Image: Whiplash, la música con sangre entra

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Cine

Whiplash, la música con sangre entra

16 enero, 2015 01:00

J. K. Simmons en la piel del cruel y exigente profesor de música en Whiplash

Ganadora en el Festival de Sundance, Whiplash es un extraño y doloroso musical capaz de capturar las esencias de Toro salvaje y de All That Jazz. Dirigida por Damien Chazelle, narra las tensiones entre un profesor y su alumno.

El proceso de creación y perfeccionamiento artístico es un asunto abordado por el cine en no pocas ocasiones y algunas de ellas con extraordinarios resultados: de El sol de membrillo (1992) de Víctor Erice sobre el trabajo de Antonio López a la pesadilla con tintes oníricos de Barton Fink (1991) o la odisea de Billy Elliot (2000), conocemos los desvelos de los artistas por alcanzar una perfección en su trabajo que está íntimamente ligada a su desarrollo espiritual. En estos filmes, el éxito del creador a la hora de dominar su arte se convierte en un símbolo de su propio triunfo en el dominio de sí mismo, estableciendo un claro paralelismo entre la disciplina y el rigor profesional en la lucha por la vida.

La película estadounidense Whiplash, de Damien Chazelle (Rhode Island, 1985), nos lo cuenta a través de un joven batería de jazz (Miles Teller) que asiste a una prestigiosa escuela de música en la que deberá confrontarse con un temible maestro (J. K. Simmons) que llevará la paciencia y el tesón del joven hasta sus últimas consecuencias. En este sentido, la estructura del filme recordará a muchos la de las películas deportivas, donde la sangre, el sudor y las lágrimas son el ingrediente esencial del triunfo. La música no como lugar para el disfrute y la fantasía, como la muestra tantas veces el cine, sino casi como una guerra. Ese despiadado maestro nos recuerda más a los temibles instructores de La chaqueta metálica que a los bondadosos profesores encarnados por Robin Williams.

Poderoso y complejo

"Comencé a escribir la película pensando en un batería", ha explicado Damien Chazelle, "porque me inspiré en los tiempos en que yo tocaba en una banda, pero su historia podría ser válida para cualquier artista que esté dispuesto a luchar hasta el final por alcanzar la excelencia. Me interesaba también el aspecto físico de todo ello, se trataba de hacer una película musical que tuviera la fuerza de Toro salvaje. Sin duda, es lo más personal que he escrito en mi vida". De esta manera, observamos cómo el desdichado protagonista, un joven centrado obsesivamente en su instrumento con serias dificultades para hacer amigos (y ya no digamos para relacionarse con las chicas), sufre hasta lo indecible acabando con las muñecas descosidas y las manos reventando sangre. La figura del profesor, siempre ceñudo, casi fantasmagórico con sus impredecibles apariciones, y de una crueldad dolorosa, es el contrapunto a un filme que plantea la eterna dialéctica entre el entusiasmo de la juventud y los frutos de la sabiduría de la experiencia como base de ese aprendizaje espiritual: "Han pasado diez años desde que dejé la banda", dice Chazelle, "y sigo teniendo pesadillas en las que me despiden. Siempre tuve un cierto talento pero fallaba con el tempo y eso me llevó a vivir con una tensión enorme".

Como guionista, Chazelle ya nos mostró a un músico en una situación límite en la reciente Grand Piano, en la que Elijah Wood se enfrentaba a la muerte de sus seres queridos si fallaba una sola nota en su actuación. Whiplash está mucho más cerca de la historia de iniciación que del thriller pero logra, con talento, que padezcamos en carne propia cada uno de los pasos del proceso del baterista. Lo mejor del filme, celebrado en el Festival de Sundance con premios del Público y del Jurado es, precisamente, su tempo y su vibrante montaje, que reproduce las tonalidades y ritmos del jazz hasta crear la misma impresión de caos, tormento y armonía estética de las composiciones de Thelonious Monk.

No hay palabras más dañinas que "buen trabajo", opina el despiadado profesor, y la película va penetrando en los confines del alma del protagonista para mostrar la lucha titánica del hombre por encontrar su verdadera voz. "No hay nada más arriesgado que una película musical", dice Chazelle, "si te sale mal puede ser lo más terrible y si te sale bien el cielo es el límite". Suyo es el mérito de un filme con la virtud de mostrarnos un corazón palpitante. Hay dolor y hay vida en Whiplash.