"Este Papa no es ni será nunca nuestro Papa. No lo queremos. Nos da asco. Es un comunista. Un hereje. Quiere destruir a la Santa Madre Iglesia. O lo echamos ya o acabará con el mundo cristiano que nos han inculcado nuestros antepasados. Ni Dios ni los fieles lo queremos. ¡Fuera, fuera!". Así se expresaba, encolerizado y al borde del éxtasis, un joven sacerdote polaco llamado Paweł en la plaza de San Pedro del Vaticano a pocos minutos del rezo del ángelus. Era 2013 y Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, había sido elegido nuevo Pontífice nueve meses atrás. El legado conservador de Juan Pablo II y Benedicto XVI estaba en peligro por el reformismo moderado que preconizaba el arzobispo bonaerense, y los tentáculos de la Iglesia reaccionaria, ávidos de sangre papal, comenzaron a urdir una oscura red de influencias para deslegitimar al recién nombrado Santo Padre y clavar su mitra en la picota.
Comenzó la campaña. El Papa marxista. El Papa de la Teología de la Liberación. El Papa masón. El Papa indigenista. El Papa arcoíris. El Papa de los ateos. El Papa comunista. El Papa herético. Algunos altos cargos del purpurado afines a Wojtyła y Ratzinger con buenas conexiones en la ultraderecha mediática orquestaron una campaña de acoso y derribo para destruir la imagen pública de Bergoglio. Una pugna amparada en la épica pero polvorienta idea de 'lucha del bien (representado por el rigorismo de los padres de la Iglesia y la doctrina católica tradicional) contra el mal (la izquierda globalista que pretende establecer un Nuevo Orden Mundial)'. El conciliábulo beato absorbió en estos en diez años de pontificado a figuras como el exnuncio apostólico Carlo Maria Viganò, el cardenal ultraconservador norteamericano y exprefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica Raymond Leo Burke, el gurú de la ultraderecha internacional Steve Bannon y hasta el expresidente de Estados Unidos Donald Trump.
Así lo recoge el periodista e historiador Vicens Lozano en Vaticangate: El complot ultra contra el Papa Francisco y la manipulación del próximo cónclave (Roca Editorial; 2 de marzo en librerías). El escritor ha cubierto durante treinta y cinco años la actualidad de la Santa Sede desde Ciudad del Vaticano y ahora señala, con fuentes de primera mano, quiénes son los principales líderes del complot que pretende acabar con el legado de Bergoglio. También cuál es su estrategia, qué los une a los líderes de opinión de la ultraderecha mundial, cuáles son sus medios de comunicación afines, cómo algunos de ellos se reunieron cara a cara en las bautizadas como 'cenas de los cuervos' cuando la salud de Francisco estaba en entredicho y, en definitiva, cómo este sector inmovilista y reaccionario podría a llegar a sentenciar el futuro de la Iglesia católica en el próximo cónclave tras la muerte –o renuncia por motivos de salud– del actual Papa Francisco. "Se están preparando incluso expedientes sobre cardenales para chantajearlos", asegura Lozano a EL ESPAÑOL | Porfolio.
El entramado de su libro parece haber sido ideado por Paolo Sorrentino, solo que tras su historia no está la imaginativa pluma del admirador no confeso de la corte pontificia, sino los hombres y mujeres de carne y hueso que han cerrado filas en torno al Papa Francisco. También algunos detractores. Entre sus páginas no faltan adalides de uno u otro bando. "El Vaticano se ha convertido en el terreno de juego donde se dirime gran parte de lo que está pasando en el mundo, especialmente en las sociedades occidentales", asegura el autor. 'Vaticangate', recuerda, hace referencia al complot para acabar con el legado del Papa Francisco, tanto desde dentro del Vaticano como desde fuera, con los purpurados díscolos maquinando dentro de las murallas Leoninas y la ultraderecha internacional y sus medios de comunicación afines operando desde fuera.
