Residuos dejados por consumidores de fentanilo en el parque Bronx de Nueva York en junio de 2023.

Residuos dejados por consumidores de fentanilo en el parque Bronx de Nueva York en junio de 2023. Shannon Stapleton Reuters

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Las muertes por sobredosis de fentanilo que sacuden EEUU dejan de aumentar (y no es por la mano dura de Trump)

Los factores clave, explica un experto, son el agotamiento poblacional y una regresión estadística tras el pico de mortalidad asociado a la covid.

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Estados Unidos libra su guerra más encarnizada dentro de sus propias fronteras: un conflicto que ya se ha prolongado durante más de una década. El enemigo se ha infiltrado en todos los rincones del país, no se rinde jamás y apenas son necesarios 2 miligramos para acabar con cualquier ser humano: el fentanilo, un estupefaciente 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más que la morfina.

Aunque este opioide no es un problema nuevo para los estadounidenses —desde el año 2000 las sobredosis se han cobrado más de un millón de vidas en EEUU—, no ha dejado de hacer leña del árbol caído.

Originalmente llegaba por correo desde China, pero hoy en día se produce mayoritariamente en México, con precursores químicos que siguen procediendo de Asia. El Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación lideran la fabricación y distribución del fentanilo ilícito en Estados Unidos.

En esta contienda silenciosa no hay carros de combate, drones ni explosiones, pero el número de víctimas en un solo año supera al de todos los soldados estadounidenses caídos en la guerra de Vietnam.

La población civil no es un daño colateral, sino su principal objetivo. Nadie está a salvo de este veneno devastador, barato y fácil de fabricar en laboratorios clandestinos.

Por primera vez en mucho tiempo, las cifras de sobredosis parecen dejar de aumentar. Sin embargo, la guerra contra las drogas está lejos de haber terminado.

Daniel Ciccarone, profesor de la Universidad de California y médico epidemiólogo reconocido en el campo de las adicciones, apunta: “Todavía no tenemos una respuesta definitiva. Pero los dos factores más probables para este fenómeno son, por un lado, el agotamiento poblacional —las personas están muriendo más rápido de lo que nuevos usuarios entran a la escena del fentanilo—, y por otro, una regresión estadística tras el pico de mortalidad asociado a la covid”.

Evolución de la masacre

La crisis de opioides en EEUU ha atravesado cuatro fases, según detalla la experta en seguridad Vanda Felbab-Brown en un informe del Brookings Institution. La primera se remonta a los años noventa, con la extensión del uso de analgésicos recetados como OxyContin y Percocet, promovidos como tratamientos eficaces para el dolor crónico, que dispararon las muertes por sobredosis.

Miles de médicos los recetaron de forma masiva y allanaron el camino para que otros opioides inundaran las calles. En los primeros años de la década de 2010 comenzó una segunda fase, protagonizada por la heroína, que ganó terreno entre quienes ya eran dependientes de este tipo de sustancias.

Pero si EEUU tiene hoy un enemigo público número uno, ese es, sin duda, el fentanilo. Desde su aparición en 2013, este opioide sintético ha protagonizado una tercera fase, mucho más letal.

La cuarta y actual se caracteriza por el policonsumo: el fentanilo se mezcla con cocaína, metanfetamina o tranquilizantes como la xilacina, lo que hace el mercado aún más impredecible.

Aunque se observa una ligera disminución en las sobredosis respecto a 2022, esta tendencia —iniciada bajo la anterior Administración de Joe Biden— no permite aún cantar victoria.

Tasa de muertes por sobredosis de drogas ajustada por edad en Estados Unidos, por estado: 2023

Tasa de muertes por sobredosis de drogas ajustada por edad en Estados Unidos, por estado: 2023 National Center for Health Statistics

El horror en cifras

En EEUU, el fentanilo es ya la principal causa de muerte entre personas de 18 a 45 años. Solo en 2022, las muertes por opioides —incluido el fentanilo— alcanzaron las 81.806, diez veces más que todos los soldados estadounidenses fallecidos en las guerras de Irak y Afganistán desde el 11 de septiembre.

Según un estudio conjunto de la Clínica Mayo y la Universidad de Yale, las muertes vinculadas exclusivamente al fentanilo casi se triplicaron entre 2016 y 2021. Sin embargo, 2023 marcó un punto de inflexión: por primera vez, se registró un descenso de al menos un 21% respecto al año anterior.

Aun así, la situación sigue siendo alarmante. Según la Administración para el Control de Drogas (DEA), el 70% de las 107.000 muertes por sobredosis registradas en 2023 estuvieron relacionadas con el fentanilo y otros opioides.

La xilacina, un tranquilizante veterinario que no responde a la naloxona —el antídoto habitual—, se ha infiltrado en el suministro de fentanilo, provocando sobredosis imposibles de revertir.

El informe de Brookings estima que entre mayo de 2023 y mayo de 2024 hubo un descenso del 12,7% en las muertes por sobredosis, con un total aproximado de 95.000 víctimas.

Tasa de muertes por lesiones no intencionales ajustada por edad, según los tres principales métodos: Estados Unidos, 2003–2023

Tasa de muertes por lesiones no intencionales ajustada por edad, según los tres principales métodos: Estados Unidos, 2003–2023 National Center for Health Statistics

Pandemia, soledad y sobredosis

La pandemia agravó la crisis. Al interrumpirse las cadenas de suministro, muchos consumidores recurrieron a drogas más peligrosas, aumentando el riesgo de sobredosis. El confinamiento favoreció el acceso digital a sustancias sintéticas.

