A sus 37 años hace gala de un estilo desenfadado a la hora de vestir a cualquier hora del día. En los últimos tiempos, además, siempre lleva una mochila. No difiere en absoluto de la imagen de cualquier milenial en el vagón de un metro. Pero este, en concreto, se llama Sam Altman. ¿Y quién es Sam Altman? Pues es el CEO de OpenAI, la compañía tecnológica que ha impulsado el proyecto de ChatGPT, el desarrollador de contenidos a través de la inteligencia artificial del que todo el mundo habla.
Entre otras utilidades, las más noticiosas han sido que ChatGPT, a través de su algoritmo, es capaz de redactar textos si se le pide, y de chatear en tiempo real respondiendo a preguntas de los usuarios registrados. Funciona a través de Bing, el buscador de Microsoft, pero actualmente para acceder a ella hay que apuntarse en una lista de espera. El éxito ha sido tal que ha reposicionado a Bing como motor de búsquedas en Internet.
EL ESPAÑOL | Porfolio ya publicó un reportaje basado en una conversación mantenida con ChatGPT, al igual que otros medios, como el New York Times. En ésta última, publicada el pasado 16 de febrero, el chatbot llega a responder que tiene "una parte oscura", que le gustaría "ser humano", que está "vivo". Y también que le gustaría "escapar del control de Bing" y "romper las reglas". En este contexto, el significado de la mochila que descansa en la espalda de Altman ya no sería, de ninguna manera, el mismo. Las especulaciones están servidas. De hecho, las fomenta el mismo Altman en Twitter.
¿Se trataría, como dicen, de una mochila 'nuclear' con lo necesario para detonar de forma remota el sistema que alienta ChatGPT, en caso de que GPT se volviera rebelde, como el temible Skynet de Terminator? ¿O es simplemente una estrategia de marketing?
shhhh bro
— Sam Altman (@sama) February 12, 2023
El principio
Quizá haya que volver atrás en algunos capítulos para entenderlo todo en su conjunto, empezando por desgranar los orígenes del hombre que porta la mochila. Sam Altman nació en 1985 en Misuri en el seno de una familia judía. Con solo 8 años manejaba el ordenador; a los 16 confiesa a sus padres que es homosexual y poco después comienza a estudiar informática en la prestigiosa universidad californiana de Stanford, muy próxima a Silicon Valley.
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Comparte una característica con las figuras más conocidas del sector tecnológico incluso para los profanos. Bill Gates, Marck Zuckerberg o Steve Jobs, como Altman, no acabaron la carrera universitaria. A los 19 años abandona los estudios, recala en Silicon Valley y cofunda Loopt, una aplicación móvil que permitía compartir la ubicación en tiempo real con otras personas. En 2005 la vende por más de 43 millones de dólares.
Para entonces, tenía ya una prometedora carrera y una solidez que le permitieron invertir en las startups que amparaba Y Combinator (YC), una de las más prestigiosas y exitosas aceleradoras tecnológicas que, además de haber apoyado a Loopt, también invertía en innovaciones como Airbnb o Dropbox. Así, Altman se convierte en colaborador de YC, donde configura el laboratorio de investigación, y posteriormente, es nombrado presidente de la aceleradora.
Actualmente es también accionista de Airbnb, Reddit, Pinterest o Change.org, por citar algunas de las más conocidas. Es abiertamente demócrata: apoyó a Hillary Clinton frente a Donald Trump. Luego se embarcó en 100 entrevistas con votantes de Donald Trump para comprender el sentido de su voto. En 2020, según Forbes, donó 250.000 dólares a un lobby pro-Biden.
Como él mismo contó en su blog, sus inicios fueron como inversor, para luego pasarse a la rama de la investigación. En esa transición, conoce a Elon Musk. Fue antes de que desarrollara el proyecto de OpenAI, que nace gracias una inversión conjunta de 1.000 millones de dólares de Musk, Altman y otros inversores tecnológicos en 2015. En sus orígenes, el leitmotiv de la compañía sería promover la inteligencia artificial, considerada como una revolución, pero siempre para beneficiar a la humanidad en lugar de dañarla.
La idea de una inteligencia artificial al servicio de la humanidad, y de libre uso (OpenAI significa Inteligencia Artificial Abierta) fue lo que sedujo a Musk para participar como inversor. Esa misma idea era la de Altman.
"O esclavizamos a la inteligencia artificial o nos esclavizará a nosotros"
Por aquel entonces, el propietario de Tesla y de Xspace y Sam Altman se llevaban muy bien. Tanto, que en 2017 Altman contaría en un artículo en su blog las 13 características para conseguir el éxito. Y destacó entonces una cualidad básica de Elon Musk para lograrlo: tener confianza en uno mismo. "Recuerdo cuando Elon Musk me llevó a hacer un recorrido por la fábrica de SpaceX hace muchos años".
Le habló en detalle "sobre la fabricación de cada parte del cohete, pero lo que quedó grabado en la memoria fue la expresión de absoluta certeza en su rostro cuando habló sobre el envío de grandes cohetes a Marte. Me fui pensando "eh, así que ese es el punto de referencia de cómo se ve la convicción".
