aunque la audiencia decayó en su segunda temporada, el fenómeno de culto perduró, dando lugar a una precuela (Fuego camina conmigo, 1992) y una tercera temporada 25 años después, que reavivó su legado.
Su filmografía posterior incluyó títulos como Carretera perdida (1997) y Mulholland Drive (2001), donde exploró temas recurrentes como dobles personalidades, transformaciones incongruentes y actos de violencia inexplicables e impactantes. Con Una historia verdadera (1999), sorprendió al público con una obra sencilla y emotiva con la que dio muestra de su versatilidad para todos los registros.
Una infancia idílica
Nacido el 20 de enero de 1946 en Missoula (Montana) —estaba a unos días de cumplir 79 años—, hijo de un científico adscrito al Ministerio de Agricultura estadounidense y de una profesora de lengua, vivió una infancia idílica, inocente y feliz, aunque percibía que bajo la superficie había algo que no iba bien.
Ese es el tipo de atmósfera que dominaba sus películas y que quedó perfectamente plasmado en la mítica escena de Terciopelo azul en la que un plácido jardín esconde un inquietante universo de hormigas desatadas cuando se acerca la cámara. También en el inolvidable capítulo ocho de la tercera temporada de Twin Peaks, cuando la explosión de la bomba atómica en el desierto de Nuevo México destruye la inocencia de una pequeña población americana, en la que se desata el mal.
Fue un convencido boy scout, y durante su infancia y adolescencia vivió en distintos lugares del noroeste de EE. UU. y Carolina del Norte. Pronto experimentó impulsos artísticos y asistió a la Corcoran School of Art en Washington D. C. mientras terminaba sus estudios secundarios en Alexandria, Virginia.
Después se apuntó a la School of the Museum of Fine Arts de Boston durante un año, antes de partir rumbo a Europa en compañía de su amigo y colega artístico Jack Fisk. Sus planes eran estudiar con el pintor del expresionismo austríaco Oskar Kokoschka (quien resultaría uno de sus principales referentes artísticos) durante tres años. Sin embargo, Lynch regresó a los Estados Unidos al cabo de solo 15 días.
Algo que lo distinguía del resto de los cineastas de su generación es que no era un gran cinéfilo, aunque siempre se sintió hechizado por El mago de Oz. Lo que más le interesó a lo largo de su vida fue la pintura, y en sus películas trató de tener siempre el control total sobre la obra, el mismo que tendría un creador en las artes plásticas, lo que le acarreó no pocos problemas en un medio en el que la creación es colectiva. Esto se percibe sobre todo en los filmes en los que tuvo grandes presupuestos, como es el caso de Dune.
En cualquier caso, a partir de 1970, afincando en Filadelfia, Lynch decidió centrarse exclusivamente en el arte cinematográfico. Consiguió un premio de 5.000 dólares del American Film Institute por el cortometraje The Grandmother, que trata sobre un pobre chico de la calle que se las ingenia para conseguir una abuela a partir de una semilla. En 1971 se instaló definitivamente en Los Ángeles, donde se matriculó en el American Film Institute Conservatory y comenzó a trabajar en Cabeza borradora.
Películas oscuras, hombre feliz
Lo cierto es que el oscuro estilo de sus películas no definía bien a la persona que se escondía detrás de ellas. En el año 2013, invitado por el Festival Rizoma, acudía a Madrid para hablar de que la felicidad era el auténtico motor de su creación. Allí se mostró "dicharachero y sonriente" e hizo proselitismo de la meditación trascendental, técnica que practicaba todos los días.
"Se preguntarán por qué alguien que ha hecho películas tan oscuras viene aquí a hablarles de felicidad", comentaba en una rueda de prensa ante periodistas españoles. "Pues bien, no es algo que esté reñido. Nuestro mundo es oscuro y problemático, y yo tomo ideas de este mundo de las que me enamoro. Una película no puede transmitir felicidad de principio a fin, necesita un conflicto, pero no tiene por qué ser así en la vida. Como director, intento entender el sufrimiento de cada historia, pero en la vida trato de ser feliz y no sufrir. Mi cine es oscuro, qué le vamos a hacer, yo me enamoro de lo que me enamoro, pero el artista no debe sufrir para contar el sufrimiento".
Su surrealista sorna también quedó patente en los hilarantes partes meteorológicos de Los Ángeles, una ciudad en el que el tiempo es casi siempre soleado, que hacía todos los días en su canal personal de YouTube.
Las obras que le convirtieron en leyenda
Aunque hasta sus fracasos se convirtieron en obras de culto, quizá habría que detenerse en algunos títulos que lo convirtieron en un director legendario.
Ciertamente, el espíritu experimental y artesanal, tanto en lo visual como en lo sonoro, de Cabeza borradora siempre estuvo presente en su producción, retornando con fuerza en la serie con la que cerraría por todo lo alto su trayectoria, la tercera temporada de Twin Peaks, una obra todavía difícil de asimilar, probablemente el gran hito audiovisual del siglo XXI.
Sin embargo, Lynch no se convertiría en sí mismo hasta Terciopelo azul, la primera película en la que mezclaba el melodrama con el cine negro, en la que apareció por primera vez la música tan característica del compositor italiano Angelo Baladamenti, tan importante para construir la atmósfera de sus películas, y donde brotaron temas y arquetipos, como la femme fatale de Isabella Rossellini o el psicópata de Dennis Hopper, que ya no abandonaron su cine.
Incomprendida en su momento, Twin Peaks: fuego camina conmigo fue otro salto en su filmografía, en la que la narrativa deja de ser lineal para lanzarse a conquistar múltiples dimensiones y personalidades, algo que llevaría al extremo en Carretera perdida, la excepcional Mulholland Drive y en el filme que cierra su trayectoria en el cine, Inland Empire.
Lynch se casó hasta en cuatro ocasiones, y tuvo una sonada relación con Isabella Rossellini. Tuvo tres hijos —la mayor, Jennifer Chambers Lynch, es directora de cine—. Además, hombre del renacimiento, era un músico competente. Llegó a publicar cuatro discos, en los que componía canciones de rock y blues, cantaba y tocaba la guitarra.
Su estilo inconfundible y su habilidad para fusionar lo cotidiano con lo surrealista le valieron premios como el León de Oro en Venecia, el Oscar honorífico o el Premio al mejor director en Cannes, además de sus cuatro nominaciones para la estatuilla. Lynch deja un legado que trasciende géneros y disciplinas, manteniendo siempre el enigma que define su obra.