La postura oficial de Reino Unido ante la esclavitud quedaba clara el 29 de noviembre de 1781 cuando, tras un incidente en el habían muertos 142 esclavos, John Lee, el viceministro de Justicia de la Corona británica, declaraba: "Los negros son cosas. Así que, como cualquier otra propiedad, tirar un negro al mar es como tirar un caballo".
Ese mismo año, el buque negrero Zong había partido de Ghana rumbo a Jamaica con 442 esclavos en sus bodegas. Tres meses después, divisaron su destino, pero, pensando que era la isla La Española, se desviaron de su rumbo, por lo que se quedaron sin agua potable, lo que provocaría la muerte de su valiosa carga humana. El problema era que las coberturas de su seguro no cubrían ese tipo de muerte, así que decidieron tirarlos por la borda y declararlos como perdida de carga para poder cobrar la indemnización.
3 días después, 142 esclavos fueron asesinados brutalmente, arrojados al Mar Caribe.
Cuando los dueños del Zong reclamaron a sus aseguradoras la compensación económica por la pérdida de los esclavos, estas se negaron a pagar, así que fueron a juicio, durante el cual se dictaminó que, en algunas circunstancias, la eliminación de esclavos era legal, y que se podría reclamar que el seguro se hiciera cargo económicamente de dichas muertes.
Cuando la noticia se hizo pública, se desencadenaron una serie de acciones por todo el mundo que sentarían las bases del movimiento por los Derechos Humanos. Mientras tanto, los esclavos en Norteamérica sabían que, desde 1687, solo tenían un lugar en el que refugiarse y esconderse, un santuario: la Florida española, el lugar en el que se forjó la leyenda de Francisco Menéndez.
Este santuario fue el primer territorio de los actuales Estados Unidos de América donde la población negra era libre y no existía segregación. Desde 1693 cualquier esclavo que llegase a Florida podía vivir libre cumpliendo tan sólo dos condiciones: abrazar la fe católica y contribuir a la defensa del imperio.
Uno de aquellos esclavos británicos había sido apresado, siendo un adolescente, en la Angola portuguesa, y llevado a bordo de un barco negrero a la Carolina británica. En poco tiempo este joven esclavo logró huir y se refugió entre los indios yamasee, con quienes comenzó a combatir a los ingleses.
Acabó llegando a San Agustín, la ciudad más antigua de los futuros Estados Unidos, en Florida, en 1724, donde recibió asilo. Allí fue bautizado con el nombre de Francisco Menéndez y, como parte del trato para obtener su libertad, se alistó en las milicias negras que defendían la ciudad de los piratas y corsarios ingleses que de manera continua atacaban las posesiones españolas en América.
En 1727, durante la defensa de San Agustín frente a los británicos, Francisco destacó como un excelente líder y combatiente, por lo que se le otorgó el rango de capitán de las milicias del ejército español en Florida, convirtiéndose en el primer oficial militar afroamericano de la historia, además de ser nombrado comandante del Fuerte de Gracia Real de Santa Teresa de Mosé, donde habitaban la mayor parte de los esclavos libres.
Deseosos de venganza y movidos por la gratitud hacia España, los milicianos de Menéndez juraron ser los enemigos más feroces de los ingleses y derramar hasta la última gota de sangre en la defensa de la corona española y la fe católica.
En junio de 1740, Inglaterra atacaba de nuevo San Agustín, en una acción concebida por el gobernador de Georgia. Para ello organizó una fuerza de 600 soldados regulares del 42º Regimiento de Infantería, 400 hombres reclutados entre los colonos y 1.200 guerreros más de los indios alachuas.
Su primer objetivo fue el Fuerte Mosé, que cayó sin remedio ante la superioridad numérica de los ingleses y que obligó a Menéndez y su milicia a resguardarse en San Agustín. La guarnición de la ciudad fue llamada a las armas mientras que la población civil se refugió tras las murallas del Castillo de San Marcos, la principal estructura defensiva de la capital colonial.
El gobernador español, Manuel de Montiano, dio orden de contraatacar para recuperar Fuerte Mosé, ya que tenía una gran importancia estratégica, y organizó un pequeño destacamento de 300 hombres entre tropas regulares del ejército y milicianos bajo el mando de Menéndez.
El asalto comenzó la madrugada del 25 al 26 de junio, dos horas antes de que los soldados británicos se despertasen, de modo que no pudieran preparar sus armas para la defensa. 70 de los 100 que defendían el fuerte murieron en combate cuerpo a cuerpo con espadas y mosquetes durante un ataque sorpresa que acabaría destruyendo por completo el fuerte.
