Los destellos de la cámara inundan una sala que ahora se descubre (casi) vacía. Bajo una actitud algo pícara y chulesca, Laura le regala media sonrisa al fotógrafo mientras se deleita escuchando los últimos acordes de Lobo hombre en París. No cuesta imaginarse a Miguel Trillo (Jimena de la Frontera, 1953) sumido en una escena como esta. Testigo privilegiado de la nueva ola madrileña, el retratista andaluz rememora parte de su historia con motivo de La primera movida, muestra que podrá verse, hasta el 25 de octubre, en el Círculo de Bellas Artes y que se enmarca dentro del festival PHotoEspaña 2020.

“La crisis sanitaria ha echado por tierra la inauguración. Es una pena, me hubiese encantado reencontrarme con los protagonistas de mis tribus urbanas 40 años después”, se lamenta Trillo al otro lado del teléfono, quien, haciendo uso de su carácter vitalista, intentó organizar la cita por medio de sus redes sociales. Con obras procedentes del Archivo Lafuente y ubicada en la sala Goya de la entidad cultural, la exhibición recorre una de las épocas más efervescentes de la cultura española a través de la mirada del veterano artista . “Podría decirse que este monográfico se presenta como un diario nocturno del Madrid de los 80. Durante ese periodo intenté centrarme en los rostros anónimos de jóvenes que disfrutaban de sus noches de fiesta.”

Licenciado en Imagen y en Filología Hispánica, Trillo fue un fotógrafo tardío. “No conseguí mi primera cámara hasta los veintitantos; es tremendo que no tenga fotos de mi juventud”, confiesa. Enamorado de la música británica (de pequeño solía sintonizar Radio Gibraltar para empaparse de la new wave londinense) el gaditano no tardaría en rendirse a los encantos de la Movida. “Asumí la nueva ola madrileña como algo personal. Veníamos de una generación donde se nos había inculcado el concepto de uniformidad; aquí los uniformes mostraban desobediencia. Fue una cultura de la diversión".

"No conseguí mi primera cámara hasta los veintitantos; es tremendo que no tenga fotos de mi juventud"

Ya sea por miedo o por desconfianza, tras varios años de dictadura los jóvenes de la época se mostraban algo reticentes a ser fotografiados. Sin embargo, Trillo comenzó a detectar algunos cambios en su conducta. “Fue un aprendizaje de calle. Me gustaba llegar al principio o al final de los conciertos. Al inicio me encontraba con aquellos que se morían de ganas por que empezase el espectáculo y al final con los que lo vivían más intensamente. En el medio deambulaba la masa, que daba dinero pero no generaba imágenes”, relata.

Metódico y disciplinado, el fotógrafo reconoce haber seguido la misma dinámica de trabajo durante todos esos años. “Siempre llevaba dos cámaras encima, una para blanco y negro y otra para color. Disfrutaba mucho creando escenarios. El truco consistía en hacer creer a la gente que te habías encontrado con ella de manera casual aunque llevases 15 minutos detrás para retratarla”, confiesa.

'Rockocó nº 2 Punkis'

Hablar de Miguel Trillo también es hablar de los fanzines; aquellos diarios visuales en blanco y negro sobre punks, mods, rockers, y demás tribus urbanas, que el artista distribuía en salas de conciertos, tiendas de discos e, incluso, en el Rastro de Madrid. “Elegí el nombre Rockocó por la mezcla de rock, pop y barroco. Para mí el rock es sinónimo de barroquismo.”, sentencia.

El inicio de los 90 supuso un punto de inflexión en la vida del gaditano. De la mano de Alberto Anaut (antiguo subdirector de El País Semanal y actual presidente de PHotoEspaña) Trillo comienza a colaborar con el dominical del diario El País. “Ha sido el único trabajo que he realizado por encargo”, matiza. Junto al periodista  Moncho Alpuente (quien se encargaba de los textos de los reportajes) el artista recorre las principales capitales de provincia intentando realizar un retrato de la juventud española. De esos archivos nacería Souvenirs, muestra a la que seguiría Geografía Moderna, Afluencias o Habaneras . “No importa el título del proyecto, el hilo conductor de mi obra siempre será la música y las culturas urbanas juveniles”.

"No importa el título del proyecto, el hilo conductor de mi obra siempre será la música y las culturas urbanas juveniles"

Más allá de su producción como fotógrafo, Trillo cultivó el arte de la docencia impartiendo clases en diferentes institutos españoles, oficio que le permitió seguir conectado con las nuevas generaciones. “He pasado un tercio de mi vida en Andalucía, otro en Barcelona y otro en Madrid, pero solo consigo que relacionen mi obra con la capital”, se queja el fotógrafo.

Tras más de 40 años de infatigable trabajo, el gaditano no tiene en mente detener su producción: “¿Retirarme? En el mundo en el que he crecido la gente muere con las botas puestas. Debido a la situación tan atípica en la que vivimos, no he podido fotografiar nada desde la feria de ARCO. No necesito descansos; necesito salir, volver a rodearme de gente y, sobre todo, crear. Mi futuro es seguir siendo underground”, concluye.

@zulheika