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Galería May Moré. Madrid. General Pardiñas, 50. Hasta el 2 de diciembre. De 100.000 a 700.000 pesetas
Tiene la pintura de Juan Correa (1959) un punto de nostalgia. En las telas que ahora presenta se aprecian huellas de un recuerdo imborrable, vestigios de sensaciones vividas que unas veces se asoman a la superficie del lienzo y otras se intuyen. Son lienzos de variados formatos que presentan, unas veces entre trazos agitados de colores encendidos y otras entre gamas más opacas de ocres y tierras, fragmentos de una memoria evanescente de arquitecturas medievales que parecen querer abrirse paso entre los trazos enérgicos que dispone el pintor.
También se encuentran imágenes de espacios deshabitados, como recién abandonados, envueltos, igualmente, en una atmósfera incierta, que rezuman el inquietante aroma de la ausencia. Dispersas en las composiciones aparecen alusiones a instrumentos y herramientas propias del artesano, elementos relacionados con las obras de ingeniería de un tiempo ya lejano que son tratados desde una perspectiva que destila cierta resignación y añoranza, mientras golpes de espátula actúan como fogonazos de nuestra realidad diaria, como devolviendo al espectador a su cotidianeidad.