Historia de los 'blockbusters' para el verano en el que se esfumaron
Las peores previsiones se han hecho finalmente realidad: tanto 'Mulán' como 'Tenet' han cancelado esta semana sus estrenos estivales por culpa de la pandemia. Para aliviar las ganas de evasión estival, repasamos la historia de los blockbusters
24 julio, 2020 17:48La noche del estreno de Tiburón (1975) Martin Scorsese acompañó a Steven Spielberg a ver el ambiente que había en los cines del distrito de Westwood, en la ciudad de Los Ángeles. Las colas eran kilométricas y el director de El diablo sobre ruedas (1971), nervioso y eufórico al mismo tiempo, tuvo una revelación. “Genial”, le dijo a Scorsese. “Esto será un punto de inflexión”. Con 25 años, su vida había cambiado de la noche a la mañana. La leyenda del Rey Midas de Hollywood acababa de arrancar y también una nueva manera de exhibir y comercializar las grandes producciones de Hollywood.
Tiburón triplicó en taquilla su presupuesto y estuvo en cartelera el doble de lo esperado. Pero durante el rodaje de la película, que duró 159 días cuando en principio estaba programado en 55, hubo innumerables contratiempos que hicieron que buena parte de la prensa desconfiara del rumbo que había tomado la producción. Spielberg se había empeñado en rodar la película en el océano Atlántico en vez de en el clásico tanque de agua y cada dos por tres se colaban barcos que no debían aparecer en pantalla, además de que las cámaras se mojaban y los tiburones mecánicos no funcionaban como debían debido al mal tiempo o al agua salada que se introducía en las mangueras neumáticas.
Esto provocó cambios drásticos en la planificación de la película. “El filme pasó de ser como una película de terror japonesa de los sábados por la tarde a parecerse a las de Hitchcock: cuanto menos ves, más suspense”, aseguró el director en una entrevista. De esta manera un poco fortuita, y gracias al talento y la capacidad de adaptación del joven Spielberg, sin olvidar del inolvidable score de John Williams, el filme sacudió los cimientos de Hollywood, convirtiéndose en el más taquillero de la historia.
La promoción y la exhibición fueron también revolucionarias y su éxito provocó un cambio drástico a la hora estrenar las grandes apuestas de los estudios. Universal realizó una importante inversión en publicidad, enfocada principalmente en una estrategia de promoción en televisión, y sacó partido del merchandising como nunca antes se había hecho: camisetas, vasos de plástico, toallas de playa, muñecos, juegos, pistolas de agua… Además, los mandamases del estudio decidieron que la película se estrenara simultáneamente en cientos de cines (algo que por entonces no era habitual). Pero quizá la apuesta más importante tuvo que ver con la fecha de estreno: por motivos obvios relacionados con el tema de la película, se decidió que el estreno debía producirse en verano -el 20 de junio- en vez de en los últimos meses del año, en la temporada de los Óscar.
El éxito fue descomunal. Habían nacido los blockbusters.
La coctelera de George Lucas
El término blockbuster, que en español se podría traducir como taquillazo, procedía del teatro y designaba aquellas producciones que se convertían en un gran éxito. En el cine hay precedentes de Tiburón, como podrían ser Los diez mandamientos (Cecil B. DeMille, 1956) o Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, 1962), pero ningún filme antes del de Spielberg había sabido sacarle todo el partido a la promoción, el merchandising o la exhibición para exprimir la taquilla. Sin embargo, el récord de recaudación le duró poco al filme del escualo asesino.
A mediados de los 70 George Lucas metió en una coctelera elementos de los seriales de Flash Gordon, de La fortaleza escondida (1958) de Akira Kurosawa, de El héroe de las mil caras de Joseph Campbell y del Dune de Frank Herbert, lo presentó todo con unas gotitas de la leyenda artúrica y consiguió una emocionante e innovadora space opera que volvió loco a todo el planeta. Sin embargo, 20th Century Fox no confiaba tanto en Star Wars (1977) como sí lo hizo Universal con Tiburón. De hecho, ni siquiera se atrevió a estrenarla en plena temporada veraniega y optó por lanzarla el 25 de mayo en tan solo 37 salas de Estados Unidos, y con una campaña publicitaria bastante discreta. Lucasfilms, sin embargo, no se arredró y apostó por crear su propio marketing, potenciando el merchandising -en especial una línea de juguetes- y la novelización y la traslación al cómic del filme.
