Bret Easton Ellis: "Nunca quise hacer novelas generacionales"
"¿Quiénes sois todos vosotros?", pregunta a la audiencia un sorprendido Bret Easton Ellis, que no acierta a comprender por qué un numeroso grupo de españoles está emplazado un martes al final de la tarde en un centro de la Complutense dispuesto a escuchar las paridas que el autor de American Psycho tenga que decir sobre su nuevo libro, Suites imperiales. Lo de paridas no es peyorativo, no del todo, porque el escritor confiesa, al poco de empezar su conversación pública con Ray Loriga, que, con frecuencia, harto de complejas preguntas sobre sus novelas -las que le formulan periodistas, lectores...- tiende a inventarse respuestas complacientes. O no. Y lo dice en serio, o no, porque este autor es, con sinceridad, una comedia, todo él impredecible, espontáneo y muy sarcástico, nada que ver con el hombre oscuro que se dibuja en muchas entrevistas, con el depresivo, el cabreado o con la persona que, incluso, podría asociarse a tendencias suicidas.
Y dice él: “¿Que qué pienso del suicidio? ¿Cómo forma de vida, quiere decir? Pues la verdad es que nunca he sentido un dolor tan intenso como para suicidarme, el que siento es, digamos, más normal”, responde de nuevo con sorpresa Easton Ellis ante la pregunta de un miembro del público interesado por anotar una posible semejanza con el desaparecido David Foster Wallace. Un poco irónico remata: “Lloré cuando leí de su muerte en el New Yorker, pero ahora, cuando hablo mal de él, porque no me gustaba su obra, me miran mal porque no se puede hablar así de alguien que se ha suicidado”.
"Por fin he decidido ser honesto"
Así es Easton Ellis, mucho más parecido a la normalidad de un americano acatarrado en Madrid y cuyas preocupaciones se relacionan más con cómo lavar los calzoncillos que ha acumulado durante su gira europea (le cobraban 10 euros por cada uno en el hotel y le daba apuro al hombre pasárselos a la editorial, Mondadori, por cierto), que con las tremendas preguntas que le lanzan los periodistas y seguidores de todo el mundo.
Sobre todo los franceses, que según él se toman “demasiado en serio” todos los libros: “Estos días atrás en Francia me preguntaban por la metaficción, por si soy yo el que habla en un libro escrito por mí que a su vez alude a otro libro escrito por mí y de un personaje de una película sobre un libro mío”. Pura entelequia. El caso es que él simplifica la ecuación y, abrumado ante tanta lectura de su subsconciente, lecturas que van más allá de lo que él ha tratado de decir con sus relatos, vuelve a quitarse importancia y explica sus narraciones: “En el fondo todo ha tratado de curarme, de eliminar mi dolor. Unos hacen yoga, otros consumen drogas y yo escribo. Escribir una novela me permite concentrarme y narrar la crisis principal de mi vida en cada momento”. Y esas crisis, también las de Suites imperiales, que retoma la de los personajes de Menos que cero, se reducen a esas palabras tan habituales e impulsoras de casi toda literatura: “Soledad, miedo a la alienación, etcétera”, supone Easton Ellis, que de nuevo ha urdido una obra sobre un hombre que, justamente, tiene su misma edad y problemas similares. “Después de muchas preguntas he conseguido ser honesto y admitir que mis libros son mucho más autobiográficos de lo que he siempre he dicho”.
“Mi estilo se parece al Twitter”
Luego está la cuestión del estilo, también planteada en un esfuerzo conjunto por el otro invitado -un Ray Loriga con un misterioso acento tejano-, y el público presente. Pues lo mismo que con los temas, según le convenga al escritor, que a veces ha recurrido al minimalismo -“estaba de moda y me venía bien en la época de Menos que cero- y otras a giros más barrocos (Glamurama). En el caso de su nueva obra, ha bebido del estilo guión, porque le convenía si iba a escribirla alguien que se dedicaba a ese negocio: “Hay tres actos, una introducción, diálogos expositivos... Me pareció interesante que el protagonista, como buen narcisista que es, la narrara a su manera”. Y, sin embargo, su propio estilo también está en el libro, aunque dosificado, paseado con bozal, puesto que reconoce que se contiene cuando quiere describir cosas de una manera que al personaje no le cuadrarían: “Me pongo limitaciones, elimino ideas tóxicas que hay en mi interior. En American Psycho me hice una lista de cosas que el personaje no podía decir. Por ejemplo, siendo un hombre tan superficial, supe que tenía que eliminar la metáfora, porque era imposible que él dijera algo de una forma distinta a la que la veía”. Volviendo a Suites imperiales, Easton Ellis asocia su nueva voz estilística al twitter: decirlo todo con cada 140 caracteres.
En esa concentración de significados de cada frase, sigue confesando, hay influencias de todo tipo: “Es que soy una esponja, he querido parecerme a Hemingway, a Joyce... a quien estuviera leyendo en cada momento. Ahora soy un lector muy aburrido que lee lo que la clase media alta americana”. Y recomienda, antes de pasar página y llevarse de nuevo el pañuelo blanco a la nariz, la lectura de Freedom, de Johnatan Franzen, uno de sus últimos hallazgos.
A lo que nunca ha renunciado y que defiende a conciencia es a su vocación de situar temporalmente sus trabajos, a que en ellos aparezcan los emblemas de cada época, desde el dinero a las marcas de ropa pasando por el cine o la música: “Me decían, si pones fecha en tus libros es la muerte, porque nunca serán atemporales, y yo les decía: ¡No!”. Así las cosas, ¿son las de Easton Ellis novelas generacionales como habitualmente se las ha concebido? Pues tampoco: “No, nunca ha habido nada más que no fuera yo mismo y las cosas que me asqueaban. Menos que cero era el producto de la rabia que sentía por tener que hacer ciertas cosas que no quería hacer. Yo nunca quise crear una criatura de los ochenta, pero resultó que mucha gente conectó con ella. Sois vosotros los que habéis hecho de él un símbolo generacional”.