Steve Bannon, el asesor de campaña de Donald Trump y gurú de Jair Bolsonaro y de otros líderes de la extrema derecha europea como Salvini, Le Pen, Abascal u Orbán, es una pieza clave en este tablero de ajedrez. "Hay una conjunción de intereses: Bannon es cristiano e interpreta que la llegada de Francisco produce un choque importante en el Vaticano. Ve clarísimamente que sus intereses confluyen con los del sector más tradicionalista en la Santa Sede, como los de Raymond Leo Burke o los del arzobispo Carlos María Viganò. La derecha más conservadora de Estados Unidos ha empezado a movilizarse, y algunos magnates católicos financian el proyecto orquestado por Bannon".
"Francisco es una piedra en el zapato para gente como Bannon, quien intenta ayudar a imponer un modelo neoliberal de democracia de fachada que en el fondo busca que haya un mundo menos libre, con recortes en libertades, derechos laborales y de la mujer, contrario al aborto, al divorcio y a las comunidades LGTB. Los sectores más tradicionalistas están trabajando junto a la ultraderecha de Bannon elaborando fake news de todo tipo y confabulaciones y manipulaciones para deteriorar la imagen del Papa y su pontificado", asegura el veterano periodista.
Steve Bannon, en este caso, operaría como la mente pensante, el director de orquesta de la maquiavélica estrategia para dañar a Francisco, pero algunos 'pajaritos', como llamaban a los espías cortesanos de Juego de Tronos, caminan con sotana y hábito bajo los frescos de Miguel Ángel. Y existe un sector cada vez más importante dentro de la Iglesia católica que no admite cambios, bien porque eso implica una pérdida de privilegios, bien porque esos cambios van en contra de la fe en la doctrina del catecismo y resquebrajan su idea de tradición. Por eso en la Santa Sede hay quien ya ha comenzado a afilar los puñales y maquinar el complot.
Purpurados rebeldes
Carlos María Viganò y Raymond Leo Burke son dos de los perfiles más mediáticos abiertamente contrarios a Francisco. El primero, Viganò, fue nuncio apostólico del Vaticano en Washington entre 2011 y 2016. "El arzobispo es el gran constructor de fake news contra Francisco", sentencia Lozano. "Publica cartas en medios de comunicación que se leen hasta en las parroquias de Estados Unidos. Es un personaje obsesionado con el Papa desde el momento en el que creyó que lo nombraría cardenal... y no lo hizo. A partir de entonces, pasó a engrosar las listas de sus enemigos acérrimos". Entre sus desmanes, está el de acusar sin pruebas a Francisco de encubrir los escándalos sexuales del arzobispo de Washington, Theodore McCarrick (expulsado de la Iglesia en 2019).
Otro de los que más peso tuvo en la curia y hoy se opone al espíritu reformista de Francisco es el cardenal estadounidense Raymond Leo Burke, quien fuera prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica. Burke es un reconocido negacionista que sostuvo públicamente que la vacunación era inmoral –después estuvo ingresado por Covid-19– debido a que, según él, las monodosis de ARN mensajero habían sido creadas a partir de fetos. En su cruzada antirreformista, llamó hereje al Papa por referirse al planeta como 'Madre Tierra' –concepto panteísta– y firmó junto a los purpurados Carlo Caffarra, Joachim Meisner y Walter Brandmüller (los dos primeros ya fallecidos) un escrito en el que condenaba la encíclica papal Laudato si de Francisco y exigía la dimisión del Sumo Pontífice. Burke, según Lozano, es uno de los grandes amigos de Bannon en la Santa Sede, lo que lo convierte en un rival muy peligroso para el Papa.
El tercero en discordia es Gerhard Ludwig Müller, exprefecto de la Congregación de la Fe, el organismo dedicado a velar de la pureza doctrinal, uno de los más anhelados por cualquier teólogo. Müller fue uno de los perfiles más importantes de la Iglesia católica entre 2012 y 2017, pero en aquel año fue cesado por Francisco de su cargo, lo que le valió una enemistad directa. Hoy se dedica a participar en conferencias de sectores religiosos y políticos ultraconservadores –como el Congreso Mundial de las Familias al que acudió Tamara Falcó– y se ha erigido como uno de los máximos detractores del Pontífice, al que considera un hereje. En Vaticangate, Lozano lo entrevista, y al preguntarle por el Papa, el purpurado sostiene: "Tiene una doctrina destructiva".
