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Acaba Javier Cercas de publicar un libro que es, como todos sus libros, un caso policial a su manera. En El loco de Dios en el fin del mundo (Random House) trata de resolver un enigma mayúsculo, si hay vida o no después de la muerte. Eso que nos promete el cristianismo, nos hayamos desgajado de él o no.

Cercas sí. Cercas se apartó de la fe a los 14 y se declara abiertamente ateo. Pese a ello, la Iglesia lo buscó, sólo a él, para que acompañara al papa en su viaje a Mongolia en 2023 y escribiera una crónica de cuanto él considerara pertinente. Y el académico (ingresó en la RAE el año pasado ocupando la que fuera la silla de Javier Marías) aceptó el encargo para volver a ser un niño, como cantaban Los Secretos, y preguntarle al máximo representante de Dios en la tierra si su mamá tenía razón en una cosa concreta. 

Fue inteligente la maniobra de la Iglesia. Porque el narrador –que es y no es Javier, dice– elogia y critica las actuaciones del papa, pero claro, los elogios digamos que cobran más valor cuando provienen de un no adscrito a la causa. Para escribir esta obra se desprejuició, y diría que también para contestar a todas estas preguntas sobre fe, Dios, infancia, amor, historia y universo. Si es que todos ellos no hacen una pangea, un todo.

PREGUNTA.– Leyéndole lo primero que me venía a la cabeza era: qué no hará un hijo por su madre. Al menos un buen hijo.

RESPUESTA.– Cuando me hacen esa propuesta insólita, que no le habían hecho a ningún escritor –que se dice pronto-, lo primero que le dije al tipo que me la hizo fue decirle: "¿No saben ustedes que soy un tipo peligroso?". Podrían haber elegido a un escritor católico. Primero es un acto de valentía. Me abrieron las puertas y me dijeron que mirara lo que quisiera. El libro no es un ataque a la Iglesia católica, pero tampoco una defensa. Es mi visión, intenté quitarme todos los prejuicios e ir allí con ojos limpios.

Javier Cercas, entrevistado por EL ESPAÑOL.

Javier Cercas, entrevistado por EL ESPAÑOL. David G. Folgueiras

P.– Creo que es una maniobra muy inteligente por parte de la Iglesia. Pero sigamos con su madre. 

R.– Sí, luego pensé en mi madre, que era una persona profundamente católica, como tanta gente de esa generación (de hecho, cuando me invitaron a debatir en el Vaticano años antes dije que, comparada con la de mi madre, la fe del papa era un tanto dubitativa). Y pensé en ella porque, cuando se murió mi padre, sentía que iba a verlo después de la muerte, como le había prometido su religión.

Por eso el libro iba a tratar de cómo iba a ir a buscar al loco de Dios a preguntarle si mi madre tenía razón. Efectivamente, es la pregunta que le haría un niño: "¿Mi mamá tiene razón?", y se la iba a hacer a la persona más autorizada para contestar, quizá la única, el representante de Cristo en la Iglesia. No sé si es lo que haría un buen hijo, pero sí lo que haría un niño. 

P.– He leído en el epílogo que su madre murió al poco tiempo de haber terminado el manuscrito. Sin destripar el final del libro, ¿cree que se fue más tranquila?

R.– Yo acabo haciéndole la pregunta al papa y hay una respuesta, que para mí es totalmente sorprendente, y a la vez inevitable, como le gustaban los finales a Aristóteles. Llegué a mostrarle a ella su respuesta. ¿Lo entendió? Eso es una gran pregunta: sabía que era el papa, pero no sé si lo entendió todo porque ya estaba en una fase muy avanzada de la enfermedad de Alzheimer. 

P.– Sostiene que el papa Francisco es anticlerical. 

R.– Yo era ateo antes de ir y anticlerical, y ahora soy igual de ateo y más anticlerical, porque el papa lo es. Gran parte de su discurso no aflora a los medios, salen los discursos políticos, pero no el religioso, y uno de los elementos cruciales es esto: él sostiene que el clericalismo es uno de los principales problemas de la Iglesia, porque el sacerdote no puede estar por encima de los fieles, sino que es uno más de ellos.

