
Imagen de archivo de un padre y su hija en el supermercado.
El error más común de las familias españolas al intentar ahorrar en el supermercado: así es como puedes evitarlo
Pequeños gestos como comparar precios por kilo o planificar menús semanales pueden marcar la diferencia en la economía doméstica.
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En un contexto de inflación persistente y aumento del coste de la vida, el ahorro familiar en el supermercado se ha convertido en una prioridad para millones de hogares españoles. Cada euro cuenta, y la cesta de la compra representa uno de los mayores gastos mensuales para las familias.
Optimizar este gasto no solo ayuda a llegar con más holgura a fin de mes, sino que permite liberar recursos para otros objetivos esenciales, como el ahorro, el ocio o la educación de los hijos. La diferencia entre una compra impulsiva y una compra planificada puede suponer cientos de euros al año.
A pesar de ello, muchos hogares siguen cometiendo errores habituales a la hora de llenar el carrito: comprar sin lista, dejarse llevar por ofertas poco transparentes o priorizar productos que parecen más baratos, pero que en realidad tienen menor rendimiento.
El error más común
En este escenario de apretarse el cinturón, muchas familias intentan aplicar estrategias de ahorro cuando hacen la compra, pero no siempre con el éxito esperado. La buena intención no siempre se traduce en resultados reales si no se acompaña de una mirada crítica y una comprensión profunda de cómo funciona el consumo diario.
De hecho, existe un error muy común que cometen numerosos hogares españoles al intentar ahorrar en el supermercado. Un fallo tan extendido como invisible, que puede echar por tierra cualquier esfuerzo bien intencionado por controlar el gasto mensual.
Concretamente, el error más común entre las familias españolas a la hora de hacer la compra en el supermercado es fijarse únicamente en el precio final del producto, sin analizar su valor real o su relación coste-beneficio.
En otras palabras, muchas veces se elige lo más barato a simple vista, sin tener en cuenta aspectos clave como el precio por kilo o litro, la calidad del producto, su duración en casa o si realmente se necesita.
Este enfoque puede generar un doble efecto negativo: por un lado, se termina comprando productos que parecen económicos, pero que en realidad no lo son tanto, ya sea porque vienen en envases más pequeños o tienen menor rendimiento.
Por otro, se incentiva el desperdicio alimentario y el gasto innecesario, ya que muchas de esas compras terminan en la basura o no encajan con lo que realmente necesita la familia. Ahorrar de verdad implica mirar más allá de la etiqueta del precio, planificar bien y saber comparar, algo que muchas veces se pasa por alto.
La realidad del ahorro
En este contexto, resulta conveniente tener en cuenta otro aspecto en cuanto al ahorro familiar, y es que las grandes superficies suelen ofrecer precios más bajos gracias a su poder de compra en masa, lo que les permite obtener descuentos por volumen y trasladar estos ahorros a los consumidores.
Esto hace que los supermercados sean una opción atractiva cuando se busca abastecerse de productos básicos, especialmente aquellos que no dependen tanto de la frescura o la temporada.
Además, en estos grandes establecimientos, también se suelen encontrar ofertas y promociones que permiten comprar a precios más reducidos, como descuentos en productos de marca blanca o ventas de productos en grandes cantidades.
Esto puede ser ventajoso para quienes prefieren hacer una compra más grande y menos frecuente, lo que a menudo ayuda a reducir el gasto semanal.
No obstante, las tiendas locales, aunque a veces puedan tener precios ligeramente más altos, ofrecen ventajas que pueden justificar el costo adicional. Uno de los aspectos más atractivos es la frescura de los productos, especialmente en lo que respecta a frutas, verduras, pescados o productos de charcutería, que a menudo provienen de proveedores locales.