Entramos en casa de la coleccionista Ella Fontanals-Cisneros: "Voy a las ferias a dejarme sorprender"
Es una de las vip de ARCO. Con más de 3.000 piezas, almacenes en dos continentes, una fundación de apoyo a los artistas y ahora un libro donde, en parte, cuenta su historia.
10 marzo, 2024 02:00Cubana de nacimiento, Ella Fontanals-Cisneros (La Habana, 1944) es una de las mayores coleccionistas latinoamericanas. Instalada en el Caribe desde hace unos años siente Madrid como su segundo hogar. “El primero es República Dominicana, allí, en mi casa con vistas al mar, soy muy feliz”.
Habla cinco idiomas y tiene residencia también en Miami –donde vive su familia y tiene la sede su fundación de apoyo a los artistas, CIFO–, en Yucatán, México, y, por supuesto, en Madrid. Le gusta volver a la Venezuela donde pasó tantos años “pero es siempre difícil”.
Y, a pesar de la mala experiencia con las instituciones públicas con las que no logró llegar a un acuerdo para donar buena parte de su colección, ama España y aquí tiene piso y almacén con parte de sus fondos.
Los invitados del exclusivo Programa Guest de ARCO tienen allí una cita el día 8. Y el jueves 7, en Ifema, presenta su primer libro, Ella soy yo (Funambulista).
Antes de la vorágine de la feria, nos abre las puertas de su céntrica casa madrileña en la que se mezclan el arte, la luz y las flores y donde podríamos pasar hablando todo el día acompañadas por Elena Asins, Vik Muniz, Fernanda Fragateiro, Gego (“tengo varias obras suyas, algunas prestadas al Guggenheim Bilbao para su reciente exposición”), Dadamaino, Joaquín Torres García...
“Guardar piezas no es lo que me motiva. Creo que el arte, en esencia, debe ser para el gran público”
Pregunta. ¿Cuándo decidió contar su historia y por qué ha elegido hacerlo desde la ficción?
Respuesta. Quería escribir una biografía y contar muchas cosas que durante esa época pasaron a las mujeres y acontecimientos que ocurrieron en Cuba. Pero tomé la decisión de escribir una novela, porque era la única manera de poder contar muchas otras cosas...
P. ¿Ha seguido escribiendo?
R. Sí, estoy empezando otro libro. Me gustaría que fuera algo biográfico, que hable sobre el arte y las cosas que me han ocurrido. De las experiencias que he tenido en mis más de 40 años de coleccionista.
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P. En los 70 fundó una galería en Caracas especializada en artistas venezolanos. ¿Cómo dio el paso al coleccionismo y cuál fue su primera obra?
R. Mi idea no era coleccionar, era adquirir piezas que me gustaban, no tenía vocación de coleccionismo. Fue años más tarde cuando alguien me dijo “ah, es usted coleccionista…”. Eso me hizo reflexionar, y me dije “pues parece que sí”. Empecé a coleccionar en los años 70, a la vez que con la galería, era joven, no tenía mucho dinero y compraba lo que podía, mucho arte latinoamericano. La primera obra fue de un pintor venezolano que se llamaba Tomás Golding, una Quema, que era una serie de pinturas que hizo con quemas en el campo.
P. Pero no fue hasta finales de los 90 cuando su colección se profesionalizó. ¿Qué le hizo cambiar? ¿Qué le llevó a hacer público algo que era privado?
R. Paré de coleccionar desde finales de los 80 hasta mediados de los 90, porque en esa época me dediqué más a la filantropía. Ayudé a montar varias fundaciones, una en Venezuela, otra en Naciones Unidas, para ayudar más a mi país y al mundo en general…
»Más tarde, en el 95, empecé a coleccionar un arte más global y a enfocar la filantropía hacia lo que me apasiona, que es el arte. Me di cuenta de que tener muchas obras implica una responsabilidad pública. Mi filosofía es prestar a cualquiera que me lo pida (institución, fundación, museo…).
»Guardar piezas no es lo que me motiva para coleccionar. Me interesa más la investigación, el aprendizaje, el proceso. Y el arte, en esencia, debe ser para el gran público. Por eso empecé a prestar la colección y hacerla más pública.
“Tengo obras de Elena Asins, Teresa Lanceta, Sánchez Castillo... Ahora sigo a Cristina Lucas y a Miki Leal”
P. Lo que supongo que significó también un cambio de rumbo: dejar de pensar solo en el gusto personal y pensar en la colección, en lo que necesitaba, en lo que faltaba…
R. Fue un cambio de perspectiva, empecé a pensar de manera más global, en el interés general, abrir caminos con otros, en lugar de seguir uno yo sola. No me costó ese cambio de actitud porque desde el principio mi voluntad no era la tenencia de obras, sabía que quería compartirlas.
P. Y en el año 2000 une la filantropía con el arte con la creación de la Fundación CIFO, que nace para visibilizar a los artistas latinoamericanos con muestras y premios. ¿Cree que el apoyo a los artistas es una de las labores del coleccionista?