"Algunos piensan que puede cambiar la doctrina como si fuese un presidente o un partido político", le confiesa Müller a Lozano. "Pero Jesús dijo a los doce apóstoles: enseñad a todos los pueblos lo que yo os he enseñado. Eso no se puede cambiar. La doctrina de la Iglesia es la expresión de la verdad revelada. El Papa, los obispos, , un concilio; sólo pueden defender, interpretar y explicar la verdad, pero no cambiarla. No podemos ir más allá de la verdad que está presente". Su postura es claramente inmovilista, ya que Müller, teólogo de gran prestigio, como Ratzinger, escuda sus posturas reaccionarias en su fe en el catecismo infalible de la Iglesia.
El cardenal guineano Robert Sarah, que llegó a estar al frente del Culto Divino, completa el cuarteto de religiosos influyentes contrarios a Francisco. Sarah, es preciso no olvidarlo, llegó a decir que el feminismo, la homosexualidad y el aborto eran 'demonios' del siglo XXI, y que el catolicismo tras Francisco había tomado tal "deriva ideológica" que la Iglesia debía cambiar para hablar más de Dios y menos de emigrantes porque "no es una oenegé". Müller, Burke, Sarah y Viganò –los tres primeros cardenales– son los halcones rebeldes dentro del Vaticano. Y aunque Francisco se los quitó de encima –simbólicamente, despojándolos de sus cargos– en cuanto pudo, aún suponen la cara visible de ese sector que busca acabar con sus reformas.
"Es complicado arremeter todo el día contra el Papa porque, a pesar de que todo el poder no está en su mano, tiene una gran influencia en la Iglesia y ha sabido hacer emanar una imagen de persona dialogante, creíble, con un mensaje rompedor", explica el autor de Vaticangate. "Ellos se dan cuenta de que no es posible obligar a renunciar al Papa Francisco, al menos de momento".
[El teléfono rojo entre el gabinete de Trump y el Vaticano]
Pero esa es una de sus intenciones. Para lograrlo, han cargado contra sus facultades mentales cuando ha mostrado breves accesos de cólera. También han aprovechado la operación de colon que tuvo en 2021 para urdir un bulo que señalaba que el Sumo Pontífice tenía cáncer. Hasta han tejido sus redes de influencia más allá del Vaticano con el objetivo de minar la imagen de Francisco y convencer a los cristianos del sector ultraconservador de que este no es su Papa.
A partir de ahí, asegura Lozano, se está tratando de apostar por el futuro, y eso pasa por intentar algo que pocas veces se ha conseguido, al menos coordinadamente, que es la manipulación de un cónclave. Según el periodista catalán, se estarían tratando de elaborar dosieres de la actividad pública y privada de cada uno de los cardenales para forzarlos –en caso de que tuviesen algo que ocultar– a votar por uno u otro candidato. Lo que convierte esos documentos en una perfecta herramienta de chantaje.
Las cenas de los cuervos
Estas manipulaciones previsiblemente se hablaron en la 'cena de los cuervos' que se celebró aquel 4 de julio de 2021, fecha en la que el Papa Francisco estaba siendo operado. "Revoloteaban como aves de rapiña, esperando un desenlace fatal", escribe Lozano en su Vaticangate. No se sabe qué ocurría durante aquellos encuentros de bufé, ya que no había camareros por miedo a que filtrasen la identidad de sus asistentes (aunque el organizador, según la investigación del periodista, es un cardenal muy estimado en el sector tradicionalista). También ha descubierto que al menos en 2022 hubo otras seis 'cenas de cuervos' y hay previstas más a lo largo de este 2023.
"Se sabe que durante la cena se habló con una seguridad absoluta de que el santo padre estaba muy enfermo, que había que forzar su renuncia como fuera y que había que tenerlo todo a punto para cuando se convocara a los cardenales a la Capilla Sixtina", le confiesa al investigador un cardenal latinoamericano cuya identidad no trasciende. "Se pusieron nombres de futuros papables tradicionalistas y se activaron grupos que trabajan de cara a un futuro cónclave desde Estados Unidos, Italia y España. Hay personas de la curia que participaron en la cena cono invitados. Hablaron hasta de 'laboratorios de ideas' que trabajan desde hace años para preparar la sucesión del santo padre Francisco. Un centro de operaciones que tiene vinculaciones con organizaciones y grupos neocón de Estados Unidos".