El éxito fue instantáneo y a la larga desbancó a Tiburón como la película más taquillera de la historia y fue el inicio de una saga millonaria que aún hoy se proyecta hacia el futuro con la producción de nuevas series y largometrajes. Los directivos de Fox todavía se deben de estar dando cabezazos contra la pared por no haber licenciado todos los productos de la saga más taquillera de la historia. Todavía retumban las carcajadas de George Lucas en el rancho Skywalker.
Años 80, la hegemonía de Spielberg
En los años 80 la fórmula de Tiburón se consolidó definitivamente, y las grandes apuestas de los estudios siguieron estrenándose en verano, con una gran campaña publicitaria y de manera simultánea en todas las salas del país. Spielberg y Lucas habían salvado a Hollywood de su gran crisis de los años 70 y ya nada volvería a ser igual. Para Peter Biskind, el autor del mítico libro Moteros tranquilos, toros salvajes: La generación que cambió Hollywood, la irrupción de estos jóvenes supuso en realidad un retroceso. “Cuando todo ya había sido dicho o creado, llegaron Lucas y Spielberg para hacer que las audiencias de la década de 1970, establecidas en una nueva época de películas europeas y sofisticadas, regresaran a las simplicidades de los filmes de la época dorada de Hollywood…”. Con sus luces y sus sombras, ambos directores y muchos otros que vinieron después consiguieron conectar con un público masivo y planetario, entregándose a las emociones grandilocuentes y siempre apostando por los avances tecnológicos.
Tras el éxito de la segunda entrega de Star Wars, El imperio contraataca (1980), Lucas y Spielberg aunaron esfuerzos para arrasar en 1981 con Indiana Jones y el arca perdida. Un filme clásico de aventuras, inspirado en James Bond, en el que un arqueólogo empeñado en que ‘la historia debe estar en los museos’ buscaba el cofre sagrado por varios países exóticos. La película daría lugar a dos continuaciones en esa misma década, El templo maldito (1984) y La última cruzada (1989), que también triunfaron en taquilla (y a otra secuela tardía de funesto recuerdo para los fieles: El reino de la calavera de cristal, en 2008). El carisma de Harrison Ford como protagonista, la banda sonora de John Williams y el sentido para la aventura que despliega Spielberg en la silla del director marcaron una saga que hoy es historia del cine. Y, por si fuera poco, el cineasta volvería a triunfar un año más tarde con E.T., el extraterrestre, otro blockbuster veraniego que se convirtió en el filme que más recaudó en 1982.
Tanto Tiburón como Star Wars e Indiana Jones iniciaron también la tendencia de continuar el éxito de una película en posteriores secuelas. En los 80 hubo de hecho alguna que otra saga más que consiguió encaramarse a lo más alto del BoxOffice. Los cazafantasmas (1984) y Cazafantasmas II (1989) demostraron que el humor podía ser también un reclamo de lo más eficaz para llenar las salas y, para ello, reunió a algunos de los humoristas más populares de la cantera de Saturday Night Live, como Dan Aykroyd o Bill Murray, en torno a una historia con toques de fantasía y ciencia ficción que los ejecutivos de Columbia Pictures supieron rentabilizar con todo tipo de productos.
En 1985 llegaría otra de las sagas más exitosas de la historia del cine: Regreso al futuro. Las aventuras de Marty McFly y del Doctor Emmet L. Brown, ejecutadas a la perfección por Robert Zemeckis (y con Spielberg, ¿cómo no?, en labores de producción), partían de una irresistible premisa de viajes en el tiempo que encandiló a todo tipo de públicos y que además consolidaría otra productiva línea de financiación: el product placement. En esta década alcanzaría también protagonismo el carisma y la sonrisa de un actor bajito pero de armas tomar: Tom Cruise. Su Top Gun, dirigida por Tony Scott, arrasaría en 1986. Precisamente este año 2020 se iba a estrenar la secuela de la película, Top Gun: Maverick, y bien podría haber sido el blockbuster del verano. Sin embargo, la pandemia dio al traste con su lanzamiento, que presumiblemente llegará el año que viene. Y para cerrar los 80, un precedente de las películas de superhéroes que dominarán la taquilla a partir de 2010: Batman, de Tim Burton.