R. El coleccionista, si realmente lo es, tiene mucho contacto con los artistas, les apoya comprando su obra, acompañando su carrera. El grado de involucración depende de la persona. En mi caso, la filantropía ha sido lo que me ha guiado.
P. ¿Qué le aporta el trato con los artistas?
R. Me aporta felicidad absoluta. Cuando apoyas a los creadores, es una satisfacción ver su obra realizada, apoyar a alguien y que crezca, y verle crecer. A mí me da una felicidad extrema.
P. ¿De qué descubrimiento o compra se siente más orgullosa?
R. De la cubana Carmen Herrera. Fue una artista que descubrí en 2002, nadie la conocía en ese momento, y eso para mí fue muy satisfactorio. La vi antes de que falleciera con 106 años, la vi bien retribuida en museos de todo el mundo y vi como su obra se revalorizaba y estaba en grandes colecciones.
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P. ¿Cuál ha sido su última compra?
R. Una obra del artista afroamericano Rashid Johnson (Chicago, 1977).
P. ¿Siente que se ha equivocado alguna vez?
R. Me he equivocado muchas veces, sobre todo al principio, y me sigo equivocando todavía. Es parte del proceso de aprendizaje y de coleccionar. La equivocación te hace crecer también como coleccionista.
P. ¿Dónde le gusta comprar, en ferias, en galerías, en estudios de artistas, visita bienales?
R. Voy de un lado a otro. Voy a ferias para ver si consigo piezas nuevas o diferentes que no haya visto, las galerías me llaman para enseñarme sus descubrimientos, visito bienales, estoy muy involucrada con los artistas. Es un proceso abierto y activo. También hay comisarios y amigos que me aconsejan y me muestran artistas.
P. ¿Ha comprado NFTs?
R. Sí, claro. Lo seguí mucho al comienzo de los NFTs. Quería comprender, me interesaba saber cómo funcionaba y compré. Pero también entendí pronto que lo más valioso de un NFTs es un certificado de una obra que compramos, pero no es la obra en sí. Hemos visto que los precios se han disparado, además, un poco manipulados por el mercado, por la gente que tenía las bases de blockchain…
“Me hubiera encantado que parte de la colección estuviera aquí en España, pero no tengo energía para seguir con los políticos”
P. Y la escena española, ¿cómo ve aquí el arte actual?
R. Muy fructífera y con una evolución muy interesante. El éxodo de artistas extranjeros que han llegado a Madrid, muchos de ellos cubanos, pero también de muchos otros países, ha influido en la activación de espacios como en Carabanchel, donde conviven españoles y extranjeros. Puedo notar la interacción entre ellos y verla en las visitas que hago a sus estudios y en sus exposiciones.
P. ¿Tiene artistas españoles en su colección? ¿A quiénes sigue aquí?
R. Tengo artistas españoles y sigo comprando. En mi colección hay bastantes obras de Elena Asins. También tengo Teresa Lanceta, Fernando Sánchez Castillo, Jordi Teixidor y muchos más. Últimamente sigo mucho el trabajo de Cristina Lucas y de Miki Leal.
P. Su colección tiene unas 3.000 piezas de las que 400 estuvieron a punto de ser del Estado español a través de una donación: llegó a firmar un acuerdo con el ministro de Cultura Méndez de Vigo que nunca se materializó. ¿Qué pasó?
R. Perdí muchos años en conversaciones con varios gobiernos, el de Zapatero fue el primer interesado. Luego Méndez de Vigo desarrolló un preacuerdo para trasladar la colección a Tabacalera pero con la llegada de los socialistas se frenó. Estuvieron varios meses dándole vueltas y me di cuenta de que no tenían la voluntad, así que me retiré.
»Me hubiera encantado que parte de la colección estuviera aquí en España, es mi segunda nacionalidad, soy española, pero no tengo energía ahora para seguir con los políticos. Me han llamado ayuntamientos e instituciones, y yo les digo que, sin dinero asignado, sin espacios concretos, es perder el tiempo.
P. ¿Le preocupa el futuro de su colección?
R. Me pregunto mucho sobre el futuro, sí. Desgraciadamente, no sé si se quedará como la colección que hasta ahora he hecho, pues mis hijos tienen su propio gusto y sus propias ideas de lo que quieren hacer. También hay cosas que quiero sacar de la colección porque ya no son de mi interés, y no creo que lo sean en el futuro; hay piezas que quiero que estén en la Fundación para enseñarlas eventualmente al público… La colección es muy extensa y no creo que sea posible que vaya a estar todo junto.
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P. Este año el Caribe es el tema de ARCO: ¿Qué artistas de la zona nos recomienda?
R. He estado mucho en Cuba en los últimos años y hay una cantidad de artistas cubanos que merece la pena conocer. En Madrid –muchos de ellos en Carabanchel– están René Francisco Rodríguez, Carlos Garaicoa, Glenda León... Los artistas venezolanos son fantásticos también. Merece la pena investigar.
P. ¿Qué stands de ARCO no piensa perderse?
R. Voy a las ferias a dejarme sorprender. El año pasado, por ejemplo, encontrar al sevillano Manuel M. Romero (1993) en la galería Artnueve fue todo un descubrimiento. Compré varias piezas.