P.– Esta idea de borrar las jerarquías.

R.– Totalmente. Él sostiene que todos los clérigos tienen que estar delante para guiar al rebaño, en medio porque forman parte del rebaño, y detrás para ayudar a los que no pueden seguir, pero nunca por encima. Lo ha llegado a llamar "el cáncer de la Iglesia", y tiene razón porque de ahí vienen todos los males, incluidos los abusos sexuales, que son una forma de abuso de poder.

Y otro de los problemas es el constantinismo, que asocia que el imperio y el cristianismo sean lo mismo: el cristianismo no puede estar con el poder, o se pierde. El cristianismo, por origen, es revolucionario y subversivo. 

"La Iglesia está hecha de pecadores. El primer papa traicionó tres veces a Jesucristo"

P.– ¿El papa está de acuerdo con esta idea de no estar por encima de los demás?

R.– Él es el primero que tiene que aplicársela. 

P.– ¿Se la aplica?

R.– Que el sacerdote no esté por encima de los demás no quiere decir que la Iglesia no sea una institución jerárquica. Lo es, y el papa manda. Otra cosa es que él se considere y obre como parte del rebaño. Y creo que sí lo intenta y lo hace, y hay una prueba. Este papa, que es singular, una de las cosas que hace para sorpresa de todo el mundo en el Vaticano es terminar todos sus discursos pidiendo que recen por él. 

P.– Es una manera de mostrar su vulnerabilidad. 

R.– Exacto. Y él forma parte de eso. Cuando le nombraron papa, dijo "sí, pero soy un pecador". Porque la Iglesia está hecha de pecadores. El primer papa traicionó tres veces a Jesucristo.

P.– Y en una sola noche.

R.– ¡Y en una sola noche! La Iglesia no es el lugar de los triunfadores ni de los perfectos, es el lugar de la gente que tiene errores y flaquezas. Si yo tengo que resumir al papa en una frase diría que es un hombre en lucha consigo mismo, y que es un hombre consciente de sus flaquezas, y de sus defectos, y que ha peleado a muerte para ser el mejor que podía ser. Eso es un cristiano: un ser humano que se equivoca y hace lo posible por enmendarse. 

P.– Le muestra afecto en el libro, sin dejar de criticarlo incidiendo en episodios como sus palabras tras los atentados de Charlie Hebdó, cuando dijo: "No se puede reaccionar con violencia, pero si un gran amigo dice una grosería contra mi mamá, le espera un puñetazo". ¿Un español puede hacer eso, criticar y demostrar afecto a un tiempo? Creí que lo teníamos prohibido por ley.

R.– [Piensa] Pues debería serlo. Esto no es un ataque ni una defensa al papa, los escritores nos limitamos a comprender, y comprender es lo contrario a justificar, es dar los instrumentos para no volver a cometer los mismos errores. Si el lector quiere juzgar es cosa suya, es soberano. El loco sin Dios, que es el narrador, que soy yo –eso podemos discutirlo- tiene sus opiniones y a veces es duro con el papa, como con sus palabras sobre Charlie Hebdó, que fueron nefastas.

P.– Afloró el ser humano ahí.

R.– Afloró el ser humano y algo todavía peor, la intolerancia secular de la Iglesia, el dogmatismo terrible.

P.– Extrapolándolo, claro.

R.– El narrador dice que es el peor momento del papa. Y es que el papa tiene un carácter muy duro, muy fuerte, ha sido un hombre de poder, y él lo sabe y a veces afloran esos ramalazos de un carácter autoritario. No hay más que leer algunos testimonios de los jesuitas que lo conocieron como director del Colegio Máximo. 

P.– Era de armas tomar.

R.– Era un hombre con una fortísima personalidad, autoritario, y que finalmente fue enviado al ostracismo por la compañía de Jesús, a una residencia en Córdoba. Pasó dos años de purgatorio auténtico.

Esto es un hecho y lo cuenta él. Había acusaciones contra él muy fuertes, hasta el punto de que pasó los 20 años anteriores al papado sin tener relación institucional con los jesuitas. 20 años, se dice pronto. Fue acusado de intrigante, de indisciplinado, de insubordinado y de autoritario. 

