El japonés Ryusuke Hamaguchi (Kanagawa, Japón, 1978) presentó el año pasado dos largometrajes. Después de La ruleta de la fantasía y la fortuna estrenó en el Festival de Cannes Drive My Car, que se convirtió en una de las grandes experiencias cinéfilas del certamen. El filme desarrolla una premisa extraída de Hombres sin mujeres, volumen que recoge siete intensos relatos de Haruki Murakami sobre el desamor y la huella imborrable que algunas mujeres dejan en la vida de los hombres.
Esa es, en esencia, la trama que desarrolla Drive My Car a lo largo de casi tres horas de metraje. El famoso actor y dramaturgo Yusuke (Hidetoshi Nishijima) debe lidiar con tres acontecimientos traumáticos. Primero, le diagnostican un glaucoma en el ojo. Segundo, descubre a su mujer Oto (Reika Kirisihima), que es guionista de televisión, engañándole con un joven actor, Koji Takatsuki (Masaki Okada). Después, antes de que pueda confrontar lo que sabe con su esposa, regresa a casa para encontrar su cadáver en el suelo.
Dos años después, y ahí empieza el relato (y también los créditos del filme, a los 40 minutos), Yusuke está trabajando en la adaptación teatral de Tío Vania de Chéjov, un texto con el que se ha obsesionado desde el fallecimiento de su esposa. En Hiroshima –espacio de reconstrucción tras la devastación–, por cuyo festival de teatro ha sido contratado Yusuke, el dramaturgo solicita alojarse a una hora de viaje en coche. Esto le permitirá escuchar unas cintas de Tío Vania recitadas por su mujer muerta. La obra estará resonando en el relato constantemente. Pero por motivos de seguridad el festival obliga a Yusuke a que sea un chófer quien conduzca su viejo Saab. Entra entonces en juego la relación más misteriosa y hermosa del filme: la de Yusuke con su chófer, la taciturna y solícita Misaki (Tôko Miura). La introversión y el modo silencioso en que se va desarrollando esa relación en el coche, hasta revelar los secretos de sus corazones, es el verdadero núcleo del filme.
Energías subterráneas
Uno de los grandes desafíos y conceptos que gobiernan Drive My Car es la necesidad de explorar las complejas relaciones humanas mediante largos silencios y gestos de introspección. En este sentido, resulta fascinante que el Tío Vania en el que trabaja Yusuke se represente en tres idiomas –el japonés, el chino mandarín y el lenguaje de signos coreano–, remarcando así la incomunicación entre los intérpretes, que sin embargo alcanzarán una comprensión plena de sus papeles.
Drive My Car va revelando con cuentagotas la verdad de personajes aparentemente impenetrables, estoicos, que no están dispuestos a que sus emociones florezcan. El talento de Hamaguchi reside en cómo maneja el tiempo y las energías subterráneas del relato para que podamos sentirlas acaso como las sienten los propios personajes. Una épica humanista cuyo destino final es la confrontación espiritual con las devastaciones y pérdidas de la vida, y cómo la respuesta al futuro nunca está en uno mismo, sino en aquello que los otros pueden revelarnos sobre nosotros mismos.