Todo niño tiene el sueño de convertirse en policía, futbolista, veterinario, astronauta, cantante, ahora también influencer... Y según se van haciendo mayores, las expectativas cambian, y rara vez acaba sucediendo lo que uno soñaba cuando era un crío. Y digo raro, pero no imposible, porque Rebeca lo consiguió.
Desde que Rebeca Atencia (Ferrol, 1977) era pequeña quería dedicarse en cuerpo y alma al cuidado de los animales. Lo tenía claro. Siempre iba al monte con su familia por lo que el "amor" por la naturaleza le caló de lleno. "Era mi obsesión y ya con nueve años decidí que quería estudiar veterinaria. Sabía que quería especializarme en animales salvajes, y la especie que a mí me parecía más curiosa por su cercanía a nosotros era la de los chimpancés, que son como humanos pero con un idioma diferente. Nuestros ancestros", dice Rebeca.
Y lo deseó tanto que así fue. Estudió veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid y trabajó con animales en cautividad en varios zoos y safaris buscando algún proyecto en el que pusieran en libertad a chimpancés, y el único lugar en el que lo hacían era en la ONG HELP Congo, en la República Democrática del Congo. Sin pensarlo dos veces, en 2005 se despidió de La Coruña y recorrió 6.074 km exactos hasta el país africano. "Venía para un año y ya llevo aquí 20", bromea Rebeca al otro lado del teléfono.
Ahora es la directora del Centro de Rehabilitación de Chimpancés de Tchimpounga y del Instituto Jane Goodall (IJG), el santuario más grande de toda África. Se dice que es la heredera de la gran Jane Goodall, prestigiosa etóloga británica mundialmente conocida por sus descubrimientos sobre la conducta de los simios y por el abrazo de Ulengue, chimpancé liberado por el IJG en Congo.
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Rebeca fue nombrada en 2018 como una de las 20 mujeres del futuro para la revista Newsweek. En 2019, el Ayuntamiento de Ferrol le concedió a Rebeca el Premio 8 de Marzo en reconocimiento a su trabajo y en 2020 recibió el Premio Nacional de la Sociedad Geográfica Española (SGE). También ha sido galardonada con el Premio Bienestar Animal del Colegio de Veterinarios de Madrid.
Este 8 de marzo, y con motivo del Día Internacional de la Mujer, se estrena a las 16:00 horas la segunda temporada de Jane Goodall: la esperanza de los chimpancés del canal de televisión Odisea, producido por AMC Networks, donde veremos a Rebeca liderar una serie de chequeos médicos para asegurar la liberación de los chimpancés en la naturaleza.
EL ESPAÑOL | Porfolio habla con Atencia para conocer más sobre su labor con esta especie y su relación con Goodall.
— ¿Cómo conoció a Jane Goodall?
— La conocí en España, pero fue un encuentro fugaz. Era cuando estaba colaborando para la creación de un centro de rescate en Villena (Comunidad Valenciana), que ya existe y se llama Primadomus, y ella vino para apoyar el proyecto. Cuando realmente la conocí fue en Congo cuando yo estaba en el proyecto de reintroducción de chimpancés y ella vino. Yo era la jefa de cargo, estaba sobre el terreno y con el equipo de reintroducción. Ahí fue cuando ella me ofreció trabajar y dirigir el instituto Jane Goodall. Ella antes solía venir una vez al año y estaba poco más de una semana, pero era un momento clave porque te daba consejos que luego aplicabas durante todo el año y realmente funcionaban. Yo le contaba lo que íbamos haciendo y los problemas o retos que teníamos y me daba un par de consejos que al aplicarlos hacía que cambiara todo. Y así pudimos levantar y resolver todos los problemas que teníamos. Aprendí mucho de Jane, sobre todo en la forma de comunicar. Yo siempre fui muy tímida y ella me enseñó que si no cuentas lo que haces, al final se queda aquí y ya, pero si lo compartes, tanto a nivel científico como social, otras personas pueden volver a hacer lo mismo en otro punto completamente diferente y en otro año distinto siguiendo tus pasos, y es algo muy bonito. Y también me enseñó a compartir tus propias experiencias e historias, porque así inspiras a otra gente sin darte cuenta a que sigan tus pasos o que ellos mismos sigan su propio camino, pero le inspiras porque ven que estás haciendo algo diferente.
El IJG es una organización sin ánimo de lucro creada en 1977 -casualidades de la vida que es el mismo año en el que nació Rebeca- por Goodall con el fin de comprender, proteger y reintroducir a los chimpancés y a otro tipo de especies como los gorilas, los mandriles o pangolines, y de luchar contra el tráfico ilegal y la caza furtiva. Todo ello lo consiguen gracias a un plan basado en la investigación y conservación de estos animales y también con la educación y sensibilidad ciudadana a través de iniciativas para impulsar a los jóvenes en la protección de estos seres vivos.