Javier Cercas, entrevistado por EL ESPAÑOL.

Javier Cercas, entrevistado por EL ESPAÑOL. David G. Folgueiras

P.– ¿Y se purgó? Llegó a papa. 

R.– Si a mí me preguntas, yo creo que sí. Que su peor momento fue su mejor momento. En su peor momento es cuando encuentra su mejor yo, porque sale otro Gregorio totalmente distinto.

P.– Renació. Renacemos con las crisis, si las sabemos aprovechar.

R.– Eso está bien visto. Es lo que yo creo, creo que ese es su caso. 

P.– ¿Ha podido hablar con él, desde que ha caído enfermo, o mandarle al menos sus deseos de una pronta recuperación?

R.– Pasado mañana estaré en Roma y les entregaré el libro a sus inmediatos, al Ministro de la Comunicación, que es quien tuvo la idea. En castellano. Espero que no lo lea, no por nada, sino porque tiene mucho trabajo y poco tiempo. 

P.– Cuenta en el libro las razones de su ateísmo. Que perdió la fe a los 14 y se enamoró y empezó a beber y a descarrilar un tanto. ¿Fue por amor lo de perder la fe? ¿Porque no hay forma de mantener la fe habiendo perdido la inocencia?

R.– Eres la segunda persona que me pregunta buscando una relación entre el descubrimiento del amor romántico y la fe. Y puede ser, yo no lo había pensado, pero aquí hay un hecho, y está totalmente fechado. Yo era muy católico, muy buen lector y deportista, el alumno perfecto. Pero a los 14 años me enamoré como un verraco, como pasa a esa edad. Y lo que ocurrió es que, al volver a mi casa (me enamoré en mi pueblo, a 1.000 kilómetros de distancia), la chica desapareció y yo quería colgarme del cimborrio de la catedral de Barcelona.

Estaba desesperado, la situación era muy seria y decidí ir a buscar el libro más serio que había en mi casa, que era San Manuel Bueno Mártir, de Unamuno, que trata de un sacerdote que ha perdido la fe y pese a ello sigue predicando a sus fieles porque cree que si no están perdidos. Yo leí ese libro, y luego casi todo Unamuno, y entonces perdí la fe, empecé a beber cerveza, a fumar y entré en un caos moral del que todavía no he salido. Y busqué en la literatura un sustituto de las certezas que proporcionaba la fe, cosa que es un error porque la auténtica literatura no te proporciona certezas, sino más dudas e inquietudes. 

Y probablemente también tuvo que ver el descubrimiento del amor romántico, no del sexo, que no había, pero sí del amor, que subleva a cualquiera. 

"La Iglesia no es el lugar de los triunfadores, es el lugar de la gente que tiene errores y flaquezas"

P.– Todo esto sucede en Ibahernando, que en 2024 tenía 545 habitantes. ¿De alguna manera ha sentido en su vida el apocamiento que tuvieron sus padres y abuelos, empeñados en que estudiara usted una carrera para ser alguien?

R.– Sí. En mis padres había un gran respeto por el conocimiento y la educación, sin ser una familia de intelectuales. Yo podía comprar los libros que me diera la gana, había barra libre. Mis padres tenían una fe ciega en mí, enloquecida. En el colegio siempre saqué muy buenas notas…

P.– No me descuadra.

R.– Era así. Me gustaría presumir de que me echaron de todos los colegios, pero no puedo. Yo era muy buen estudiante y los profesores y estudiantes decían: "Este muchacho cómo va a estudiar literatura". 

P.– Esto es un desperdicio.

R.– ¡Justo! Ellos querían que hiciera algo serio: arquitectura, ingeniería… Pero a mi padre nunca se le ocurrió decirme qué estudiar, quería que hiciera lo que me gustara. Al mismo tiempo existía un catolicismo muy serio, nada beatón, nada sectario, pero cuando dejamos de ser católicos, tampoco protestaron.

P.– Hubo mucha libertad en su educación entonces.

