El golpe de timón de Yorgos Lanthimos ha triunfado en Venecia. Ayer el cineasta griego detrás de La favorita o Langosta recibía el León de Oro por Pobres criaturas, una aplaudida fábula sobre la importancia del feminismo como brújula vital: “Gracias al festival, que invitó la película hace tiempo. Nos ha llevado algunos años completarla, hasta que la industria ha estado lista para ella”. Para Pobres criaturas, el cineasta ha adaptado un guion de Tony McNamara (ausente, por la huelga de guionistas) a partir de la novela homónima de Alasdair Gray, de 1992, una obra que también ha calificado de “avanzada a su tiempo”.
El filme sigue el aprendizaje de Bella Baxter, mujer a la que un científico loco (Willem Dafoe) implanta el cerebro de un bebé y que irá experimentando y cuestionando los roles sociales en los que se la encasilla con la inocencia sagaz de una criatura. Bella entenderá pronto que los hombres la encierran y oprimen, escapando con el primero que la satisface y no pregunta demasiado, un farsante inseguro vestido de lobo feroz (Mark Ruffalo). Bella seguirá creciendo mientras negocia con los bordes rasposos de una relación tóxica, del todo impermeable al aluvión emocional que esta conlleva (por pura incomprensión) y, eso sí, cada vez más consciente de la necesidad de un cambio social estructural y profundo.
Lanthimos ya había tanteado las formas más o menos sutiles de las violencias del patriarcado (Canino), y ya se había amparado en la comedia ácida para ello (La favorita), pero nunca había abierto una puerta tan clara a la posibilidad de hacer algo al respecto. Quizás por tratarse de su película más clásica, aquí el griego se deshará de la línea cínica y existencial de sus trabajos anteriores y optará por un relato optimista, aguerrido: incluso Bella Baxter, cerebro de bebé, puede escapar de su cul-de-sac particular.
Pobres criaturas ha roto con el récord de tres ganadoras femeninas del León de Oro, que empezó con Chloé Zhao por Nomadland (2020), siguió con Audrey Diwan por El acontecimiento (2021) y veía la victoria el año pasado de Laura Poitras por La belleza y el dolor. Sin embargo, el arco narrativo es de un feminismo tan diáfano que cualquiera podría trazar una línea continuista respecto a ediciones anteriores.
Asimismo, Lanthimos ha querido agradecer a “mi equipo de mujeres fantásticas que me ha ayudado a llegar a todo” y ha esclarecido que, de corazón, el filme “es Bella Baxter, un personaje que no existiría sin Emma Stone, otra criatura fantástica. Esta película es ella, delante y detrás de la cámara”.
En efecto, el papel de Stone evoluciona desde la movilidad desgarbada de una títere sin cabeza hasta el control milimétrico en la ficción de una mujer que ha aprendido a hablar claro y sin miedo. También la puesta en escena mutará desde la infancia surrealista y hedionda de Bella en su casoplón de Frankenstein (una fantasía febril de la mente de Shona Heath y James Price, a quienes deberían oscarizar ya), pasando por todo tipo de mundos exóticos y fantasiosos, hasta la sobriedad en penumbra de sus últimos compases, cuando la criatura lo ha aprendido todo sobre la violencia, el deseo y las complicadas intersecciones entre ambos.
Pobres criaturas, por lo tanto, nace de la intersección un feminismo prístino y divulgativo y la riqueza de los mundos donde se pone en práctica. Lo mejor que cabría esperar de un film de Disney, de Lanthimos y –por qué no– de un León de Oro.
Venecia clama por los derechos humanos
Por lo demás, el Jurado Oficial presidido por Damien Chazelle ha repartido el palmarés de forma relativamente equitativa, eso sí, con la protesta como estandarte. Que la única repetidora en la lista de ganadores sea la conmovedora historia real sobre un joven migrante senegalés que trata de llegar a Lampedusa es síntoma de las buenas intenciones que parecen haber motivado la mayoría de categorías del palmarés. Io capitano, de Matteo Garrone, constituye el epítome del “cine necesario” y perfectamente justificable en una premiación.