Rebeca cuenta a este periódico que 2024 va a suponer toda una revolución en la historia de la reintroducción de los chimpancés. "Vamos a reintroducir a una comunidad entera de chimpancés, y eso nunca se ha hecho. Es un grupo de 35 chimpancés en 108 hectáreas de selva virgen, donde hay hipopótamos, monos, y otros animales donde realmente tendrán unas condiciones increíbles. Es como un paraíso para ellos. Hemos hecho algunas otras reintroducciones, pero la que tenemos planificada para el año que viene es una más estructurada. Hemos pasado muchos años planificándola, mirando la psicología de cada individuo, su comportamiento, su relación con el grupo y la dinámica social de ellos para asegurar que se van a adaptar bien al entorno rural".
Este refugio trabaja en el continente africano con programas de rescate, rehabilitación y reintroducción de chimpancés. "Por un lado tenemos la reserva que protegemos en Tchimpounga en la que hay 200 chimpancés salvajes y donde los monitorizamos con cámaras que se activan y hacen una foto cuando un animal pasa por delante. Así los protegemos. Y por otro lado está el centro de rescate donde residen 150 chimpancés de todo el país", asegura Atencia. Asimismo, este centro cuenta con 24 pangolines, 22 tortugas y galápagos, tres gálagos, cinco cocodrilos, cinco mandriles y 10 monos.
— ¿Y qué hacéis con los chimpancés en el centro de rescate?
— Cuando son pequeños lo primero que hacen es pasar la cuarentena donde están con una madre adoptiva. Son bebés que han perdido a su madre y que han visto descuartizarla delante de sus ojos, entonces llegan con un gran trauma. Al principio trabajamos mucho con ellos para quitar ese trauma infantil y les damos confianza con otra madre, pero es adoptiva y humana. Luego se integran en un grupo con más chimpancés, pero aquí hay que tener cuidado porque siempre les hacen bullying al principio, entonces su madre adoptiva siempre va a estar con él.
— ¿Bullying?
— Sí. Al final este chimpancé va creciendo y lo llevamos a la selva, como si le estuviéramos llevando al colegio. Hay algunos que no quieren ir y se esconden tapándose los ojos con hojas como si así no los vieses, pero sigues viendo su cuerpo, entonces claro les dices: 'Veeenga a la selva'. Luego pasan el periodo de readaptación y ya con 8 o 10 años no puedes tener contacto con ellos, se reintroducen en un grupo más grande con un vallado entre el cuidador y el chimpancé. Utilizamos un vallado eléctrico alrededor de la selva o agua cuando están en una isla, que también es una barrera porque ellos no nadan.
Todo con la idea de que puedan introducirse en el grupo y podemos ver a donde estarán, porque algunos irán a una selva abierta y otros a islas. Es un proceso de readaptación de niños huérfanos y les enseñamos a sobrevivir para aprender sus habilidades y relaciones sociales. Hay muchos que tienen problemas porque han perdido la confianza o esa facilidad social a causa de un trauma y pierden la capacidad de comunicarse con otros. Entonces trabajamos mucho la psicología de cada uno.
Aunque también depende del chimpancé. Hay algunos con los que yo trabajo desde que son bebés y cuando son mayores y les llevamos a una selva muy grande les da miedo, y si están solos se acercan a la gente que conocen, ósea a mí, y te abrazan tan fuerte como diciendo: 'Tengo miedo, dónde me has dejado, por favor no me dejes solo. Pero luego empiezan a adaptarse y a relacionarse y se dan cuenta de que no pasa nada y ya no me hacen ni caso. Es un poco el miedo que también tiene un humano o un niño cuando le llevas a un sitio nuevo, y si está su madre ya le abrazan pensando: 'Apóyame psicológicamente en esta nueva vida'. Pues con ellos es igual.
— Y hablando de miedo, ¿no le da miedo estar en la selva?
— Lo curioso de la selva es que desarrollas órganos que ni recordabas que existían. El olfato es tan importante que te puede salvar la vida en la selva. Y eso que normalmente no lo usamos, pero es que los elefantes huelen, y los gorilas también. Cuando están cerca de ti de repente dices: 'Anda, pero si estoy oliendo a un animal' o 'ay, acaba de pasar un gorila'. Parece de película, pero es verdad. Tienes que desarrollar muy bien los sentidos. El oído también. Oyes a los elefantes como comen. Si ellos te oyen antes que tú a ellos se esconden y esperar para ir a por ti en el momento que pases por delante y así atacarte, y eso es peligrosísimo. Y luego la vista.
Tienes que tener los ojos muy abiertos por las serpientes, por ejemplo. Tienes que aprender a ver donde no hay nada, como en los típicos dibujos que hay una serpiente escondida, pero esta vez es venenosa y si la pisas te mata. Aquí hay unas que son las serpientes de Gabón que son del color de las hojas y tienen un colmillo que te puede atravesar la zapatilla o la bota. Yo todavía no las veo, están ahí entre las ramas y te esfuerzas en mirar y no lo ves, hasta que de repente un día aprendes a verlo y a ver animales mimetizados en la selva. Incluso reconoces aves. Si estás perdido en la selva, según los cantos que escuches sabes si estás cerca del agua, de la sabana, de la selva más o menos densa… Tienes que desarrollarlos mucho y aprender a leer la naturaleza para sobrevivir.
