Principiantes
Raymond Carver
4 junio, 2010 02:00Tal vez por esta cualidad hoy viene a estas páginas Principiantes, que ha merecido mayor atención por el debate en torno a su publicación que por el contenido artístico propiamente dicho. "Principiantes", y el resto de historias incluidas en el volumen, son las mismas que ya conocemos y están incluidas en De qué hablamos..., con una salvedad fundamental, se trata de los relatos originalmente escritos por Carver antes de que su amigo, y entonces editor en Knopf, Gordon Lish, metiera el estilete y la tijera en los manuscritos. En su número de diciembre del 2007, The New Yorker incluso llegó a publicar el trabajo de edición de Lish sobre el original. Philip Roth, por ejemplo, se mostró taxativo al asegurar que "si alguna vez hubo una pieza literaria que nunca requirió enmienda alguna, es ésta".
Personalmente no veo en qué supera el "original" actual a la "mutilada antigualla". La "versión" de Lish resulta infinitamente más ágil, mucho más hemingwayana: las palabras, las frases, son certeras y precisas. En Principiantes, las frases continúan siendo cortas y concretas, pero los diálogos no surgen de forma tan natural y espontánea. Las casi cinco mil palabras de diferencia entre una y otra versión, bien pudieran ser entendidas como una carga innecesaria. Me resulta acertada la apreciación de Blake Morrison, crítico de The Guardian, quien afirma que "el verdadero Carver que vemos ahora es más tierno, menos crudo que el Carver de Lish", para culminar de forma taxativa: "El verdadero Carver no es carveriano". Si acaso podría reformular la afirmación de Morrison diciendo que Principiantes es la menos carveriana de las narraciones de Carver. El interrogante que perdura tras la lectura tiene que ver con la repercusión e influencia de Carver. ¿Qué hubiera ocurrido si Lish no hubiera "entrado a saco" en los relatos que le enseñaba su amigo? ¿Acaso sería el autor de culto que es, el Chejov del cuento americano como han llegado a definirlo?