Era una de las ruedas de prensa más esperadas del certamen, por dos motivos: el primero, el músculo cinéfilo que despierta cada nuevo estreno de Michael Mann (Collateral, El último mohicano, Ladrón); dos, el carácter excepcional de la visita del actor protagonista, Adam Driver, en medio de la huelga del sindicato de actores SAG-AFTRA.
Driver confirmó apenas unos días atrás que el sindicato había concedido un permiso excepcional (un intern agreement, “acuerdo interno”) al reparto de la película para venir al Lido a promocionarla durante el festival. Este acuerdo se llevó a cabo sólo porque la producción, de STX Entertainment, y la distribución de la cinta (internacionalmente a cargo de O1 Distribution) han sido independientes, es decir, han nacido fuera del circuito de grandes estudios y plataformas.
“Estoy muy orgulloso de estar aquí como representación visual de lo que es una producción independiente, y de la eficacia de los compromisos que permiten que las películas independientes se hagan”, explica Driver, que señala que su visita es de servicios mínimos. “Esto para un poco el sangrado del mundo del cine y permite que la gente siga trabajando. Pero, al mismo tiempo, nos hace plantearnos: ¿Por qué una compañía independiente tiene que comprometerse con el sindicato y las grandes empresas no?”.
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Para Driver, estar en Venecia ha supuesto “una forma de solidarizarme con la causa. He venido para dar apoyo al sindicato y a los acuerdos internos”. Michael Mann ha apoyado su postura, y se ha reafirmado en la independencia de la producción: “Adam y yo hemos recortado nuestros salarios para que el rodaje fuese posible, y nadie en el estudio ha hecho dinero con la película”.
Ferrari no quiere ser un biopic
Michael Mann decidió emprender esta adaptación “hace, por lo menos, diez o doce años”, como recuerda Patrick Dempsey, que en el filme da vida al piloto Piero Taruffi. “Partes de su vida resonaban con la visión que yo tengo de la existencia, a pesar de que seamos completamente diferentes”, argumenta el cineasta, también detrás del último hit de carreras entre la crítica especializada, Le Mans ‘66 de James Mangold.
Sin embargo, la película no quiere ser un biopic, ni un comentario sobre la responsabilidad de Enzo Ferrari sobre las numerosas muertes que azotaron las pistas en la década de 1950 (39 pilotos fallecieron, y no pocos espectadores de carreras), aunque la prensa lo señalara a raíz de las duras declaraciones del empresario. Suya es la frase: “Cuanto más incómodos les pones [a los conductores], mejor conducen”.
“Todo el mundo tendrá una opinión diferente sobre Ferrari, pero esta película va sobre la pérdida, y sobre la relación que tuvo con todas las mujeres de su vida”, explica Adam Driver. Las mujeres a las que se refiere son, por un lado, su esposa y cofundadora de la casa de motores Laura Ferrari (Penélope Cruz), y su amante durante años, Lina Lardi, madre de su segundo hijo Piero (Shailene Woodley). Ninguna de ellas ha asistido finalmente a la rueda de prensa.
El filme aborda, de hecho, un año especialmente complicado e inmediatamente anterior a la tremenda escalada de la compañía durante los años 60. Michael Mann razona: “Escogí este año, 1957, porque muchos de los conflictos que han marcado la vida de Enzo colisionan: la empresa que lleva a la quiebra, pierde a su primer hijo, su matrimonio se viene abajo, Piero empieza a dudar sobre su familia… Estos conflictos son universales y se unen en la vida de Ferrari de una forma muy operística y dramática”.
Italianísimo, Adam Driver ha sido Maurizio Gucci y Enzo Ferrari
El actor no le da especial importancia a sus dos papeles como iconos italianos: dirigido por Ridley Scott junto a Lady Gaga en La casa Gucci, como el nieto del fundador de la firma de moda, y ahora en Ferrari, bajo las órdenes de Michael Mann. A Mann, sin embargo, la realidad de la historia sólo le interesa de forma secundaria: “Los biopics son lineales y se pueden poner en un canal de documentales, no me interesan. Ambientar una historia personal en Módena, en 1957, es darle un momento muy concreto a la acción, que sigue siendo un drama cuya fuente real es mucho mejor de lo que podría inventarme nunca”.
Aunque “esto es similar a la antropología cultural: tienes que meterte en las estructuras sociales de un lugar y un tiempo muy concretos (...). Lo más difícil de entender era la actitud y la psicología social: qué era normal y qué no. La relación con Lina Lardi o con Laura, qué era una mujer muy normal en su tiempo”.
Mann quiso ambientar para abstraer, pero eso no exime que la recreación fuera pensada al detalle: “Estoy obsesionado con hacerlo bien”. Han explicado que los coches que aparecen en la película fueron fabricados usando réplicas idénticas a los originales, que escanearon y construyeron de cero, mientras que el ruido de los motores pertenece a los coches de la época. Para el estreno de esta noche, se espera, de hecho, la visita del vehículo con el que Taruffi compitió la Mille Miglia en 1957.
La película tampoco va, parecen confesar, sobre los coches. Adam Driver explicaba que “no nos interesan las carreras sino el estado mental en el que se ponen los corredores”. Un subidón: “Te vuelves mucho más atento y tienes que tener concentración plena, porque estás en peligro absoluto”. Enzo, su personaje, “se ha resguardado de la muerte construyendo motores y estando absolutamente presente. Es difícil no ponerse filosófico sobre un motor. [Cómo se relacionan] las piezas, esperar al tiempo y al ritmo perfectos, confiar en tus reflejos y tu intuición... Es muy bello y te hace consciente de cuántas cosas pueden salir mal”.
Patrick Dempsey clarifica, sobre la consciencia absoluta que requiere la conducción: “Cuando sales de un coche de carreras sientes que has trascendido. Es difícil dejar ir esta euforia calmada, un estado en el que deberíamos vivir todos”.