El martes 11 de septiembre de 1973 temprano en la mañana me despedí de mis hijos, que se fueron caminando al colegio, y yo partí en mi Citroneta a la editorial donde trabajaba. Me extrañó que no hubiera tráfico, solo circulaban vehículos militares. Había grupos de gente esperando transporte colectivo, pero los buses no se veían por ninguna parte. Al llegar a mi oficina el portero me anunció el golpe militar, pero ni él ni yo sabíamos lo que eso significaba. Me fui a casa de una amiga a llamar por teléfono a mi suegra para pedirle que fuera a buscar a mis hijos.
Encontré a mi amiga muy nerviosa porque su marido, maestro de francés, había salido al amanecer a corregir pruebas de sus alumnos y nada sabía de él. Me fui a buscarlo al Instituto Nacional, que quedaba a pocas cuadras de La Moneda, el palacio presidencial. El maestro estaba llorando, apegado a la radio y juntos escuchamos las últimas palabras de Salvador Allende, su despedida al pueblo que lo había elegido, en la única estación que todavía no había sido ocupada por los golpistas. También, incrédulos, vimos desde el techo del colegio el bombardeo de La Moneda. El ruido de los aviones, las explosiones, el humo… eso es lo primero que me viene a la mente al recordar ese día.
El golpe militar acabó en pocas horas con la tradición democrática de Chile y partió como un hachazo las vidas de miles y miles de personas. Fue el comienzo de una dictadura que duró diecisiete años y durante la cual muchos fueron detenidos, torturados, asesinados o desaparecieron para siempre y sus restos nunca han sido encontrados. También mucha gente partió al exilio o fue desterrada.
El maestro estaba llorando, apegado a la radio y juntos escuchamos las últimas palabras de Salvador Allende
Algunos países acogieron a los refugiados con gran generosidad. España abrió sus puertas no solo a los chilenos, sino también a argentinos, uruguayos y otros que escapaban de dictaduras brutales, tal como en 1939 América Latina acogió a los españoles derrotados en la guerra civil. Exiliada en Venezuela conocí a uno de esos españoles que encontró una segunda patria en Chile, pero treinta y cuatro años más tarde tuvo que huir de nuevo en circunstancias similares. Se llamaba Víctor Pey Casado y él inspiró mi novela Largo Pétalo de Mar. Parece que la historia se repite y estamos condenados a andar en círculos y espirales.
Hay un par de generaciones de chilenos que no habían nacido en los años de la dictadura para quienes ese tiempo es historia antigua. También hay gente que añora el autoritarismo como solución a la inseguridad de la vida moderna. Y hay quienes sostienen que la prosperidad que ha tenido Chile es producto de esa dictadura, aunque en realidad hay que agradecérsela a tres décadas de democracia y consenso político.
Es importante recordar lo ocurrido en 1973 para evitar que se repita. El aniversario de 50 años del golpe nos pilla a los chilenos en mal momento, estamos divididos, polarizados, desinformados y furiosos. Espero que esta conmemoración nos una en el compromiso de defender siempre la democracia y valorar, por encima de las diferencias que nos separan, lo mucho que tenemos en común.
Isabel Allende obtuvo el American Book Award (Eva Luna, 1989) y el Premio Nacional de Literatura de Chile (2010). Sobrina de Salvador Allende, su última novela es El viento conoce mi nombre (Plaza & Janés, 2023).