Stanislavblog por Liz Perales

El rey de la casa no da para tanto

9 octubre, 2014 13:42

[caption id="attachment_638" width="510"] Un momento de la representación de VIP[/caption]

350.000 personas han pedido que no se sacrifique al perro Excalibur. ¿Tiene Joglars alguna explicación para este proceder absurdo y sentimental que no repara en el riesgo que supone el can? Lo pregunto porque ayer, tras el estreno de VIP en Madrid, recordé que la compañía teatral es la única que nos queda en España que cultiva la sátira teatral, devolviéndonos el reflejo de lo ridículos que podemos llegar a ser. Esta saludable función que el teatro más o menos ha cumplido a lo largo de su historia, con autores de tanto peso como Molière, parece haber sido olvidada por los artistas de hoy.

Ramón Fontserè ha sustituido a Boadella al frente de la veterana compañía y ayer había cierta curiosidad por comprobar cómo estaba haciendo su trabajo después de su bautismo con El coloquio de los perros, que obtuvo críticas desafectas. Fontserè es un actor criado por su predecesor y, además, trabaja más o menos con los mismos actores (Pilar Sáenz, Dolors Tuneu y Xavi Sais) con el añadido de Xévi Vila, quien ha vuelto a la formación después de un largo paréntesis. Tras ver VIP se confirma que no se sale del guión de su maestro (es difícil después de tantos años) y que sigue cultivando el género, el estilo interpretativo y de puesta en escena y el punto de vista de los temas a tratar (o sea, ir contra el discurso dominante).

VIP trata de la educación de los hijos, o mejor dicho, de la relación que se establece entre el mundo adulto y los niños. Los niños de hoy, viene a decir, se han convertido en tiranos de sus padres que les crían con excesivo mimo y atención. La banda hace mofa de todo el proceso que va desde el embarazo a la educación de los chavales en el cole. La escena inicial comienza con brío, y el diseño escenográfico (Montse Sagalés) es eficaz y sencillo, recuerda a una vagina: una mujer embarazada, en compañía de su marido, se está realizando una ecografía en la consulta del médico; en el centro de la escena, sobre un templete, vemos al feto (Fontseré) que reacciona ante los estímulos externos.

A partir de ahí, se suceden un buen número de personajes y situaciones fácilmente reconocibles por el espectador, algunas con un ingenioso empleo de los recursos teatrales (santo y seña de la casa), mientras otras acusan un ritmo lento. Destaco las escenas en las que la embarazada rompe aguas y la del delirante parto. También me gustó la de los cuatro niños jugando, especialmente cuando lo hacen a la Play Station o esperan la merienda y hablan de los deberes que sus padres les hacen. Si algo tienen estos cómicos es un gran dominio de su cuerpo y de su voz, son increíbles para la mímesis y la creación de personajes y se complementan muy bien los cuatro, dando la sensación de que para ellos esta función también es un juego.

Pero la obra tiene un problema: aunque la selección del tema es original, yo lo creo agotado a los treinta minutos de la función; tuve la amarga impresión de que la hora restante de función consistió en una visita a lugares comunes fácilmente previsibles, algunos pintados con trazo grueso y buscando el momento en el que cebarse con las teorías de la crianza más de moda: “Queremos una educación para nuestro hijo sin prejuicios, sin ideas sexistas, queremos educarle en la tolerancia, el feminismo, la igualdad y la bondad, sobre todo, la bondad”, llegan a decir. El texto, que firma Fontserè con Marina Cabanas, no tiene una estructura dramática, quizá no la necesite, pero adolece de conflictos.

Los actores se mueven en dos planos interpretativos: por un lado, el de las acciones de sus personajes, por otro cogen el micrófono como si apelaran al público al estilo de los showmans de televisión, impostando la voz y aireando su experiencia sublime como padres o hijos. Como ya he dicho, el director ha sabido usar los recursos escénicos, y un ejemplo es el empleo de la música, que subraya el desarrollo de los acontecimientos. Así podemos prever cómo va a terminar la obra, ya que el tema barroco que oímos se anticipa y nos anuncia la escena de la proclamación del Rey de la casa.

Image: Patrick Modiano, premio Nobel de Literatura

Patrick Modiano, premio Nobel de Literatura

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