La cosecha del centenario Cernuda
Una mañana de noviembre, poco antes de iniciar su jornada de trabajo (estaba revisando su ensayo sobre el teatro de los Quintero), murió imprevistamente Luis Cernuda. ¿Imprevistamente? No para él. “En los últimos días -escribió Concha Méndez- fue su actuación como la de alguien que estuviera dominado por un presentimiento; no parecía el mismo; recordaba con emoción a sus familiares, nos mostraba retratos, estaba afable, comunicativo”. Su ligero equipaje estaba en orden, dispuesto pa-ra la partida. También su obra literaria: los versos, los poemas en prosa, los artículos aparecidos en diarios y revistas, todo había sido reunido, revisado, todo estaba publicado o en trance de edición.
Al contrario que JRJ, que era un continuo tejer y destejer, Cernuda dejó poco trabajo a los eruditos futuros. Nada quiso que quedara a medio hacer. Y escribió una obra, si plural, abarcable. Poco tenía de grafómano, de fa presto. No tuvo que esperar por eso a que llegara el centerario para contar con una excelente edición de su Obra Completa. Pero el centenario ha sido ocasión para que se reeditaran los tres tomos, uno de Poesía y dos de Prosa, preparados magistralmente por Derek Harris y Luis Maristany (Siruela).
El que toda la obra de Cernuda estuviera desde hace años al alcance de los lectores, explica que bastantes de las ediciones conmemorativas haya sido facsímiles. El lector fetichista puede así leer Las nubes (Visor) en una edición argentina que Cernuda nunca autorizó. Tampoco debió gustarle demasiado el poema de Alberti que le sirve de prólogo.
Mayor interés presenta La realidad y el deseo (FCE) en su tercera edición, la última que vio su autor, la que sirvió para revelarle a la nueva generación que pronto le pondría por primera vez en su alto lugar literario con el homenaje de “La caña gris”. El prólogo es de Francisco Brines, quizá el más cernudiano de los poetas españoles. Música cautiva (Ayuntamiento de Sevilla) es el título que Fernando Ortiz ha querido ponerle a su excelente antología del poeta, aunque Cernuda es un poeta que, como Borges, no necesita antología: su poesía completa cabe en un volumen manejable.
También Brines prologa la reedición de Ocnos publicada por Signos, que incluye, junto a la versión definitiva, un facsímil de la primera, mucho más reducida y con otro sentido.
Igualmente ha sido reeditada en facsímil la primera edición del otro libro de poemas en prosa de Cernuda, Variaciones sobre tema mexicano (FCE), publicada por Porrúa y Obregón en 1952. El prólogo de José María Espinasa sitúa al libro en su contexto y subraya su estilo “casi azoriniano, mucho más transparente y llano que en sus otros libros de prosa, para no mencionar su poesía”.
Cernuda quería que sus dos libros de poemas en prosa se editaran conjuntamente. Así lo han hecho el Ayuntamiento y la Diputación de Sevilla en una edición de bolsillo que seguramente habría encantado al descontentadizo poeta (es una delicia tener entre las manos esta mínima maravilla).
ángel Rupérez trata de utilizar a Cernuda, en el prólogo a su Antología poética (Austral), como arma arrojadiza contra ciertos exitosos poetas actuales. No menos discutible resulta cuando afirma que “ningún poeta homosexual suena menos homosexual que Cernuda”. Más cierto resulta lo contrario: ningún poeta homosexual, en toda la tradición española, “suena” tan homosexual como Cernuda: ni Villamediana ni Aleixandre.
Muy distinta es la interpretación que de la vida y la obra de Cernuda hace Luis Antonio de Villena, uno de sus más constantes estudiosos. En Rebeldía, clasicismo y crisis (Pre-Textos) reúne los más importantes trabajos que le ha dedicado a lo largo de casi 30 años. Contrastan los primeros, más académicos, con el aire reivindicativo de los últimos, especialmente “Orgullo y disidencia”. Escasas novedades ofrece la biografía que le dedica (Ed. Omega).
De la obra crítica de Cernuda se ha reeditado su Pensamiento poético en la lírica inglesa (Tecnos/ Alianza), un libro que dice tanto sobre Cernuda como sobre los poetas ingleses del XIX, un libro lleno de curiosos pormenores biográficos y de observaciones inteligentes.
En 1990 James Valender publica Luis Cernuda ante la crítica mexicana: una antología. En este año del centenario lo reedita con el título de Luis Cernuda en México (FCE), muy revisado y puesto al día. Los años mexicanos del poeta, su decisiva etapa final, son analizados en esas páginas desde los más diversos puntos de vista. Hubo fascinación por la obra de Cernuda, y también desencanto ante el prosaísmo declamatorio de buena parte de su poesía final (ilustrativos resultan las colaboraciones de Tomás Segovia y de D. Harris). Al interés crítico del volumen, se añade el biográfico, las breves estampas que nos ofrece de la cotidianidad del poeta.
A James Valender se le debe también la mejor aportación a este centenario, una de las pocas que hacen avanzar nuestro conocimiento del poeta: el catálogo de la exposición celebrada en la Residencia de Estudiantes. En él se reproducen docenas y docenas de fotografías hasta ahora desconocidas; se aclaran múltiples puntos oscuros de una biografía de la que se han estado repitiendo demasiado tiempo los mismos tópicos; algunos de los mejores conocedores de Cernuda hacen aportaciones críticas que no se limitan a la convencional hipérboles o al manido “Cernuda y yo” (aunque tampoco falten). Entre la realidad y el deseo: Luis Cernuda 1902-1963 (SECC/Residencia de Estudiantes) es quizá, de todas las publicaciones del centenario, la única de la que el admirador de Cernuda (que ya tiene su edición de La realidad y el deseo) no puede prescindir.