Atencia admite que ha vivido decenas de situaciones de riesgo en la selva. Muchos encuentros con elefantes e incluso con chimpancés en los que ha peligrado su vida. "Hay algunos que pasan de ti, pero los que han visto cazar a su familia son agresivos y se te enfrentan. Y los chimpancés que introducimos también pueden ser muy peligrosos y nos atacan si haces un comportamiento poco correcto. He vivido situaciones que me hacen pensar: 'Pero quién me mandó a mí venir al Congo, que hago aquí, que me van a matar'. O me mata el chimpancé que me ataca, o el elefante que me carga o las serpientes. Es como un Jumanji en la vida real".
Pero hay uno de esos encuentros en los que su vida cambió totalmente. Cuando un chimpancé le protegió de otro chimpancé. Un día en la selva un primate se abalanzó sobre ella, le mordió la cabeza y empezó a llamar a su grupo para que la atacaran. Por suerte uno de ellos resultó ser Kutu, a quien Rebeca le curó unas heridas meses atrás a causa de un encontronazo con otros chimpancés rebeldes. Kutu evitó que Rebeca muriera a manos de otros ejemplares, y Rebeca le puso a su primer hijo el nombre de Kutu en honor a aquel chimpancé que le salvó la vida.
— ¿Qué ha aprendido de los chimpancés?
— Antes pensaba mucho: 'Ay, los animales, que buenos son'. Pero eso sólo pasa con los perros, porque son el mejor amigo del hombre y aceptan todo. Puedes tener un problema que siempre te va a perdonar y no te va a juzgar. En cambio con los chimpancés no, es algo muy curioso. Son como los humanos y es lo que me fascina de ellos. Yo con los chimpancés he aprendido mucho del ser humano porque a nivel social son muy complicados, y ser aceptado en un grupo de chimpancés es muy difícil. Y yo he tenido que integrar chimpancés huérfanos en familias y que los acepten es como con los niños, que tienen su grupo y llega uno nuevo y le hace bullying y todo tipo de estrategias para que no se integre. Con los chimpancés es así. Son malos como los humanos y buenos como ellos. Entonces al final he aprendido muchísimo de los humanos gracias a los chimpancés. También he aprendido a ver lo bonito del ser humano. Tenemos mucha empatía y, al igual que tenemos capacidad de destruir, también de reconstruir. Los seres humanos nos parecemos a los chimpancés.
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Los primates son los animales que comparten más características similares con los humanos, como en tener un idioma con el que comunicarse, las relaciones sociales en grupos, conocimientos... Cerca del 99% del ADN es igual en humanos y chimpancés, según afirmó el Consorcio Internacional para el Genoma del Chimpancé en 2005. Es por ello por lo que muchos de sus comportamientos se ven reflejados en los del ser humano. Sin embargo, es una especie que se encuentra en peligro de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). De hecho, los chimpancés ya se encuentran extintos en cuatro países africanos: Togo, Benín, Burkina Faso y Gambia. El IJG afirma que a principios del siglo XX había una población de un millón de chimpancés en África. "En la actualidad esta cifra ha disminuido drásticamente, estimándose que hay entre 150.000 y 350.000 chimpancés en libertad", explica en su página web. Los gorilas, bonobos, gibones y orangutanes, entre muchos otros, se encuentran también en peligro de extinción.
"En parte viene potenciado por su desplazamiento a países de Europa para usarlos desde pequeños en anuncios como si fuesen muñecos, entonces se pierde el concepto de peligro de extinción, pero sí que lo están y la selva también está desapareciendo. La gente lo desconoce porque antes se veía mucho a chimpancés en películas y parecía que eran animales normales, como una mascota. Eso creó una idea errónea de los chimpancés y de la situación de peligro de extinción de la especie", apunta la veterinaria.
El deseo de Atencia de ayudar y proteger a los chimpancés es inconmensurable. Y encontró otra forma de darles una nueva vida: desarrolló el programa Chimpamig@s, un proyecto que permite apadrinar un chimpancé, colaborando así con su manutención y atención veterinaria y al mismo tiempo con todos los ejemplares rescatados en Tchimpounga. Se puede elegir entre cuatro ejemplares: Kabi, rescatado de los cazadores furtivos; Anzac, chimpancé bebé con un brazo amputado a causa de los cazadores; Zezé, el pequeño que perdió un ojo defendiendo a su madre de los cazadores furtivos; y por último Hiila, una mamá chimpancé. Todos ellos, al igual que el resto de chimpancés del centro, llegaban al refugio tras ser decomisados a cazadores, traficantes o particulares que los tenían como mascotas en condiciones físicas y psíquicas deplorables.