Cuando en 1976 George Lucas buscaba localizaciones para rodar su ópera espacial, Star Wars, decidió emplear una pequeña isla tunecina como escenario del planeta desierto Tatooine, el lugar donde había sido escondido el joven Luke Skywalker junto a sus tíos.
Se trataba de la isla mediterránea de Djerba, al sureste de Túnez. Allí Lucas situó la vivienda de Obi-Wan Kenobi, el lugar donde Luke sostiene por primera vez un sable láser y ven el mensaje que la princesa Leia había escondido en R2-D2. En esta isla también se encontraba la localización de la legendaria cantina del puerto espacial de Mos Eisley, el peligroso antro al que llegan Luke y Obi-Wan junto a sus androides en busca de un piloto y la nave más rápida de la galaxia: Han Solo y su Halcón Milenario.
En la actualidad, esas y muchas otras localizaciones grabadas en Túnez forman parte del encanto y del paisaje como monumentos en honor a la considerada como una de las mejores películas de la historia y que son visitados cada año por millones de personas. Lo que pocos de esos turistas saben es que, en esa misma isla en la que George Lucas inicio la historia de su héroe, existió otro monumento menos encantador, un terrorífico y macabro recordatorio de qué era lo que ocurría cuando te enfrentabas al pirata Dragut, el señor de Burj Al-Rus, la torre de calaveras españolas.
Desde el siglo XVI, los otomanos y berberiscos se convirtieron en una de las mayores amenazas de los reinos cristianos de la costa mediterránea, sobre todo para España. Las flotas turcas asaltaban barcos, hacían incursiones en las ciudades costeras convirtiendo en esclavos a sus habitantes y convertían en peligrosas las rutas comerciales del Mediterráneo, obligando a desviar importantes y valiosos recursos que debilitaban otros puntos más estratégicos para la corona.
Una de las figuras más temidas de la época fue la de Turgut Reis, también conocido como Dragut, un corsario, pirata y destacado almirante otomano que fue la pesadilla de los españoles por todo el mar Mediterráneo.
Dragut nació en la costa turca del mar Egeo, en una localidad que hoy se denomina Turgutreis en su honor, en el seno de una humilde familia de pescadores. Ávido de aventuras, se enroló como marinero en uno de los barcos de guerra de la flota de otro legendario otomano, que lo convirtió en su protegido: Jeireddín Barbarroja, almirante del sultán Solimán I el Magnífico.
Su valentía, su arrojo, su temeridad, su capacidad de liderazgo y su odio contra los españoles le valió para dirigir su propia flota durante años, poniendo en jaque a la cristiandad mediterránea, hasta que el emperador Carlos V decidió darle caza para acabar de una vez por todas con su reinado de terror.
Para ello, el emperador reunió una flota especial bajo el mando del almirante genovés Andrea Doria, posiblemente una de las figuras más sobrevaloradas de la historia de España, que venció a Dragut el 15 de junio de 1540, en la batalla de Girolata, en la costa oeste de la isla de Córcega.
Aprovechando que la tripulación de las naves otomanas estaba en tierra repartiéndose el botín de sus últimos saqueos, la flota hispano-genovesa los derrotó rápidamente, capturando sus 11 galeras y haciendo 1.200 prisioneros, entre ellos al propio Dragut, que fue enviado a una galera genovesa como esclavo durante cuatro años en los que comía, dormía y remaba encadenado a un banco hasta que, en 1544, Barbarroja compró su libertad pagando una fortuna por su rescate. Aunque luego lo consideró un error, Doria consintió la liberación de Dragut para ganarse un favor en el caso de que alguno de sus sobrinos cayera en manos otomanas. El tiempo demostraría que fue una de las peores decisiones de su vida.
De marino a pirata
Tras el fallecimiento de su protector en 1546 en su palacio de Constantinopla, Dragut abandona la marina del sultán, forma una flota pirata y establece su base de operaciones en la isla de Djerba, desde donde sembró el pánico de nuevo en las costas mediterráneas, por lo que Andrea Doria vuelve a recibir de nuevo el encargo de capturarlo.
El pirata fue acorralado en su propia isla y su fortaleza, asediada por los españoles, ignorantes de que tenía varios barcos varados en tierra a los que había engrasado la quilla para poder arrastrarlos y escapar del asedio por el otro lado de la isla, huyendo a Constantinopla, donde fue recibido como un héroe.