La milicia de Menéndez combatió con tal bravura que mereció los elogios del gobernador Montiano, que les pidió que abandonaran el destruido Fuerte Mosé y se trasladaran a vivir a San Agustín, donde comenzarían una nueva vida como ciudadanos libres e iguales completamente integrados en la sociedad.
Tras esta victoria, Menéndez hizo una petición directa al rey de España para pedirle un salario mediante dos cartas en las que argumentaba que había tomado las armas para proteger la ciudad de San Agustín y la soberanía de la Corona sin haber pedido jamás nada a cambio. El gobernador hizo la misma recomendación al rey, pero jamás se recibió repuesta desde España.
Quizá por eso Menéndez y algunos de sus hombres acabaron enrolándose en un barco corsario, fletado por la ciudad de San Agustín, con el que pretendían que Inglaterra tomara de su misma medicina, pero, en 1741, el buque fue capturado por el HMS Revenge, un navío de línea de 70 cañones contra el que los españoles nada podían hacer.
Cuando los ingleses descubrieron su identidad, amenazaron con castrarle en venganza por la sangrienta batalla de Fuerte Mosé, pero optaron por castigarle con 200 latigazos y aplicarle sal en las heridas para que no curasen. Fue enviado como esclavo a las islas Bahamas, pero consiguió huir de nuevo y volver a San Agustín, donde ayudó a la reconstrucción de Fuerte Mosé, siendo nombrado de nuevo su comandante, en 1752.
En 1763 España cedió Florida a Inglaterra a cambio de La Habana, que había sido tomada por los británicos durante la guerra de los Siete Años, por lo que la mayor parte de la población española abandonó la colonia, entre ellos los milicianos negros y Menéndez, pues se negaban a vivir bajo la bandera británica, así que se trasladaron a Cuba.
Francisco se mudó con su esposa a la provincia cubana de Matanzas, donde fundaría, junto a sus compañeros, una nueva comunidad a la que llamaron San Agustín de la Nueva Florida, la actual Ceiba Mocha. Tiempo después se mudaron a La Habana, donde se le pierde el rastro de manera definitiva.
Algunos historiadores afirman que volvió a unirse a la milicia de La Habana y que él o sus descendientes podrían haber vuelto a Florida junto a Bernardo de Gálvez en su exitosa expedición de 1781 en la que apoyaba la independencia de las colonias británicas americanas.
Florida volvió oficialmente a manos españolas en 1783, pero ya nadie volvió a las ruinas del Fuerte Mosé para reconstruirlo. Lo que quedaba del emplazamiento fue ocupado en 1812 por un regimiento estadounidense que fue expulsado de la zona por las autoridades españolas, las cuales decidieron destruir lo que quedaba de la fortificación con el fin de que no se repitiera el incidente. Florida pasaría a dominio estadounidense de manera definitiva en 1819.
Hoy en día apenas queda rastró de él, salvo un pequeño bosque que recuerda su ubicación. En 1994, la zona fue declarada Monumento Histórico Nacional y fue incluida en el Registro Nacional de Lugares Históricos. Además, el Servicio de Parques Nacionales incluyó a Fort Mosé como sitio precursor del National Underground Railroad Network to Freedom.
La historia de Francisco Menéndez y sus milicianos negros es reivindicada en la actualidad por la comunidad afroamericana estadounidense como parte de su legado español, llevándose a cabo recreaciones históricas de la conocida como "Batalla de Bloody Mose". Ellos no olvidan que, gracias al asilo que concedió España a aquellos esclavos, Fuerte Mosé fue el primer asentamiento de Norteamérica formado por negros libres.
[Úrsula Graham Bower, la británica que lideró a una tribu contra los japoneses durante la IIGM]
Pese a que la esclavitud fue prohibida en el año 1949 por la Declaración de Derechos Humanos de la ONU, su práctica sigue vigente. En la actualidad, hay más personas en situación de esclavitud que en cualquier otro período de la historia, casi 50 millones de esclavos, la mayoría realizando trabajos forzados o atrapados en matrimonios de conveniencia en contra de su voluntad.
El Departamento de Estado de los Estados Unidos de América estima que cada año más de 600.000 hombres, mujeres y niños son víctimas de tráfico de personas a través de fronteras internacionales. Curiosamente, en un estado de este país la esclavitud sigue siendo legal a día de hoy: Luisiana, donde los trabajos forzados en sus cárceles no solo son legales, sino que son un castigo que los presos pueden recibir al cometer determinados delitos.