¿Estuvo usted en Suances allá por finales de los ochenta o a lo largo de los noventa? ¿Se dio un paseo por la playa de La Concha y decidió culminar la tarde con una copa en el pub El Varadero? ¿Una camarera morena y bajita le atendió al otro lado de la barra? Pues era la futura presidenta de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga (Suances, Cantabria, 1968). La primera mujer al frente de la región y la culpable de que Miguel Ángel Revilla ya no despliegue su cuñadismo inempatable desde la sede del gobierno cántabro, aunque los ocho diputados del Partido Regionalista de Cantabria se antojen fundamentales para esquivar el pacto con Vox y ya los haya puesto a disposición del PP.
Su victoria y sus posibilidades de gobierno, sobre todo, no entraban en las quinielas de Alberto Núñez Feijóo durante las semanas previas al pasado 28-M. Su nombre no era el más mencionado en Génova, entusiasmada la dirección nacional con otros candidatos. Sus casi seis años al frente del partido en Cantabria han estado minados, plagados de recelos desde el primer momento, desde el mismo congreso en el que fue elegida por tan sólo cuatro votos de diferencia en marzo de 2017. Pero teñir de azul Cantabria es la confirmación de una tendencia. El viento de cola con el que tomar Moncloa el 23 de julio.
También el notable para un denostado PP cántabro tras una campaña donde la obsesión fue identificar a Revilla con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como una especie ticket electoral soterrado. "Era muy difícil", cuenta la propia Sáenz de Buruaga en conversación con EL ESPAÑOL | Porfolio, "competíamos con la suma de dos y era muy difícil visualizar el pacto. ¿Viste aquello del lenticular? Me tenía obsesionada. En realidad era una coalición que llevaba 16 o 20 años, un bloque monolítico donde parecía que Revilla no era el PSOE. Revilla, al final, creo que ha sido una persona que ha agotado la paciencia de los cántabros y se ha pegado un gran batacazo".
Todo en Sáenz de Buruaga es insultantemente normal: podría ser su tía. Una mujer adicta a las novelas de Isabel Allende y a quien nadie regala adjetivos grandilocuentes, ni malos ni buenos, al preguntar sobre ella. "Soy muy sencilla, muy normal", confirma las sospechas ella misma al otro lado del teléfono, rematando las frases con una carcajada que genera una ligera inclinación a su favor. Reitera que es una mujer de partido, capaz de aguantar los desdenes que descargó la anterior dirección sobre ella, apta para ganar unas elecciones estoicamente y gobernar.
Hablábamos de El Varadero, ese bar de la costa cántabra que Sáenz de Buruaga abrió a los 18 años junto a su padre y en el que se arremangaba en verano, con la llegada de los turistas. "Fueron unos años preciosos. No puedes estar en política si no te gusta la gente. He sido abogada y aquello era como un confesionario: en un despacho y en un pub la gente escucha mucho", describe Sáenz de Buruaga las mejores cualidades de un camarero, perfecto para Don Draper. "Haces mucha sociología y psicología y se conoce muy bien a las personas", añade.
Suances y Santander
Sáenz de Buruaga compatibilizó aquello con su trabajo como abogada durante una larga etapa. Hasta que tuvo a su hija Araceli —"lo más importante de mi vida"—, fruto de su primer matrimonio, hace ahora 24 años. Hija de un marino mercante que combinaba sus 11 meses de honrada vida pirata en los mares con un mes en tierra—"crecí echando mucho de menos"— y de una ama de casa —"una mujer honesta dedicada a su familia"—, la futura presidenta cántabra empezó Física, se licenció en Derecho y se enroló en el PP en 1991, después de que Juan Hormaechea —que se libró de la cárcel por un indulto— dejara el partido hecho unos zorros.
"Vinieron a buscarme y mi madre me dijo: '¿Por qué no?' Me presente y no salí. En el 95, ya como número dos de la lista en mi pueblo, salí", cuenta. "Cuando entras tan joven no sabes ni que estás entrando en política. El centro derecha y el PP era algo que respirado en casa, sabía cuál era mi sitio. Entras a trabajar por tu municipio, pero te vas dando cuenta de la dimensión que va tomando esto", sigue Sáenz de Buruaga, que ostentó la portavocía popular en el Ayuntamiento de Suances hasta 2007. Desde 1999 combinó ese trabajó con su escaño en el Parlamento de Cantabria, del que fue Secrataria Primera. Desde el año 2000 se dedica en exclusiva a la política. Entre 2011 y 2015, ejerció como vicepresidenta y consejera de Sanidad del ultimo Gobierno cántabro del PP.
Poco a poco fue haciéndose importante tambien a nivel orgánico, aprendiendo los entresijos que supone gestionar un partido político como secretaria general de Ignacio Diego, entre 2004 y 2017. Ese año el PP de Cantabria se partió en dos: Sáenz de Buruaga se proclamó presidenta frente a Diego con el 50'22% de los votos.
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Las ha pasado canutas Saénz de Buruaga para ser presidenta. Casi seis años que al final han merecido la pena: en octubre de 2022 renovó por aclamación su puesto como presidenta del partido y la victoria del pasado 28 de mayo cura cualquier sinsabor pasado. "Ha sido largo y complicado, pero ha merecido la pena. Ahora soy mejor persona y política. Me siento mucho mejor preparada que nunca para afrontar lo que tengo por delante, todo lo que he vivido me ha fortalecido y hecho mejor", se arenga.
—La relación con Pablo Casado pasó por momentos de flaqueza.
—Sí. Pasado está, soy una persona que siempre miro al futuro, pero las relaciones con la dirección nacional del partido a partir de 2018 tampoco fueron fáciles. Aquello no ayudó, sino que contribuyó a hacerlo todo mucho más difícil.
—Lo de Ruth Beitia [la campeona olímpica que eligió Casado como candidata] sería un palazo.
—Claro, fíjate tú, era la primera vez que me presento a las elecciones, en 2019, después de un congreso interno muy complicado y con el partido aún en una situación de fragmentación, con un panorama político también muy difiícil: ahí estaba Ciudadanos con una potencia inmensa. Y encima habiendo designado la dirección nacional a Ruth Beitia como candidata. Cuando decide dar un paso atrás, soy yo la que tiene que cubrir el vacío de candidato [renunció a las dos semanas de ser designada, un desastre]. Uno llega como llega cuando tu propio partido te quita para poner a otra persona.
"Siempre hay que tirar para adelante", se repite el aforismo que ha convertido en virtud. Sáenz de Buruaga no murió remando en una orilla de Suances, ni de Santander, ni de Génova. El bar se llamaba así por una hermosa playa del Caribe en la que paraba su padre, todavía con la salud suficiente para verla convertida en presidenta de su tierra.