Juan José Millás (Valencia, 1946), muy conocido por sus novelas, libros de relatos y artículos en la prensa, ejerce también como colaborador habitual en la radio. Combinando el periodismo y la literatura, incluso ha inventado el ‘articuento’, un género que nace de la hibridación entre el microrrelato y la columna con el que ha llenado de fantasía los diarios al atreverse a mezclar la realidad y la ficción, una práctica que trufa toda su producción.
Pero, por encima de todo, Millás se revela como fundador de un espacio muy personal que deriva de una forma peculiar de observar lo que sucede a su alrededor. Su punto de vista —psicologista e introspectivo— y su capacidad imaginativa crean piezas ingeniosas que nos invitan a reflexionar sobre la cotidianidad, la existencia y sobre nosotros mismos en ella desde ángulos no usados. Lo hacen con una clara actitud crítica y utilizando filtros como la ironía y el humor.
En Solo humo, Millás nos deleita con una de esas historias que solo pueden nacer de su pluma. El inicio del relato resulta rotundo y tiene la intención de interpelar desde el principio al lector. Un muchacho —Carlos—, de apenas dieciocho años, recibe la noticia de que su padre ha muerto en un accidente de moto. Solo sabe de él que era un hombre turbio porque es lo único que su madre le ha comunicado durante años sobre su persona.
No conoce sus gustos, ni siquiera su aspecto físico. Como le ha legado el piso en el que vivía, Carlos se propone indagar, dentro de aquel perímetro, qué tipo de persona fue ese hombre ignorado, y es así como descubre algunas facetas suyas: que le habría gustado escribir una novela, que tenía una nutrida biblioteca y que antes de morir estaba leyendo —el ejemplar manoseado sugiere que con verdadero afán— los cuentos populares recogidos por Wilhelm y Jacob Grimm.
La novela se adentra en un terreno de historias conocidas, desde La Cenicienta hasta Hansel y Gretel o La bella durmiente, cuya lectura consciente (en el texto se habla también de la lectura como responsabilidad) muestra cuánto se asemejan al mundo que vivimos, probablemente por la presencia en ellas de arquetipos y situaciones fácilmente identificables.
En 'Solo humo' está el entramado fabuloso del autor, en el que los protagonistas se desdoblan y se observan actuar
Por eso, en Solo humo hay una fusión entre dos tiempos históricos y culturales (el de las tramas de los Grimm y el presente) que ayuda al protagonista a tener una nueva perspectiva sobre la vida mientras, gracias a ella, el autor declara su versión sobre la contemporaneidad (es curioso el giro feminista de La Cenicienta).
En Solo humo hay, al menos, dos formas diferentes de realidad, como evidencian sus dos tramas: la que todos habitamos y la de la literatura, más concretamente la de los cuentos y, como dice el padre de Carlos, “las dos compiten en crueldad”: mujeres que amputan sus pies con el fin de obtener un bien material, padres ausentes, madres enfermas de mal capaces de abandonar a sus hijos…
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En la novela, además, encontramos el entramado fabuloso del autor en el que los protagonistas se desdoblan y se observan actuar, incluso se internan en las historias de la ficción e intentan persuadir a sus iguales de que cambien el curso de los acontecimientos. La frustración por no poder hacerlo es la misma que sentimos cuando sabemos que nuestro universo se precipita hacia la autodestrucción y nos vemos incapaces de impedirlo.
El doble, el personaje, el homúnculo o el fantasma permiten contemplar los hechos con ojos nuevos, desautomatizando una forma inconsciente y descuidada de estar en el mundo. Puro y gozoso Millás.