El 40 aniversario del programa La edad de oro (el próximo 17 de mayo) y la reciente emisión en La 2 de un Imprescindibles sobre su presentadora, Paloma Chamorro, nos enfrentan, sin quererlo, a una “edad dorada” de la cultura en la televisión pública que no ha vuelto a repetirse. O al menos no lo ha hecho con aquella intensidad.
¿Qué ha pasado desde entonces con el ecosistema cultural más transgresor? ¿Por qué no es posible apostar desde el Ente Público (hoy Corporación de RTVE) por una creación de riesgo? ¿Ha cambiado la sociedad, domesticada por el sedante digital (que entonces ni estaba ni se le esperaba)? ¿Se ha disuelto en estos 40 años una cierta idea contestataria de la cultura? ¿Dónde se habla de los Fabio McNamara, de los Lou Reed, de los Tom Verlaine, de las Ouka Leele o de los Kaka de Luxe de hoy?
Calidad y riesgo
Pese al esfuerzo de los programadores de TVE por aumentar la oferta de espacios culturales (recientemente se han estrenado varios como Culturas2, Un país para leerlo o Encuentros, presentados por Paula Sainz Pardo, Mario Obrero y Elena Sánchez y Jesús Marchamalo, respectivamente), no admite la más mínima comparación con el nivel, la calidad y el riesgo que exhibieron los grandes espacios culturales que nacieron en la órbita de la Transición.
Antes de pasar a la historia con La edad de oro (un homenaje, no lo olvidemos, a la película de Luis Buñuel y Salvador Dalí), Paloma Chamorro veló armas en programas como Galería (1970), Cultura 2 (1975), Encuentros con las letras (1976), dirigido por Carlos Vélez (del que su hija Lea recoge fragmentos en el libro La Olivetti, el espía y el loro de la editorial Sílex), Trazos (1978), Imágenes (1979) y después en La estación de Perpignan (1987).
Canito y La Movida
Pero no estuvo sola. O al menos no salió de la nada. Jesús Ordovás, uno de sus colaboradores y nombre esencial en el devenir musical de la radiotelevisión pública, recuerda a El Cultural la infinidad de programas que rodearon la frenética actividad de la periodista madrileña. Uno de ellos, Popgrama (1977) promulgó el nacimiento de la Movida madrileña con la emisión, en 1980, del concierto homenaje a Canito (batería del grupo Tos fallecido en accidente de tráfico) en la Escuela de Caminos de la Universidad Politécnica, oficiando como presentadores, con inimitable olfato, Carlos Tena y Diego A. Manrique. Se convirtieron en históricos de la pantalla de esos años junto a Moncho Alpuente, Gonzalo García Pelayo y Ángel Casas, entre otros, con espacios como Mundo pop (1976), Musical Exprés (1980) o Caja de ritmos (1983).
“La música –señala Ordovás– jugó un papel integrador de actitudes, formas de expresión y necesidades vitales de una juventud que quería ser libre en un mundo en el que vivir en Madrid, Barcelona o cualquier otra capital española ya no era un impedimento para formar un grupo, editar un fanzine o rodar películas gracias a que emisoras como Radio 3, que nació en el verano de 1979, o programas de TVE como el de Paloma Chamorro te daban la oportunidad de dar a conocer tus inquietudes”.
Prácticamente coetáneo al programa de Chamorro fue La bola de cristal (1984), otro hallazgo subversivo y plural de TVE presentado por Alaska (en todas las salsas culturales de la época) y Javier Gurruchaga y dirigido por la irrepetible Lolo Rico. Los electroduendes, a los que les importaba todo un vatio, conducidos por Isabel Bauzá y Gerardo Amechazurra, bailaban al ritmo de una banda sonora que marcó una época. Santiago Auserón, Kiko Veneno, Alaska y Loquillo, entre otros, hipnotizaron a un público supuestamente infantil.
Lejos del rating
Uno de sus guionistas, Santiago Alba Rico, considera que esos años forman el único período de la historia de España en el que ha existido una televisión realmente pública: “La emisión de La bola de cristal se suspende en 1988, el mismo año en el que se aprueban las televisiones privadas, que imponen un modelo homogéneo mucho menos exigente y basado en las luchas por el rating. Hay más canales y más programas, pero todos son iguales. Había ingenuidad y esperanza de transformación, lo que se tradujo en provocación, experimentación y pluralidad, las tres cosas que debe garantizar una TV pública.”.