“Durante la pandemia, la gente no tenía que salir de casa para comprar. Usaban la dark web, WhatsApp o Snapchat”, relata Salter. “Era como Amazon, pero para drogas”.

Además, muchos laboratorios clandestinos carecen de control: “Muchos no son dirigidos por químicos, sino por traficantes que improvisan en garajes, produciendo píldoras con dosis letales completamente aleatorias”, alerta.

Scott Sanders, director ejecutivo del Hope Resource Center en Columbus (Ohio), coincide: “La soledad es parte de la adicción. La covid intensificó eso y disparó las sobredosis”.

Los cárteles aprovecharon para distribuir fentanilo disfrazado de medicamentos recetados. En 2024, la DEA incautó más de 55 millones de píldoras falsas con fentanilo —frente a los 80 millones de 2023—, suficientes para provocar más de 367 millones de sobredosis letales.

La ruta de la muerte

Según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EEUU (CBP, por sus siglas en inglés), la mayoría del fentanilo entra por la frontera sur con México. Por su alta potencia, basta con transportar pequeñas cantidades.

En 2023, se decomisaron 12.245 kilos de fentanilo en esa frontera. Con solo 1,2 kilos es posible provocar más de 50.000 muertes.

Durante 2024, las autoridades incautaron cerca de 10.000 kilos. El 97% fue en la frontera suroeste. Tucson (Arizona) fue el principal punto de entrada, con más de la mitad del total. San Diego concentró el 30% restante.

Aunque China prohibió su producción en 2019, sigue siendo el principal proveedor de precursores químicos. Estos llegan a México, donde cárteles como el de Sinaloa y el CJNG lideran su elaboración y distribución.

“Los esfuerzos de control del suministro han sido notoriamente ineficaces. En los últimos 50 años hemos visto lo contrario: más acceso, precios más bajos y mayor pureza”, señala Ciccarone. “En el caso del fentanilo, su potencia lo hace aún más difícil de controlar”.

Unos gramos de esperanza

Según estimaciones preliminares de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), entre octubre de 2023 y octubre de 2024 se produjo una reducción del 25% en las muertes por sobredosis.

Se registraron unas 82.000 muertes. Aunque la cifra sigue siendo alta, abre una puerta a la esperanza.

El Gobierno de Biden ha destinado miles de millones a combatir las sobredosis, apostando por la reducción de daños más que por la criminalización del usuario.

“Los espacios de consumo supervisado son la intervención más eficaz para reducir sobredosis. También lo es la distribución comunitaria de naloxona”, afirma Ciccarone.

Felbab-Brown atribuye la mejora a la mayor disponibilidad de naloxona, la estabilización del mercado, el cambio en la composición del fentanilo —menos puro— y, sobre todo, la concienciación pública.

Salter confirma: “Hace un año, tres de cada cien personas en una sala sabían qué era el fentanilo. Hoy todos lo conocen y casi todos conocen a alguien que ha muerto por ello”.

Sanders destaca la distribución masiva de naloxona: “Hace tres años repartíamos 200 kits al mes. Hoy superamos los 1.000. Cada casa de venta tiene al menos dos cajas”.

La FDA autorizó su venta sin receta en forma de aerosol nasal. También se eliminaron barreras para recetar buprenorfina, clave en el tratamiento de la adicción.

“En nuestro centro atendemos a unas 130 personas al día. Conectamos a unas 300 al año con programas de tratamiento”, afirma Sanders. También destaca el uso de tiras reactivas para detectar fentanilo como estrategia eficaz.

El uso de fentanilo fumado —en lugar de inyectado— podría estar reduciendo el riesgo de sobredosis. “Vemos a más personas fumándolo. Eso puede explicar parte del descenso, ya que no se consume el 100% al fumarlo”, apunta Sanders.

Economía de guerra

Aunque las muertes comienzan a disminuir, la amenaza persiste y se ha convertido en un asunto geopolítico clave.

En 2020, el coste total de la crisis representó el 7% del PIB de EEUU. Un impacto devastador en la primera economía del mundo.

Donald Trump ha vinculado su agenda comercial a la lucha contra el fentanilo. El pasado 4 de marzo impuso un arancel del 10% a todas las importaciones chinas, acusando al país de ser el principal proveedor de precursores.

Ese mismo día, impuso también aranceles del 25% a las importaciones de Canadá y México. China respondió con contraaranceles, lo que amenaza los frágiles acuerdos antidrogas alcanzados previamente.

El 6 de marzo, Trump suspendió la mayoría de los aranceles, buscando mantener la cooperación.

El 20 de enero de 2025, en su primer día como presidente, firmó una orden ejecutiva para designar a ciertos cárteles como “organizaciones terroristas extranjeras”. El Departamento de Estado oficializó la designación el 20 de febrero.

“Los cárteles no temen a la policía mexicana, pero sí a la justicia estadounidense”, dice Salter. “Esa designación les pone nerviosos. Es un cambio de juego”.

Felbab-Brown insiste: “No basta con reprimir el crimen. Hay que sanar la sociedad. Necesitamos políticas públicas sostenidas y recursos accesibles”.

Sanders lo resume: “El uso no está bajando. La droga sigue siendo accesible. Lo que ha cambiado es que ahora tenemos más herramientas para salvar vidas”.