PREGUNTA.– ¿Qué interés hay en acabar con el legado de Francisco? ¿Es una cuestión de ideología, de fe o de poder?
RESPUESTA.– Hay dos tipos de motivación. Una es de carácter religioso y doctrinal, pero Francisco no ha hecho en absoluto un cambio doctrinal de la Iglesia. Lo que sí ha habido son muchos cambios de actitud respecto a temas como los derechos de la mujer o de la comunidad gay, y luego está la que creo que es más importante, y sobre todo por eso Estados Unidos se opone tanto a Francisco: el aspecto económico. Bergoglio no se ha cansado de hacer llamadas y reflexiones contra lo que él llama 'capitalismo salvaje', que provoca bolsas de pobreza y marginación social. Por eso le llaman 'comunista'. Hay un juego de intereses ideológicos y especialmente económicos. Un 'que no nos toquen las raíces de la sociedad norteamericana', que es el sistema de vida que se ha intentado implantar en Occidente.
P.– ¿Cuáles son las fake news que se han vertido sobre el Papa?
R.– Lo principal ha sido tratar de desprestigiarlo a nivel personal, acusándolo de ser un hereje por incluir ciertas cosas en documentos pontificios, como ser ambiguo y permitir la entrada en la Iglesia de ideas que el tradicionalismo no admite. Poner sobre la mesa el tema de los divorciados vueltos a casarse, la igualdad de la mujer o los derechos de la comunidad LGTBI. Pero desde el punto de vista personal, dicen que es un comunista. Y luego está el intentar desprestigiarlo por sus problemas de salud, como la operación de colon, que fue acompañada de una grandiosa campaña que anunciaba prácticamente la dimisión inmediata del Papa. También sobre su salud menta. Pero son infundios y mentiras que se pueden desmontar fácilmente.
P.– ¿Hay un antes y un después en la campaña contra Francisco?
R.– Él llega al poder en una situación difícil para la Iglesia. El legado que recibe es el de una institución dividida. Por una parte hay un sector que exige cambios; luego está el importante legado de los casos de escándalos económicos y sexuales de sacerdotes de todo el mundo. Una iglesia con una imagen deteriorada que va perdiendo importancia en el mundo Occidental. Francisco ve la situación e intenta reformar el Vaticano para que todo esto no se enquiste. Hay una reforma de la curia y del Código Canónico, y eso implementa toda una serie de medidas para intentar evitar que los escándalos se reproduzcan. Esto provoca que el Papa se gane enemigos dentro y fuera de casa.
P.– ¿En qué papel ha influido Donald Trump en esa campaña internacional?
R.– Trump se enfrentó directamente a él por el tema del muro en México y la filosofía política del Make American Great Again, que es un lema como el de Salvini o Meloni en Italia o el de Abascal en España. Ha habido un enfrentamiento porque para este sector el Papa Francisco nunca ha sido su Papa. Para ellos, el único legítimo era Benedicto XVI. Trump dio alas y apoyo a todos los sectores ultraconservadores de la derecha radical o moderada del mundo. Algunos planes diseñados en el entorno de Trump, como el asalto al Capitolio, se han reproducido en Brasil o en Lima. Hay un cambio de lenguaje político y de la forma de actuar y de presentarse. Algunas academias ya están construyendo a los nuevos líderes de la ultraderecha internacional, gente joven, más o menos preparada, pero sobre todo hábil en el tema de la comunicación y las redes sociales. Gente capaz de hacerte un TikTok y llegar a millones de personas a partir de los nuevos lenguajes de comunicación, que nada tienen que ver con los viejos diarios, la radio o la televisión.
P.– ¿Qué ha supuesto la muerte del Papa emérito, Benedicto XVI, para los cardenales 'conspiradores'?
