Harry Potter y el cáliz de fuego
J.K. Rowling
14 marzo, 2001 01:00No es extraño que el fenómeno Potter esté llegando a los niños y preadolescentes del mundo de la cultura única: les ofrece lo que desean encontrar
¿Qué cuentan las aventuras de Harry Potter? Básicamente, las peripecias de un joven brujo, huérfano, que vive con unos tíos a los que odia, tiene algún que otro temible enemigo, ciertos amigos íntimos y curiosos, estudia en Hogwarts y que de vez en cuando se ve enfrascado en la resolución de misterios, siempre relacionados con la magia y lo sobrenatural. El protagonista no sólo tiene la edad del lector sino que crece con él: la serie está concebida como una ristra de aventuras que suceden en años consecutivos, y unas remiten a las otras, hasta el extremo de no resultar nada estimulantes si no conocemos los antecedentes.
Esta es la cuarta entrega. La peripecia que se cuenta en ella no parece muy relevante: ha de celebrarse en el colegio del protagonista el Torneo de los Tres Magos, un evento crucial para los brujos de todo el mundo. Los campeones del torneo son designados por el cáliz de fuego, un objeto dotado de inquietantes poderes. Potter, claro, se verá implicado en el torneo y sus consecuencias, que le llevarán a reencontrarse con su enemigo más acérrimo: Voldemort, de quien los muy potterianos sabemos cuánto tuvo que ver en el asesinato de sus padres. En fin. A todo esto une Rowling un numeroso ramillete de personajes hábilmente trazados, donde -por supuesto- no faltan los malos como de película de Disney ni los héroes más o menos al uso del ciclo de Propp -que Potter desarrolla casi punto por punto-, ni los más descabellados y desternillantes. La acción se apoya casi constantemente en ágiles y acertados diálogos. Y las claves para los lectores fieles -o para fidelizar a los que aún no lo sean, inteligente política- están diseminadas a lo largo del libro.
En suma: no es extraño que el fenómeno Potter esté llegando a los niños y preadolescentes del mundo de la uniformidad y la cultura única: les ofrece exactamente lo que desean encontrar. Y si lo hace con no muchas pretensiones literarias, es igual de cierto que consigue una absoluta honestidad. Tal vez haya que pensar en lo que dijo Steiner en Madrid, no hace tanto: el silencio es uno de los bienes más caros que uno puede ambicionar, aunque muchos lo teman. Y los miles y miles de lectores que Harry Potter tiene en el mundo necesitan silencio para leer. Ergo, no está todo perdido.