Ha recibido dos premios: uno para Seydoy Sarr (Mejor Actor Revelación), que ha abierto la ceremonia conmovido hasta perder las palabras, y otro para Matteo Garrone, que recibía el León de Plata a la Mejor Dirección y que invitaba a Mammadou Kouassi, el joven real de la historia en la que se inspira, para decir unas palabras en honor “a todos quienes no han podido llegar a Lampedusa”.
El Gran Premio del Jurado es para una gran película, no sólo para una pancarta acertada. Lo recibía Evil Does Not Exist, segundo filme que el director de Drive My Car estrenará este otoño (en octubre la sigue Gift, en el Festival de Ghent). El cineasta lleva una carrerilla imparable después de ganar, en los últimos dos años, premios en Cannes, en Berlín y el Óscar a Mejor Película Internacional. De momento y después de la preciosa La ruleta de la fortuna y la fantasía, parece el japonés avanza en paralelo con el minimalismo y la sutileza de Hong Sang-soo. Hoy aborda, con el silencio y la inteligencia habituales, el conflicto entre un pueblo rural y un proyecto turístico invasivo.
Todo lo contrario de la polaca Agnieszka Holland, Premio Especial del Jurado por Green Border, fresco en un sucio blanco y negro sobre los humanos que habitan en las fronteras entre Bielorusia y Polonia. Su película siembra en tierras de la pornomiseria más vergonzosa, pero lo rotundo de sus protestas ha dado para un buen discurso de agradecimiento: “Mientras estamos hablando, la gente sigue escondiéndose en los bosques (...). Algunos morirán, no porque no tengamos los recursos para ayudarles, sino porque no queremos”.
En Venecia, la huelga sigue siendo tabú
Ayer Jessica Chastain, presente en el Lido por Memory de Michel Franco, reconocía su nerviosismo al ocupar el foco mediático en tiempos de huelga. Hoy en los discursos de agradecimiento sí se han hecho varias referencias al tema más candente del panorama cinematográfico, pero han sido en su mayoría tibios y sólo correspondidos con aplausos de cortesía. Pablo Larraín, Mejor Guion con Guillermo Calderón por El conde, ha pedido “respeto y dignidad para los guionistas de todo el mundo”.
La ganadora de la Copa Volpi a Mejor Actriz, la joven Cailee Spaeny, directamente ha evitado el tema y ha dedicado su galardón a Priscilla Elvis, quien ha estado muy implicada en el biopic de Sofia Coppola, por haberle confiado “un momento complejo, sutil y personal de su vida”. Hay que puntualizar la necesidad de Spaeny de jugar bien sus alianzas, a falta de ser reconocida por el gran público y de pisar firme dentro de la industria. Además, la actriz ha sido una opción muy discutida en un año con papeles del calibre de Emma Stone en Pobres criaturas o Penélope Cruz en Ferrari de Michael Mann.
El ganador de la Copa Volpi, un Peter Sarsgaard mucho más establecido, ha aprovechado para lanzar un largo discurso alrededor de la “comunión humana” que genera el cine y el teatro y ha protestado por el uso de la inteligencia artificial en el mundo de la creación escénica: “Es difícil priorizarlo, porque parece sacado de la ciencia-ficción, pero creo que estamos de acuerdo en que un actor y un guionista tienen que ser humanos”. Sarsgaard era premiado por Memory, de Michel Franco.
Con un 17% más de entradas vendidas respecto a la edición pasada cierra La Mostra, el primer festival de clase A en superar las grandes ausencias por las huelgas en Hollywood. Sin embargo, los estragos que esta habrá causado tardarán aún unos meses en confirmarse, a la práctica y fuera de la cómoda alegría de los festivales.