R.– Ratzinger actuaba como un hombre afín a estos intereses, pero al mismo tiempo como un freno a la radicalidad de ese sector. La muerte de Benedicto XVI supone dar vía libre a este radicalismo. Lo estamos viendo en los últimas semanas, con declaraciones de gente que no se había prodigado en las críticas contra Francisco, como el cardenal Müller, que públicamente siempre había sido más moderado. Tras la muerte de Bendito XVI hace pública una serie de declaraciones donde va a matar. Dice que este Papa está destruyendo la Iglesia católica. Pero al mismo tiempo el Papa se siente más libre a la hora de adoptar algunas reformas, porque ya no tiene al emérito, representante del sector más tradicionalista, viviendo a 300 metros de él dentro del Vaticano.
P.– ¿Cuándo empezaremos a ver los cambios de esta nueva etapa?
R.– Intuyo que en los próximos meses. Las cosas en el Vaticano son lentas. El reloj allí no sirve. Hablamos de una institución con más de 2000 años de historia que se ha perpetuado a lo largo de los siglos, con cismas, con guerras, pero que han sabido mantener un poder importante. Yo creo que vamos a ir viendo cómo el Papa va a acelerar todo el proceso de reformas. Habrá documentos importantes como los resultantes del Camino Sinodal, que no es otra cosa que el derecho que tienen los fieles católicos, 1.200 millones en todo el mundo, de hablar libremente dentro de las parroquias y elaborar documentos sobre qué no funciona en la Iglesia y cómo se puede arreglar. Ya hay documentos de conferencias episcopales donde se exige menos clericalismo y soberbia por parte de los sacerdotes, donde se pide a la Iglesia bendecir las uniones de parejas homosexuales, donde se pone en tela de juicio el divorcio o que las mujeres no puedan acceder al sacerdocio.
P.– ¿Qué valoración le merece el papado de Francisco respecto a Benedicto XVI y Juan Pablo II?
R.– Francisco tiene 'un arma de destrucción masiva' que es la misericordia, con la que intenta aproximarse y dialogar. Es la gran diferencia. Es el pontificado más mediático que ha habido desde el de Juan Pablo II, hoy santo, pero que tuvo una actitud ultraconservadora, de protección y encubrimiento de los sacerdotes abusadores y de ignorancia hacia las víctimas de pederastia en el mundo, en contraste con un Papa Francisco que ha intentado poner soluciones. Ha convocado una cumbre en el Vaticano para hablar de los abusos, ha incrementado todas las penas a través del Código Canónico y ha ordenado búsquedas exhaustivas de conferencias episcopales donde ha habido casos de pederastia. Pero no debemos olvidar que la doctrina de la iglesia sigue siendo la misma, inalterable. Entonces, la excusa que utiliza el sector conservador de decir que el Papa incurre en herejías y modifica y destruye la Iglesia católica es una banalidad que forma parte del universo de la posverdad.
Cadena de Televisión de la Palabra Eterna
En Estados Unidos existe una poderosa cadena llamada EWTN, financiada por magnates, que es la más grande del mundo católico. Funciona como un gran holding de comunicación con diarios, emisoras y televisiones. EWTN, la Cadena de Televisión de la Palabra Eterna, controla el periódico National Catholic Register, la Catholic News Agency y el famoso portal informativo y agencia de noticias ACI Prensa. Tal y como explica Lozano en Vatigancate, ni El Vaticano ni la Conferencia Episcopal de Estados Unidos tienen influencia alguna sobre esta empresa.
Otra de las grandes cadenas de televisión afines a la ultraderecha en Estados Unidos es Fox News, fundada por Rupert Murdoch, la más vista en todo el país. Fue el principal soporte de Donald Trump durante su turbulenta legislatura, ha incluido peligrosos discursos negacionistas durante la pandemia y, por supuesto, ha puesto en su diana al Papa Francisco por sus discursos contra el capitalismo salvaje que representa el país norteamericano, lo que hizo que algunos de sus presentadores, como Greg Gutfeld, lo tacharan de ser un "marxista".
Quién será el próximo Papa
Lo primero que se debe recordar, explica Lozano, es que, sobre el papel, cualquier católico, no hace falta que sea obispo o arzobispo, podría ser Papa. Pero la realidad la dicta la tradición, y esta indica que son los cardenales –siempre que sean menores de ochenta años– los que se deben reunir para valorar a su sucesor. Uno de ellos será elegido Papa. ¿Cuál es el criterio? Hay quien tiene más posibilidades, ya sea por su carisma, porque tiene más presencia en medios de comunicación, una personalidad bien definida o es un gran teólogo que ha escrito numerosos libros, como ocurría con Ratzinger, que había publicado casi un centenar. Bergoglio, por ejemplo, llegó al pontificado por ser un cardenal de la periferia que nada tenía que ver con los escándalos del Vaticano.