Como recompensa por su bravura, Solimán El Magnífico le entregó Trípoli y el territorio circundante, concediéndole el título de Sanjak Bey, comandante en jefe de toda la flota otomana, compuesta por más de un centenar de galeras y alrededor de 20.000 hombres. Al mando de su temible ejército arrasó Malta, Córcega y Calabria, capturando miles de esclavos para el imperio, además de recuperar Trípoli en 1551, que llevaba en manos de España y de los caballeros de San Juan de Jerusalén desde 1510.
Y regresó a su isla de nuevo, Djerba, para descansar y reponer fuerzas.
La venganza de Dragut
En 1559, instigado por el Gran Maestre de la Orden de Hospitalaria, Jean de La Valette, y el virrey de Sicilia, Felipe II decidió aprobar una nueva expedición para acabar de una vez por todas con el pirata y recuperar Trípoli para la cristiandad.
Noventa barcos y más de 12.000 hombres partieron de Siracusa, en la actual Sicilia, bajo el mando, de nuevo, de Andrea Doria y del duque de Medinaceli quienes, tras comprobar las defensas otomanas, decidieron que sin cañones de artillería sería imposible tomar la ciudad. Por ese motivo despacharon mensajeros a la isla de Malta solicitando artillería y enviaron a la flota a la isla de Djerba para reagruparse y apresar a Dragut.
Pero el pirata, de nuevo, consiguió escapar, no sin antes acabar con más de 6.000 españoles y más de la mitad de la armada española, que resolvió esperar los refuerzos en la isla. Dos meses después, a principios de 1560, las velas de 90 galeras asomaron por el horizonte, pero no eran los refuerzos esperados, sino el pirata que regresaba para cobrarse su venganza.
Entre los españoles cundió el pánico, con discusiones sobre si combatir al amparo de las débiles defensas de la isla, si hacerlo en mar abierto o retirarse. Se impuso esta última opción, pero los barcos de Dragut acabaron con casi todos los que huían. En el fuerte de Djerba quedaron 5.000 hombres, de los que solo 3.000 eran soldados y el resto marineros, que tuvieron que soportar un asedio de tres meses, durante los cuales fueron conscientes de que los refuerzos jamás llegarían, ya que habían sido destrozados por una tempestad, aunque ellos no lo sabían.
Así que, en julio de 1560, rindieron la plaza, pero Dragut no aceptó rendición alguna. No hubo piedad, no se hicieron prisioneros ni esclavos, no se aceptó rescate alguno por ningún alma y ordenó decapitar a los 5.000 supervivientes, limpiar sus cráneos y sus huesos y, junto con barro, construir en la playa una torre levantada con calaveras españolas y adobe, sobre una base de huesos de brazos y piernas, para que pudiera ser vista desde el mar, a millas de distancia.
Este macabro monumento serviría como advertencia disuasoria ante futuros intentos de conquista. La próxima vez que alguien quisiera atacar de nuevo su isla, seguramente se lo pensaría dos veces.
Buj Al-Rus, literalmente la Torre de las calaveras, una construcción que medía más de 10 metros de altura y siete y medio en su base, se mantuvo en pie, como un terrorífico recordatorio de lo ocurrido en aquella isla durante casi 300 años, hasta 1848, año en que el rey de Túnez ordenó su demolición y se dio sepultura a los restos humanos que la constituían. Tiempo después se erigió un monolito en recuerdo de aquella torre y de los miles de almas que formaron parte de ella.
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La muerte del pirata
Turgut Reis, Dragut, fue convertido en un héroe patrio y acabó sus días en el asedio otomano de Malta, el 23 de junio de 1565, a los 51 años de edad, tras ser herido durante el sitio del Fuerte de San Telmo, cuando un cañonazo le hirió mortalmente en el cuello. Vivió lo suficiente para saber que el fuerte había sido tomado, facilitando la conquista de Malta de manos cristianas.
Fue enterrado en Trípoli, se levantaron monumentos en su honor por todo el imperio otomano y bautizó su ciudad natal, plazas, avenidas, escuelas y muchos de los navíos de guerra turcos, que todavía en la actualidad, llevan su nombre. Su figura ocupa un lugar destacado en Turquía como uno de los héroes más importantes de su historia.
Durante tres siglos, si navegabas cerca de la isla de Djerba y llegabas a ver el reflejo del sol sobre los huesos de aquella torre, era porque estabas demasiado próximo a los dominios de Dragut, comandante en jefe de la flota otomana, protegido de Barbarroja y señor de Burj Al-Rus, la Torre de calaveras españolas.