R.– Enorme, pero no eran libertarios ni progres, sino todo lo contrario. Gente de orden, votantes de derechas, o de Suárez cuando pudieron votar, pero había eso. Tuve mucha suerte.

P.– Desde luego. Sigue teniendo relación con su pueblo, ¿no? 

R.– Sí. 

P.– ¿Qué recibimiento le hacen a un académico de la RAE cuando va por allí?

R.– Bueno, no he ido aún, voy ahora en mayo. Es que está muy lejos. Yo creo que me quieren, todavía tengo allí familia. Y voy muy a gusto allí. Cuando veo el silo siento que ya he llegado a casa. Tener varias casas es bueno.

P.– Hay una casa de la cultura Javier Cercas y una calle dedicada a Manuel Mena, su tío abuelo que, como ha contado también en su obra, fue el héroe oficial de la familia. Se alistó y se convirtió en falangista, y al final murió en la batalla del Ebro. Se debatió sobre si quitar la calle, y su madre no se opuso.

R.– Mi madre siempre adoró a su tío, no por motivos políticos necesariamente, sino porque era casi su hermano y porque había muerto en combate por la familia, por la patria, por la religión, las cosas más importantes en la época... Pero es verdad que cuando dijeron que iban a quitar la calle, que no la han quitado, ella dijo que no pasaba nada. No recuerdo exactamente las palabras, pero algo así. 

P.– Pensó desde la libertad. Eso pasa poco, parece que estemos siempre en una trinchera o en la otra.

R.– Eso es una calamidad. No la han quitado todavía, y si la quitan no voy a protestar. Y si la dejan, tampoco. No creo que haya que hacer un casus belli de todas estas cosas. 

P.– Buena tierra para los escritores, Extremadura. Pienso en Landero también. Dice usted que en literatura no busca belleza, sino verdad. ¿Quién considera que está escribiendo verdaderamente, entonces, hoy día? 

R.– La verdad es la belleza. Yo no distingo ambas cosas. 

Javier Cercas, entrevistado por EL ESPAÑOL.

Javier Cercas, entrevistado por EL ESPAÑOL. David G. Folgueiras

P.– ¿Le gusta algún autor joven? ¿Cree asegurado el relevo generacional? 

R.– Sin duda. Hay muchos escritores jóvenes buenísimos, en España y fuera de España. Eso de que se acabó la literatura, como solemos decir los viejos, es una tontería total. Cuando alguien dice eso, el que está acabado es él. Pero tampoco quisiera decir uno. Sí que hay muchas mujeres, que en mi generación no ocurría porque había menos y no tenían continuidad, mientras que ahora hay mujeres muy interesantes que escriben un libro y otro libro… Que no son flor de un día. Los viejos maldicen el futuro porque saben que no van a vivirlo. 

P.– En su discurso en la RAE dijo que "Los grandes escritores no reflejan la realidad, ni siquiera la recrean: los grandes escritores la inventan". Le pregunto su opinión sobre la autoficción.

R.– Sí. Soldados de Salamina es autoficción, de hace 25 años, cuando no existía. Con la autoficción se pueden hacer cosas buenas y malas, maravillas y horrores. Hoy lo que pasa es que se llama autoficción a casi todo. Voy a escribir algo sobre esto, un ensayo porque hay libros míos que han entrado en esa corriente. Creo que cualquier tema o género son válidos para la literatura. Todo depende de quién lo haga, y cómo lo haga. 

P.– ¿Qué tiene Javier Cercas en la mesilla de noche?

R.– Un libro de Gino Buscaini, que es de mis escritores favoritos, me vuelve loco y siempre estoy releyendo cosas suyas. Y uno de Jon Fosse, otro autor noruego. El móvil, que lo uso para todo porque no tengo despertador ni uso reloj. Pero no tengo redes sociales ni pienso tenerlas

P.– Pérdida de tiempo… ¿y de alma?

R.– No veo que a mí me sean útiles, y eso que hay gente que me dice que me daría más difusión. Por ejemplo, cuando viajo. Pero no me veo contando por ahí: "Hola, estoy aquí en Italia".