Puede que el nombre de Mariví Ibarrola no haya sonado tanto como el de sus colegas Alberto García-Alix, Miguel Trillo o Ouka Leele. Sin embargo, ella también posee un gran legado fotográfico sobre el Madrid de los años 80. Su archivo, que se compone, dice a ojo, de unos 30.000 negativos, es un tesoro en el que aún queda mucho por descubrir. De momento, Yo disparé en los 80 reúne 54 imágenes que transmiten el ruido, la energía y la actitud de entonces. La Serrería Belga se convierte así en una parada imprescindible dentro de la programación de esta nueva edición de PHotoEspaña.
Ibarrola nació en La Rioja en 1956, aunque con tan solo tres años la familia se trasladó a San Sebastián, ciudad en la que vivió hasta que con 17 años apostó por Madrid para estudiar Periodismo. La ciudad que se encontró a su llegada en 1974 era “provinciana”, repleta de gente procedente de Andalucía, Extremadura, Galicia o el País Vasco. Fueron todos ellos, amplía, quienes construyeron una nueva ciudad en la que Ibarrola tenía la libertad de llegar a casa sin imposiciones horarias ni familiares.
Una vez acabada la carrera, Ibarrola regresó al abrigo familiar durante dos años. Fue entonces cuando compró su primera cámara fotográfica, segura de que aquello iba a ser una parte importante de su trayectoria e intuyendo que sería una herramienta vital para el periodismo. A su regreso a Madrid empezó a interesarse por todo aquello que estaba sucediendo en las calles en un momento en el que “se estaban inventando nuevas rutas culturales y nuevas formas de expresión”.
Sin saber muy bien por qué, se centró en documentar los conciertos, las salas, la vida juvenil. Así, el primer concierto al que acudió con su cámara de fotos fue el de Poch, a quien retrató con un casco de obrero. Aquella misma noche, en Lavapiés, asistió a la presentación de Alarma, la banda compuesta por Manolo Tena, Jaime Asúa y José Manuel Díez. Así es como Ibarrola supo conectar con la escena más underground del momento para convertirse en una de las grandes cronistas de su época.
Yo disparé en los 80 propone un viaje a una época de gran efervescencia. “Este trabajo lo vengo reivindicando desde hace años”, asegura la fotógrafa, que a través de su lente capturó la atmósfera que bullía en los conciertos de la ciudad y en salas emblemáticas como Rock-Ola. Con una mirada espontánea, Ibarrola muestra la explosión creativa de los conciertos de la época desde el mismo foso. “Entonces no había tantas fotógrafas y aunque alguna vez me colé en algún concierto, yo me acreditaba. Desde joven tuve una intuición y transité por un camino que no estaba cubierto. Al principio me costaba acercarme porque era tímida”, reconoce.
[Un regreso al Madrid vibrante de la Movida de la mano de Pablo Pérez-Mínguez]
No obstante, Ibarrola terminó componiendo un legado de imágenes que muestran a los protagonistas en actitud improvisada. “No soy artificiosa, nunca lo he sido y lo prefiero así, soy más naturalista”, asegura. Quizá su timidez le llevó a camuflarse detrás de las columnas para no molestar ni al público ni a los músicos. Sin duda, esto le permitió configurar un archivo que muestra cómo Madrid se reinventaba y la escena musical y artística crecía cada noche.
Por Yo disparé en los 80, título que toma prestado de su primer libro de fotografías, desfila un jovencísimo Antonio Vega e imágenes de bandas que triunfaron como Radio Futura, Alaska, Loquillo, Los Secretos, Glutamato Yeyé o Siniestro Total, pero también otras no tan conocidas como Meriendas Tristes, con sus tres componentes sentados sobre el capó de un coche en actitud punk. Hay, también, imágenes tomadas en cuartos de baño, en camerinos, en conciertos, en solitario y en manifestaciones sociales.
A Evaristo Páramos, líder de La Polla Records, le reconocemos de inmediato en una imagen de “aquí te pillo, aquí te mato”, a los Hombres G les vemos en el rodaje de Sufre mamón (1987) y a los integrantes de Duncan Dhu los retrató antes de saber cuál sería el futuro de la banda. Durante aquellos años tuvo tiempo de rodearse de todos los protagonistas y de disfrutar de un clima festivo que ahora se recuerda no sin poca nostalgia. Sin embargo, su objetivo era trabajar y, por eso, Ibarrola asegura que tuvo “cierta prudencia”.
Además de artistas españoles también aparecen por aquí Andy Warhol, al que una periodista acerca la grabadora, y David Bowie, a quien fotografió en un concierto en 1987. Aunque muchas de estas imágenes las publicó en medios como Rock Espezial, Ruta 66, Muskaria, Rockdelux, Diario Vasco, Diario 16, Interviú, Madrid Me Mata, Tintimán y varios fanzines, sorprende que su nombre no se haya reivindicado con asiduidad. A Marivi Ibarrola tampoco parece importarle mucho. Asegura, también, que se le han olvidado muchas cosas de la época y que a través de sus imágenes consigue recomponer el puzle. Seguro que no es la única.