Al mismo tiempo que en Inglaterra triunfaba Open Door (1973) con un promotor muy especial llamado David Attenborough, y en Francia Bernard Pivot revolucionaba el mundo de las letras con Apostrophes (1975), con borrachera de Charles Bukowski incluida, en nuestra televisión pública de esos años nos encontramos con que Joaquín Soler Serrano da una clase magistral tras otra en A fondo. Por el programa, que nace el 16 de enero de 1976, pasaron grandes nombres de la cultura y de la ciencia como Juan Rulfo, Salvador Dalí, Jorge Luis Borges, Severo Ochoa, Antonio Buero Vallejo o Milan Kundera. A la lista, abrumadora, merece la pena dedicarle unas cuantas horas en RTVE Play (plataforma que acaba de estrenar Icónica Chamorro).
Soler Serrano, cuyo programa se paseó por una coyuntura que incluyó acontecimientos como las primeras elecciones legislativas de 1977, la aprobación de la Constitución en 1978 y el golpe de Estado de 1981, puso el listón tan alto que ha sido y es referencia de lo que debe ser el género de la entrevista para varias generaciones.
Como lo fue Fernando Sánchez Dragó en su mejor versión, quien tomó el testigo con Biblioteca Nacional (1982). Su intención era demostrar, como dijo entonces, que “el mundo del libro puede resultar tan interesante e inclusive tan apasionante para el español de nuestros días como el mundo del disco, del balón, del toro, del espectáculo o de la política”. El autor de Gárgoris y Habidis volvería años después con un programa de formato similar llamado Negro sobre blanco (1997).
Un margen de libertad
“En aquellos años se dio una efervescencia vital y creativa que aceptaba jovialmente lo discordante y lo transgresor –señala el autor, director y gestor teatral Ernesto Caballero–. Acabábamos de abandonar la censura franquista. La pluralidad era un valor democrático que hoy está en declive. Es cierto que los gobiernos trataban de manipular la televisión pública pero existía un margen de libertad en los contenidos y todavía no se había legitimado el asalto partidista a los medios públicos”.
La caldera cultural en TVE bullía cobijada en La 2 (con apenas una década de vida durante los años de la Transición y marcada para siempre como UHF, su primera denominación), que acaparaba, como hoy, la mayor parte de la programación cultural. Fue la cadena en la que José Luis Balbín encumbró La clave (1976), uno de los programas históricos de TVE que, sin ser cultural estrictamente, manejó una fórmula que incluía la proyección de una película relacionada con el debate y la participación del público al final a través de sus preguntas telefónicas. Pasaron por su ahumado estudio los protagonistas de la rabiosa actualidad del momento, antes de que TVE lo suspendiera y pasara a Antena 3.
La voz del cine
El friso de la “edad dorada” de la cultura en la televisión pública no puede entenderse sin el cine. Al Cine-Club del polifacético Fernando Pieri (voz también de la rana Gustavo) de finales de los sesenta, que aparecería en varias de sus etapas, cabe añadir Revista de cine (1975). Presentado por Alfonso Eduardo Pérez Orozco, el espacio es recordado muy especialmente por las personales críticas de Alfonso Sánchez, al que homenajeó José Luis Garci con un corto en 1980 (meses antes de su muerte). Tres años más tarde, Manuel Pérez Estremera se hará cargo de Fila 7, un programa semanal sobre la actualidad cinematográfica.
Nombre fundamental en la apuesta de TVE por el cine (hoy la cadena lo apoya dedicando grandes partidas a la producción) es Fernando Méndez-Leite, realizador y director de Galería, Cultura2 e Imágenes (hoy presidente de la Academia de Cine). En total, 27 años de dedicación que ahora recuerda con cierta nostalgia: “TVE fue nuestra casa madre. En sus pasillos y platós nos formamos la mayor parte de directores de mi generación. A fines de los 70 casi la totalidad de nosotros éramos realizadores de plantilla. Desgraciadamente, esa oportunidad que disfrutamos en la Transición se vino abajo”.
El ejemplo de Estudio 1
Pero puede que el Big Bang de la TVE cultural tuviese su primer movimiento de partículas elementales en la ficción de teatro y cine. De 1962 (ojo, franquismo aún) data Primera fila, donde se emitieron obras como Casa de muñecas, Crimen y castigo o Tío Vania. Le siguió, tres años más tarde, el inolvidable Estudio 1, espacio también de producción propia con clásicos de la dramaturgia de todas las épocas. Se homologaba así a programas de la británica BBC como Play of the Month (1965) y de la francesa TF1 Au théâtre ce soir (1966).
Para difundir la literatura universal se creó en 1968 Cuentos y leyendas, territorio en el que se formaron nuestros grandes directores de cine como Pilar Miró (que dirigió Ópera en Marineda y que estuvo al frente de la “casa” entre 1986 y 1989), José Luis Borau, Mario Camus, Antonio Giménez Rico y Josefina Molina, entre otros muchos.