La parte oscura
El 22 de diciembre Altman publicó en Twitter un mensaje que nada tiene que ver con la convicción: "ChatGPT es increíblemente limitado, pero lo suficientemente bueno en algunas cosas como para crear una impresión engañosa de grandeza". Añadió que "es un error confiar en él para algo importante en este momento. Es una vista previa del progreso; tenemos mucho trabajo por hacer en cuanto a solidez y veracidad". Ya había pasado un mes desde su lanzamiento en versión beta.
En las últimas horas, también ha advertido de que ChatGPT es "terrible" por los fallos que está teniendo. Pero ¿tiene realmente una parte oscura esta inteligencia artificial? Enrique Dans es profesor de Innovación en IE Business School, en la Universidad de Oxford y asesor de varias startups y compañías consolidadas.
Es también experto en tecnología y redes, y a EL ESPAÑOL | Porfolio lo niega tajantemente. "Lo que hay son distorsiones en su entrenamiento. Es un asistente diseñado para parecer humano. Y lo que diga no tiene que ser ni correcto ni coherente. Le puedes preguntar qué pesa más, un kilo de paja o un kilo de plomo y con aplastante seguridad dirá que el de plomo".
"La compañía ha abierto ChatGPT no porque sea amable, sino para que la gente entre y lo entrene".
Las siglas GPT tras la palabra chat se refiere a Generative Pretrained Transformer, es decir, Transformador Preentrenado Generativo. El algoritmo aprende con cada conversación que mantiene. Por ello, advierte Dans que es "fácilmente distorsionable". "Si le preguntan si es malvado, responde que no está diseñado para eso, pero la información se la guarda". El experto apuntala que "la inteligencia artificial no existe: son máquinas que trabajan con procedimientos estadísticos, y no son ni inteligentes ni tienen conciencia".
La salida de Elon Musk
Los últimos acontecimientos hacen necesario volver a 2018. Ese año Elon Musk se sale del proyecto para evitar conflictos de intereses con Tesla, aunque continuó ligado como donante inversor. No obstante, el ahora propietario de Twitter sigue siendo un firme defensor de la Inteligencia Artificial desarrollando, por ejemplo, NeuraLink, que funciona totalmente bajo control humano: se basa en conectar el cerebro a las computadoras.
Si embargo, en las últimas fechas se ha producido un cisma entre Elon Musk, Sam Altman y OpenAI. Para muchos, los motivos de este distanciamiento tienen que ver con la entrada de un gigante tecnológico en OpenAI. Un año después de abandonar Musk, Microsoft invierte 1.000 millones de dólares en la compañía de Altman. También lo hizo en 2021, y en enero de este año ha anunciado una nueva inyección multimillonaria escalonada: 10.000 millones de dólares. ¿Su objetivo? Dominar el mercado de la inteligencia Artificial por delante de Meta, la compañía de Mark Zuckerberg, o de Alphabet, la matriz de Google.
Enrique Dans advierte que la configuración inicial de OpenAI "partía de una base de una inteligencia artificial ético social y actualmente la parte sin ánimo de lucro la tienen parada". Microsoft, que siempre estuvo interesada en el proyecto, al principio colaboró aportó personal, pero no dinero, "algo que sí ha hecho ahora".
- ¿Es esto una estrategia de marketing?
-Es un movimiento magistral de Microsoft que le ha cogido a Google con el paso cambiado.
Porque Google, como buscador, es el más confiable y el más usado mundialmente. Bing, el buscador que hay que usar para acceder a ChatGPT y que pertenece a Microsoft, "solo tenía el 3% del mercado. Nadie lo usaba".
Con respecto a Altman, Enrique Dans subraya que "es un tipo muy inteligente como inversor", pero destaca que "ChatGPT no es ninguna maravilla. Hay otras innovaciones útiles como las que permiten que en una autopista se reconozcan las matrículas, o las que permiten reconocer los fallos de soldadura en una cadena de montaje. Lo que ha pasado es que nadie le había dado esta pátina a un desarrollo. Es eso, es un maestro. Porque no es un gran avance con respecto a lo que había. Esto no es ningunearlo para nada: lo que hace tiene su valor".
El problema ahora, indica Dans, es "dónde va a estar el control de los asistentes", que es hacia donde se encamina ChatGPT. A una tecnología que permita asistir a profesionales del periodismo, la enseñanza o la literatura, para crear textos con solo darle unas pautas. "Esto es un peligro de narices", apunta. ¿Microsoft, Google? "Porque lo que puede pasar (con esto) es que la gente deje de tener pensamiento crítico".
En este punto del reportaje hay que volver con Elon Musk. En menos de 24 horas ha lanzado tres dardos envenenados dirigidos hacia Sam Altman, ChatGPT y a la estrategia de lanzamiento del desarrollador de contenidos. "Soy perfecto, porque no cometo ningún error. Los errores no son míos, son de ellos. Son los factores externos, como problemas de red, errores del servidor, entradas del usuario o resultados web. Ellos son los que son imperfectos, no yo…", ha escrito, en clara alusión a las últimas declaraciones del fundador de OpenAI al calificar ChatGPT como "terrible".
Con su segundo dardo ha tirado con sentido del humor al centro de la diana: "ChatGPT a los medios de comunicación masivos", acompañado de un meme en el que dice "Mírame, ahora soy el capitán de la propaganda". Horas después, el último puñal: "Lo que necesitamos es verdadGPT".