Image: El caballero oscuro (The dark knight)

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Cine

El caballero oscuro (The dark knight)

Director: Christopher Nolan

31 julio, 2008 02:00

Christian Bale es Batman.

Estados Unidos, 2008. Intérpretes: Christian Bale, Heath Ledger, Michael Caine, Aaron Eckhart y Maggie Gyllenhaal. Guión: Jonathan Nolan y Christopher Nolan. Duración: 152 minutos. Estreno: 13 de agosto.

Cuenta Budd Schulberg en su autobiografía, De cine. Memorias de un príncipe de Hollywood (Acantilado), la respuesta que le dio Edison,dueño de la patente de eso llamado cine, al director pionero Edwin S. Porter después de ver su película Vida de un bombero americano, la primera y verdadera película antes de Griffith. La respuesta fue de esta guisa: "¡Ocho minutos para contar una sola historia!", se sorprendió el magnate. "No funcionará. La gente quiere variedad. Como mínimo cuatro o cinco temas distintos en cada rollo". Desde ese día incierto de principios de siglo a hoy ha llovido, pero la tensión de esa conversación se mantiene. Por entonces, el arte era otra cosa y el cine se definía como una forma de entretenimiento industrial para mentes débiles.

El tiempo ha pasado y la fractura entre el cine planificado para dar salida al "stock" de palomitas y el dedicado a exprimir las meninges sigue ahí. Pues bien, de vez en cuando, y El caballero oscuro es buen ejemplo, las dos orillas se comunican. La sexta entrega de la serie de Batman desde que Tim Burton recuperara el personaje en 1989, dígase ya, es una obra maestra capaz de conciliar el espectáculo con eso otro que, aunque sólo sea por educación, no conviene mentar en vano: el arte (con perdón). Christopher Nolan se atreve en su segunda incursión en el personaje a confeccionar un vibrante thriller subvertidor de géneros. El director que acertara con una oscura y atormentada visión del hombre murciélago en Batman Begins sorprende ahora al colocar su película en otra estantería. Ya no se trata de una cinta de superhéroes al uso. Ni rastro del acostumbrado tostón de aroma existencialista a vueltas con la tortura de ser diferente (aquí Spider-man). Tampoco es fácil localizar el tono divertido y genial con el que Richard Donner dotó a su Superman de 1978. Nada que ver con el gótico y posmoderno homenaje de Burton a la criatura nocturna. Esta vez, la cinta busca sus aliados en la tradición del filme-noir que le emparenta con La jungla de asfalto, de John Huston, o, por no irse tan lejos, con Heat, de Michael Mann. Los estereotipos narrativos del género policíaco son puestos al servicio de una historia en la que eso llamado ser humano se desnuda ante estímulos tan primarios como el poder, el dinero, la justicia y, otra vez, el poder... la virtud y el vicio, las dos caras de la misma moneda lanzada al aire.

El realizador desarma así un género para hacerlo caminar a paso de cangrejo. De otro modo, Nolan consigue hacer olvidar al espectador que se encuentra delante de un señor que vuela de edificio en edificio en leotardos. Batman es contemplado del revés. Y aquí valen las comparaciones con otra de sus películas: Memento. Si en ésta se invertía el tiempo cronológico, ahora se da la vuelta a las convenciones básicas de un género para, y aquí la genialidad, hacerlo crecer. Todo ello bajo la carpa de un circo de tres pistas en la que prima el sentido del espectáculo. Al contrario que en Batman Begins, de la que ésta es continuación casi lineal, ya no hay explicaciones sobre las motivaciones de los personajes que sólo detienen la narración. Ni en el caso de Batman, puesto que ya se dieron en la cinta precedente, ni en el del villano. Como Hannibal Lecter en El silencio de los corderos o el escualo de Tiburón, el mal, simplemente, está ahí.

Y así la cinta se emparenta con la épica de segundas partes del tamaño (enorme) de El padrino II o El imperio contraataca.Todo cuadra. Hasta el trabajo de Heath Ledger. El actor que murió sin ver su creación en pantalla reconcilia al espectador con el vértigo. De la mano de una interpretación excesiva, violenta, volcánica, a la manera de Marlon Brando, el Joker se convierte en el auténtico protagonista, en el "caballero oscuro" que anuncia el título. El actor compone uno de los villanos más repulsivos y magnéticos que ha dado el cine. Sin duda inspirado por La broma asesina, de Alan Moore, el actor de Brokeback Mountain coloca a su personaje en la mejor tradición de la psicopatología cinematográfica desde el Paul Muni, de Scarface, al Robert Mitchum,de La noche del cazador, pasando por el James Cagney, de Al rojo vivo. Un malo sin mácula de bondad. Pasaría apenas una década desde la rudimentaria Vida de un bombero americano hasta la complejidad de El nacimiento de una nación. En apenas diez años, el cine pasó de ser un espectáculo de feria a otra cosa: una extraña actividad atrapada entre la industria y la creación, el arte y el espectáculo, el negocio y el ocio, el mal y el bien... En definitiva, una actividad bastarda en la que, en sus mejores momentos, cabe la conciliación de los extremos.

Por cierto, Schulberg, guionista de La ley del silencio, lo explica perfectamente en sus memorias.