La ficción llegaba a la pantalla pública como un torrente en el que los españoles del momento caían con toda naturalidad en brazos de Cervantes, Thomas Mann, Dostoievski, Ibsen, Tolstói, Galdós, Pardo Bazán o Tirso de Molina. De similar formato fue Novela (1962), espacio dramático en el que se pudo ver a algunos de los grandes actores españoles como José Bódalo, María Luisa Merlo, Jesús Puente o Emilio Gutiérrez Caba.
TVE se confiesa
En 1974 aparecerá Los libros, con adaptaciones de clásicos como La fontana de oro, La montaña mágica, Moby Dick, Cumbres borrascosas, El licenciado Vidriera, Niebla o El club de los suicidas (estas últimas dirigidas por Méndez-Leite, que además llevó a la pantalla las Sonatas de Valle-Inclán y La Regenta, de Clarín, en 1982 y 1995, respectivamente).
Años dorados para la producción propia con adaptaciones como Fortunata y Jacinta (1980), de Mario Camus, o Los gozos y las sombras, de Rafael Moreno Alba (ambas repuestas ahora en La 2 y siempre en RTVE Play, que acaba de iniciar el rodaje de Esto no es Suecia, una serie de producción propia), La Barraca (1979), de León Klimovsky, o Los pazos de Ulloa (1985), de Gonzalo Suárez, y guiones originales como La señora García se confiesa (1976), con Lucía Bosé y Adolfo Marsillach (su creador).
El eco de la buena cultura
Poco antes de la aparición de las cadenas privadas gracias a la Ley de1988, La 2 dio a luz uno de los programas culturales más longevos de la parrilla. Metrópolis (1985), hoy dirigido por María Pallier, surgió de la mano de Alejandro G. Lavilla y abarca, con el arte y la arquitectura como centro, un amplio abanico de disciplinas que recorre movimientos y tendencias por todo el mundo. Luis Gordillo, uno de nuestro artistas más importantes, Premio Nacional de Artes Plásticas en 1981 y Premio Velázquez en 2007, vivió con cierta intensidad su participación en programas de televisión como el de Paloma Chamorro.
“Era una persona muy activa y eficaz a la hora de hacer aquellos espacios culturales. Yo percibía el eco de lo que hacía y por eso participé. Esos programas ya no existen ni de lejos. Ya no me llega el eco de aquello y por eso ya no veo televisión. Solo veo cine. Mucho cine”, reconoce el pintor sevillano a El Cultural.
Cohesión social
Para el profesor de la Universidad de Santiago de Compostela Luis Miguel Fernández, coautor del volumen La Transición Española (Prensas de la Universidad de Zaragoza),”en TVE a partir de 1985 se propondrá una línea interpretativa de ese período bastante condescendiente que, en busca de la cohesión social de los españoles, se apoya en el valor simbólico de un trayecto hacia la democracia ejemplar y consensuado entre las élites urbanas, con un rey distanciado del franquismo como motor de cambio y de la reconciliación, con momentos emblemáticos que deben ser conmemorados recurrentemente mediante imágenes y procedimientos retóricos repetidos y avalados por la autoridad de políticos, periodistas e historiadores”.
Gasset, Cifu...
¿Empieza a cambiar la idea de cultura a finales de los ochenta y principios de los noventa? ¿La televisión pública cambia de rumbo? ¿Se domestica? Se diría que aquel espíritu, en retroceso, va sobreviviendo en programas como Días de cine de Antonio Gasset (irreverente, contestón y genial), Jazz entre amigos, del insobornable Juan Claudio Cifuentes, ¡Qué grande es el cine!, con el que José Luis Garci, a su manera, contagió su pasión por los grandes clásicos a partir de 1995, o incluso lúcidos fogonazos culturales en los informativos (ya sea en la televisión o en la radio pública) con periodistas, algunos de ellos escritores, como Fernando Delgado, Luis Carandell, Felipe Mellizo y Andrés Aberasturi.
Poco a poco va apareciendo la dictadura de la audiencia. Como señala Manuel Palacio, catedrático de Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de libros como Historia de la Televisión en España (Gedisa) o La televisión durante la Transición española (Cátedra), la audiencia es parte del medio televisivo: “No se puede prescindir de ella. Pero una cosa es la audiencia y otra la rentabilidad económica de los espacios televisivos. En este medio, como en todas las actividades, no puede dejar de atenderse un adecuado ajuste económico de los costes de los programas. Algo que no ocurría en la televisión del monopolio de la Transición”.
Diversidad e innovación
Programas como Carta blanca, creado y dirigido por Santiago Tabernero en 2006, y Página 2 (2007), presentado por Óscar López, inauguran la época del equilibrio con la rentabilidad y la búsqueda de audiencia en un momento en el que TVE empieza a dejar de emitir publicidad (el último anuncio saldrá al aire en 2009). Se aprueba también la Ley 17/2006 de la radio y televisión de titularidad estatal, que se compromete, en su artículo 3, “a promover la difusión y conocimiento de las producciones culturales españolas, particularmente las audiovisuales, y el conocimiento de las artes, la ciencia, la historia y la cultura”. En el mismo artículo se propone “atender a la más amplia audiencia” con el compromiso de “ofrecer calidad, diversidad, innovación y exigencia ética”.