Durante la temporada de reflexión anterior al cónclave los religiosos tienen prohibido hacer campaña por nadie. No se permite, y menos con un cónclave a la vista, que haya opiniones que puedan favorecer a un candidato o a otro. Tal desmán se puede penar hasta con la expulsión de la Iglesia, ya que sería un pecado capital. "Pero todo esto es sobre el papel, ya que la realidad es otra: siempre que hay un cónclave existen lobbies, reuniones secretas, dosieres, historias que circulan y por lo tanto se consensúan nombres; encuentros en apartamentos de cardenales, en hoteles o en restaurantes de Roma", asegura Lozano.
"En este momento se están preparando los dos sectores porque, se quiera o no, estamos en un periodo pre cónclave. El Papa actual puede seguir en el cargo meses o incluso años, pero tiene 86 años y algunos problemas de salud, no graves, sobre todo de movilidad, pero él no ha descartado en absoluto seguir los pasos de su antecesor y renunciar cuando vea que sus capacidades físicas o mentales están mermadas". El propio Francisco aseguró que en el momento en el que no pudiese más, dejaría el cargo.
Es extremadamente difícil hacer proyecciones sobre lo que ocurrirá en el próximo cónclave que elija al sucesor de Francisco. "Nada es blanco o negro y hay una gama de grises que implica matizar sobre cada uno de los personajes que menciono en el libro", asegura Vicens Lozano. "Lo que es evidente es que el sector de cardenales que se opone al Papa podría ser una minoría en este momento, pero tienen un gran poder dentro de la estructura absoluta de la Iglesia, tanto en obispados como sedes cardenalicias. Y luego hay un sector muy importante que calla por el temor a que paguen con su cabeza si luego cambian las cosas. Hay mucho carrerismo e intereses". Entre ellos, quizás, esté el próximo papable.
Es imposible saberlo. Ni siquiera Vicens Lozano quiere lanzar demasiadas hipótesis sobre los potenciales candidatos. "Aquí se aplica la tradicional frase de 'quien entra Papa sale cardenal'. Los periodistas siempre nos equivocamos con estas cosas. La prueba es la llegada de Francisco, que no estaba en ninguna de las apuestas previas al cónclave. La única vez que dimos en el clavo fue con Ratzinger. Yo, en cualquier caso, doy algunos nombres. Por ejemplo el del cardenal húngaro Péter Erdö, arzobispo de Budapest, que podría formar parte de los que liderarían el sector conservador. Y en el progresista estaría el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila, mano derecha de Francisco en El Vaticano".
Un futuro incierto
Las nuevas guerras pontificias no se libran con venenos ni puñales, sino mediante armas cada vez más sofisticadas y mediáticamente letales, entre las cuales se encuentra la desinformación difundida mediante bulos o fake news. Jesús ya advertía en el Evangelio de San Mateo de aquellos fariseos, sepulcros blanqueados, que conspiraban contra Dios. La metáfora evangélica se puede trasladar fácilmente a las confabulaciones que buscan manipular –peccatum mediante– el próximo cónclave, a pesar de que las rígidas normas de la Iglesia católica impiden cualquier tipo de injerencia en la decisión de los cardenales durante los tiempos de cónclave. De demostrarse que desde dentro de los muros vaticanos se están elaborando dosieres para chantajear –¿con qué y a quiénes?– a otros purpurados, supondría un escándalo gravísimo.
Realidad y ficción se mezclan fácilmente con la especulación. No se puede saber qué ocurrirá en el próximo cónclave, aunque parece evidente que la urdimbre ultra del sector más rigorista tratará de presionar todo lo posible para que salga un Vicario de Cristo afín a sus ideas que pudiese empuñar la férula papal para emprender un viraje radical y poder parar así el reloj del cambio y enquistar de nuevo al catolicismo en los tiempos previos al Concilio del Vaticano II. Sólo el tiempo dirá si el Vaticangate tiene futuro.