El Madrid de la Transición y la Movida, con sus percusiones, transformaciones y vértigos, fue el espacio en el que Pablo Pérez-Mínguez (1946-2012) desarrolló su mayor aventura personal y expresiva, resumida en una exposición que, comisariada por José Tono Martínez y Rocío Pérez-Mínguez, recoge más de 300 imágenes y documentos personales. Hasta el 15 de enero permanecerá instalada en la Sala de Exposiciones del Archivo Regional de la Comunidad de Madrid.
Un material procedente del Fondo Pablo Pérez-Mínguez, custodiado en el citado archivo, y que compone un retrato original y diverso de un periodo clave de la historia reciente de la ciudad. El artista muestra un Madrid en plena transformación con sus edificios y comercios, su gente y su tráfico, y también su mundo personal con objetos de su discoteca y su biblioteca, los collages que realizaba, su colección de flyers o su devoción por san Expedito.
Un proyecto que tiene como origen el convenio de depósito que la familia del artista estableció hace varios años con el Archivo Regional para la conservación y digitalización de su obra (proceso “que todavía prosigue”, explica Tono, “porque son casi 160.000 imágenes”) y que se ha visto consumado en el décimo aniversario de su muerte: “Una exposición que se ajusta a lo que queríamos, potente y con recursos, muy inmersiva, iluminada con colores distintos, con neones…, y que reproduce el ambiente tan enloquecido y maravilloso de los años 70 y 80, así como el del estudio de Pablo, que era una verdadera Factory”.
El proceso de selección de las obras ha sido “complicado y laborioso”, señala el comisario, que ha basado la elección de las fotografías en el criterio de que “esta retrospectiva tenía que ser canónica, con las fotos e imágenes que él en algún momento mostró en revistas o exposiciones: queríamos seguir la voluntad del artista, más que recuperar material desechado o no publicado”.
No obstante, la exposición, que se completa con un catálogo y un seminario ya celebrado, no renuncia a exhibir piezas inéditas: “Nunca hasta ahora se habían mostrado sus diarios o sus poemas, sus anotaciones y reflexiones sobre la fotografía… Él venía de una familia muy culta e intelectual, era también muy culto y escribía mucho”.
El artista, según José Tono Martínez, comisario de la muestra, "era muy consciente de que estaba viviendo un momento excepcional y de que tenía que documentarlo”
En el proceso de indagación en el archivo de Pérez-Mínguez los comisarios han encontrado “cosas increíbles”, afirma Tono. Por ejemplo, “la serie Foto-poros, de 1980, de la cual quedan 150 originales y hemos enmarcado 60, o las de Pedro Almodóvar, que vino a visitar la exposición y se quedó anonadado”. De sus series de retratos “él elegía cinco o seis imágenes en función de la psicología”, con el protagonista mostrando distintos estados de ánimo. Para el artista “lo importante en un retrato era captar la atmósfera del retratado”.
De esas cinco o seis imágenes, “acababa publicando una”. La exposición tiene entre sus atractivos la exhibición de series completas que revelan los procedimientos creativos de Pérez-Mínguez, ganador en 2006 del Premio Nacional de Fotografía.
Muchas de las fotografías más célebres del madrileño (en las que aparecen personajes como May Paredes, Rossy de Palma, Carlos Serrano, Vicente Molina Foix, Luis Antonio de Villena o Fernando Savater) son imágenes de grupo captadas en el momento, “sin preparación”, porque “era un fotógrafo compulsivo”, pero se consideraba “ante todo un gran retratista”. Por ello, el retrato protagoniza varias secciones de la muestra, una de ellas Estética Mística/Ecléctica, centrada en su última etapa artística, poblada por “dioses, ángeles, demonios, mitos que él escogía”. También recoge la serie sobre san Expedito, “su santo de cabecera”.
Otro apartado, titulado Para entendidos, repara en la condición de Pérez-Mínguez de “abanderado” del movimiento gay. Fue “uno de los primeros que tratan el desnudo masculino con total naturalidad” y colaboró con revistas como Zero o Shangay.
Pérez-Mínguez, destaca Tono, “fue un gran renovador de la fotografía como director de Nueva Lente, la gran revista de fotografía de los 70, y del Photocentro, fundado en el 75 y del que salieron Ouka Leele y otros fotógrafos maravillosos. Tenía una vocación pedagógica y reformadora de la imagen: hizo programas de radio sobre fotografía, dio clases de fotografía, creó centros y galerías…”.
“Si la música es la imagen de la Movida, los grupos musicales del cambio que le ponen banda sonora a los 80, la gran revolución de la década está en la fotografía y el cómic”, indica el comisario, “y queda en nuestra retina gracias al trabajo de Pablo Pérez-Mínguez, Ouka Leele, Alberto García-Alix…: son el making off, la foto fija de ese momento brutal de renovación en España”. Pérez-Mínguez hacía esta labor “en la calle y en su estudio, en plan Avedon, y en el marco de la generación de la Movida, frente a otros más jóvenes él era muy consciente de que estaba viviendo un momento excepcional y de que tenía que documentarlo”. Así, su obra se eleva como “un testimonio total de la gran desdramatización que se produce en España en los 80”.
Que “la vida misma” quedara plasmada en la fotografía fue el reto, la ilusión y la obsesión de Pablo Pérez-Mínguez, que, en palabras de Txomin Salazar, “atrapaba con su aparato lo que nadie podía imaginar, en un laberinto de pasiones adornado con una vorágine de luces, decorados y modelos de todos los colores”.