Frank Lloyd Wright y el valor de las ideas
Frank Lloyd Wright
6 noviembre, 2009 01:00Maueta del Club Deportivo Huntngton Hartford (Sin construir), Los Ángeles, 1947
Ahora la situación se repite a la inversa y llega al Guggenheim de Bilbao la obra de Wright que ha sido expuesta en Nueva York, conmemorando el 50 aniversario del primero de los museos Guggenheim y la muerte de su creador.
Comienza la exposición con el impresionante telón del teatro Hillside, en Taliesin III. Como si asistiéramos a un espectáculo teatral de primer orden, la función se inicia y sus actores comienzan a deslumbrarnos. Si las neutras telas de la exposición de Gehry en Nueva York transformaban y matizaban la luz blanca de un espacio blanco, el colorido telón de la exposición de Wright en Bilbao nos introduce en una representación que llena de color todas las salas del museo.
Organizadas las primeras salas de modo cronológico, sin apenas uno darse cuenta la exposición se va transformando en una descripción temática de los proyectos más relevantes -el edificio de oficinas S.C. Johnson & Son, Inc., el club Huntington Hartford, por citar algunos- hasta llegar al monólogo final del museo Guggenheim de Nueva York que cierra toda la representación. El grupo de actores -más de doscientos planos y dibujos, maquetas y proyecciones- se encargarán de ponernos en situación, de explicarnos el contexto y las ideas del genio de Frank Lloyd Wright de toda una vida, donde los protagonistas se irán desvelando poco a poco: la sinagoga Beth Sholom o el Templo Unitario son ejemplos en los que el público podrá introducir la cabeza en su interior, participando de lleno en la escena.
Los planos son un lujo, una delicia. Verdaderas obras de arte, expuestas en vitrinas que evocan el tablero de dibujo en el que el arquitecto deposita sus ilusiones, sus conocimientos y sus sueños. Podremos imaginar que somos el propio Wright que, con cuidado y de manera minuciosa, revisa y matiza el trabajo de sus colaboradores. Descubriremos entonces los detalles, el trazo de la línea, las anotaciones a los lados, arriba, debajo… matices que nos hablan de otra época, donde arte y técnica se unían para alcanzar tan sólo la belleza que supone crear y creer en lo que uno se propone, en el valor de las ideas y en no perder esa capacidad de soñar y de utopía que la economía de mercado de hoy parece haber desterrado para siempre.
Si su atención les merece, se perderán horas y horas en unos dibujos en los que podrán apreciar los cambios, las certezas y las dudas -algo así como los famosos arrepentimientos del maestro Velázquez- de la creación de unos espacios que no quieren ser limitados y contenidos por los muros, quieren ir más allá, libres, infinitos quizás, fundidos y mezclados con la naturaleza que tanto amó Wright en vida y que aparece atrapada ya en sus edificios para siempre. Se trasladarán por la multitud de historias cruzadas que aparecen en ellos de manera similar a como El Bosco nos seduce con el universo creado en su Jardín de las Delicias.
Hay exposiciones que se convierten en un alarde de las capacidades de los comisarios y en las que salimos igual que entramos; otras nos describen bien lo que vemos y salimos satisfechos tras visitarlas; y otras, las menos, además de lo anterior, nos dejan tocados por dentro y nos animan a soñar. Esta exposición comisariada por Thomas Krens, David van der Leer, Mónica Ramírez-Montagut y María Nicanor es una de estas últimas. A ellos y al equipo de la Fundación Frank Lloyd Wright se les debe la calidad del guión, su puesta en escena, el excepcional catálogo y la elección de los actores, todos de primer orden. Y todo enmarcado en una escenografía de lujo. El telón está subido y muchos somos los que deseamos que no se baje nunca.
Los edificios
Frank Lloyd Wright, Los edificios publicado por La Esfera de los Libros, recoge el estado actual de los principales edificios no residenciales del arquitecto americano en más de trescientas páginas en las que se incluyen textos, planos, dibujos y, sobre todo, una extensa colección de fotografías, muchas de ellas inéditas y sorprendentes. La monografía se convierte así en un complemento perfecto al catálogo de la exposición pues podrán contrastarse las ideas planteadas en planos y dibujos con su realidad construida.