Ya con esta filosofía aparecen los recientes Culturas2, Un país para leerlo o Encuentros y otros de más largo recorrido como Versión española (1998), ¡Atención obras! (2013), con Cayetana Guillén Cuervo desde su creación, Órbita Laika (2014) o el programa presentado por Elena S. Sánchez Historia de nuestro cine (2015), todos ellos con una cuota de pantalla que en muy pocos casos supera la barrera del 3%.
El reducto de La 2
“Lo que se pretende hacer ahora es ofrecer una mayor variedad y oferta cultural al espectador –señala Ignacio Elguero, director de Educación, Diversidad Cultural e Internacional de TVE–. RTVE tiene que cumplir un servicio público, ofreciendo productos culturales de calidad a los ciudadanos. También somos conscientes de que si no hay audiencia no se cumple con el servicio público”.
Prueba de esta búsqueda del “servicio público”, y según fuentes de la Corporación, el grupo RTVE dedica un 21,2% a la programación cultural en todos sus canales (7.704 horas de emisión). La que concentra mayor “actividad cultural”, como era de esperar, es La 2, con un 94, 5% (6.871 horas de programación), si bien La 1 le dedica el 4% (287 horas). Las mismas fuentes registran una audiencia del 10,2 % para los programas culturales de La 1 y un 2,8% para La 2.
[Fortunata y Jacinta, en alta definición]
¿Es suficiente? El director de cine Jaime Rosales considera que TVE está transformándose para sobrevivir a los cambios tecnológicos: “Existen programas adecuados aunque también hay margen de mejora. La única receta que se me ocurre es la de aceptar riesgos y promover la originalidad frente a la imitación”.
Por su parte, Caballero apunta a la falta de definición de TVE en este ámbito: “Los programas de entretenimiento están ocupando la mayor parte de la parrilla. Las supuestas minorías interesadas por disciplinas genuinamente artísticas son ignoradas. España es el único país de la UE que se ha desentendido de corregir legislativamente esta deriva”. Una deriva que Ordovás ejemplifica en la reciente emisión de Cover Night, un programa en el que participa Miguel Bosé como jurado: “Si TVE no tiene nada mejor que ofrecer apaga y vámonos”.
Divulgar, no entretener
Para Sabino Méndez, compositor, escritor y guitarrista, que ha pasado por programas como Página 2, “TVE no se atreve a dar el paso definitivo de olvidarse de una vez por todas de los índices de audiencia y ser una emisora pagada por nuestro dinero público para no competir en ese campo, para divulgar, no para entretener. Competir por el entretenimiento no es cosa de una televisión pública. Ahí siempre será una segundona”.
La cultura europea, en canal
Una de las cadenas de referencia en el ámbito cultural (y en tantos otros) es la BBC. Con 500 millones de libras de presupuesto para programación cultural, ha emitido espacios históricos como Open Door en lo setenta y The Culture Show entre 2004-2015. Además de su web BBC Culture (con información de cine, literatura y arte), emite programas como Libros que hicieron Gran Bretaña en BBC One, Entre las cubiertas (con Sara Cox en BBC Two), La vida secreta de los libros (BBC Four) y Escribe alrededor del mundo, con Richard E. Grant (BBC Four).
De Francia nos llegan los ecos de La Grande Librairie, programa de France 5 creado por el periodista, crítico literario y productor François Busnel y presentado por Augustin Trapenard. El grupo France Télévisions dedica bastante tiempo a la cultura en cada uno de sus canales, como en France 4, especializado en emitir conciertos y obras de teatro. Uno de los favoritos de los “culturetas” franceses es Arte, que comparte propiedad con Alemania y del que La 2 ha emitido numerosos documentales.
La televisión pública del país teutón también exhibe músculo con Kulturzeit, programa de información cultural nacido en 1995 en la cadena ZDF (la segunda cadena de la televisión pública). En Alemania pesa aún la herencia dejada por Marcel Reich-Ranicki y su programa El cuarteto literario, desde donde promocionó, también en la ZDF, la obra de Javier Marías. Destaca también en el ámbito cultural Portal 3sat, un proyecto conjunto de las emisoras de televisión públicas de Alemania, Austria y Suiza.
Gestionado por Rai Cultura, el canal público dedicado en Italia a la creación, con permiso de algunos espacios de Rai 3, es Rai 5, con programas como Concerti di música classica, Cool Tour Arte o I grandi della letteratura italiana, presentado por Edoardo Camurri.