Una mirada incisiva sobre la burguesía catalana, los escenarios de la Barcelona pija y los personajes marginales, casi esperpénticos, son asuntos recurrentes en la novelística de Mendoza. Lo son en sus obras de mayor calado tanto como en las menores. Entre estas últimas destacan El misterio de la cripta embrujada y El laberinto de las aceitunas, a cuyo protagonista recupera Mendoza en esta tercera entrega de sus disparatadas andanzas detectivescas, para sacarle del manicomio donde cumple condena y convertirle en peluquero en uno de los barrios con más sabor y solera de la capital catalana. A partir de aquí, la novela es una sucesión de escenas de una inteligencia poco común combinada con grandes dosis de mala baba, la mirada demoledora sobre los mismos de siempre -aquí aliñada con algunas pinceladas de contemporaneidad que al lector más enterado satisfarán enormemente- y una prosa magistral, que el autor aliña dotando a algunos personajes con un estilo propio inolvidable. No conozco lector que no haya reído a carcajadas con estas páginas. Ni crítico que la considere una obra menor, pese a las coincidencias con otras novelas.