Años 90, el resurgir de Disney y el triunfo de James Cameron
Los 90 estarían en gran medida marcados por el éxito de James Cameron, que ya había logrado varios pelotazos en la década anterior (Aliens, Abyss, Terminator…). Siempre buscando innovar en el apartado de efectos especiales, el director rompió el molde con Terminator 2 (1992) y, sobre todo, con Titanic (1997), que desbancaría a Jurassic Park como la película más taquillera de la historia. Sí, Spielberg lo había vuelto a lograr en 1993. Conquistó el mundo a lomos de un Tyrannosaurus Rex creado por ordenador, toda una revolución técnica para el séptimo arte.
En esta década también resurgió Disney con La bella y la bestia (1991), Aladín (1992) y El rey león (1994) y Pixar avisó del potencial de la animación 3D con Toy Story (1995). Además, asomaron la patita dos forofos de la destrucción y las explosiones, aprovechando la paranoia con el efecto 2000 y el fin del mundo: Roland Emmerich y la invasión alienígena de Independence Day (1996) y Michael Bay y el meteorito asesino de Armaggedon (1998). La ración ineludible de Tom Cruise, ya convertido en productor con gran sentido para el espectáculo, llegaría con Misión imposible y sus posteriores secuelas. Y George Lucas pasó a ser enemigo público número 1 de los fans de Star Wars por obra y gracia del Jar Jar Binks de La amenaza fantasma (1999), aunque todos ellos pasaron antes por caja, claro está.
El nuevo milenio, adaptaciones literarias y 3D
Sin duda, la década de las adaptaciones literarias. Tanto Harry Potter, el jovencito mago creado por J. K. Rowling, como El señor de los anillos, la fantasía de la Edad Media de J. R. R. Tolkien, amasaron grandes cantidades de dinero con cada uno de sus episodios y además revolucionaron la manera de producir estos grandes proyectos: Peter Jackson rodó las tres partes del tirón en Nueva Zelanda y las estrenó en años consecutivos, mientras que Warner Bros produjo casi un filme al año, de 2001 a 2011, para que el actor Daniel Radcliffe y el resto del reparto crecieran al mismo tiempo que sus personajes.
También conquistó la taquilla otra adaptación, pero en este caso no se trataba de un libro sino de, ojo, ¡una atracción de DisneyWorld!. Piratas del Caribe, dirigida por Gore Verbinski y con Jerry Bruckheimer en labores de producción, supo ofrecer al público las dosis justas de aventura pirata y fantasía vudú -una fórmula que le debe mucho al videojuego Monkey Island- y entregó uno de los personajes más célebres de los últimos tiempos: el pirata Jack Sparrow, interpretado por Johnny Depp. Además, Batman volvió con fuerzas renovadas de la mano de Christopher Nolan y con un Heath Ledger genial en la piel de El joker en El caballero oscuro (2008) y también desembarcó en los cines un ogro verde de lo entrañable: Shrek.
Sin embargo, sería de nuevo James Cameron el que lograría convencer a medio planeta para calzarse unas gafas 3D (la moda ya pasó, aunque por momentos pareció que llegaba para quedarse) y disfrutar (o sufrir) de la fantasía sci-fi con aroma a Pocahontas y luces de neón que fue Avatar (2009). Batió el récord de recaudación que él mismo ostentaba con Titanic. El director se encuentra en estos momentos rodando cuatro nuevas secuelas de sus monstruitos azules, que llegarán a partir de 2021.
Años 10, el triunfo de Marvel
La década que acabamos de cerrar (o que, según se mire, cerraremos este año) está sin duda marcada por el éxito de las tropecientas películas del Universo Cinemático de Marvel, cuya Vengadores: Endgame es la nueva película más taquillera de la historia. Sabiamente orquestada por Disney para exprimir la taquilla, la saga superheroica no ha dado muestras de desfallecer y los fans exigen nuevas aventuras de sus personajes favoritos, a pesar de que todas ellas sigan una fórmula preestablecida algo cansina en la que de una manera u otra se acaban diluyendo los directores, ya sean Kenneth Branagh o Joe Johnston. Este año tenía que haberse estrenado Viuda negra, pero su estreno se canceló por culpa de la pandemia. Además, volvió Star Wars (ya sin George Lucas y con Disney también al mando), triunfaron los Transformers con la anfetamínica La era de la extinción (2014) y los dibujos a la vieja usanza volvieron a ponerse de moda gracias a Frozen (2013).