John Connolly: "La extrema derecha no desaparecerá, pero el voto le puede quitar poder"
Referente de la novela negra, el autor irlandés regresa de la mano de su incondicional detective Charlie Parker a su particular universo de crímenes, terror y fantasía con 'La mujer del bosque'
20 agosto, 2020 07:28Más de veinte años junto a su protagonista Charlie Parker, John Connolly (Dublín, 1968) vuelve a su emblemática saga con La mujer del bosque (Tusquets), una historia de asesinatos, muertos y fantasmas salpicada por las consecuencias de la violencia de género y del racismo. El escritor, que aún disfruta mirando el mundo a través de los ojos de su detective, “en parte –dice-, porque ambos han envejecido a la vez”, espera que con la edad los dos hayan conseguido “ablandarse” un poco. “Especialmente Parker, porque en los primeros libros se dejaba llevar casi por completo por la ira y el dolor –analiza-. Ahora es alguien mas admirable, creo. Hay algo casi cristiano en su predisposición a asumir el dolor de los demás, en su empatía”.
Parker vuelve sí, pero no sabemos por cuánto tiempo. Connolly que acaba de terminar la adaptación del guión de su novela El libro de las cosas perdidas, confiesa que en los últimos años ya ha pensado un posible final para él, aunque no tiene prisa por escribirlo. “Es un negocio extraño, en cierto sentido –reflexiona-. Los lectores han desarrollado mucho afecto por él, Angel y Louis, y como escritor soy consciente de ello. Eso ejerce una especie de presión sobre mí que no había previsto. Así que, honestamente, todavía no estoy seguro de cuál será la mejor manera de manejarlo”.
Pregunta. En La mujer del bosque aborda temas como la violencia de género o el racismo, tan actuales hoy. ¿Qué importancia tiene el contexto en su obra?
Respuesta. Los libros de Parker no existen aislados de la realidad, e inevitablemente reflejan algunos aspectos del mundo y parte de la visión que tengo sobre él. El incidente con el vehículo adornado con banderas confederadas -se refiere a un pasaje del libro- se produce porque vi un camión decorado de la misma manera en Portland después de que Trump fuera elegido. Del mismo modo, personas que afirman ser miembros del KKK distribuyeron folletos en las ciudades de Maine hace relativamente poco. Tal vez estos temas hayan pasado a primer plano porque actualmente Estados Unidos tiene un presidente que ha mostrado desprecio hacia las mujeres y está dispuesto, como mínimo, a coquetear con los racistas. A menudo los lectores conservadores me acusan de ser, por citar uno de los correos electrónicos más recientes que he recibido, "un típico liberal de espíritu mezquino" y de llenar mis libros con mis opiniones políticas, pero ni siquiera considero las opiniones expresadas en los libros como partidistas de esa manera. Estos son problemas morales, y los veo en términos muy simples: los pobres y los vulnerables no deben quedar a merced de los ricos y los depredadores.
"Las opiniones de mis libros no son partidistas sino morales. En términos simples: los pobres y los vulnerables no deben quedar a merced de los ricos y los depredadores"
P. La mujer es además víctima a menudo en la novela negra, ¿por qué cree que es así? ¿Funciona el género mejor que ninguno otro para denunciar el machismo y sus consecuencias?
R. La relación entre el género y la violencia contra las mujeres no es del todo problemática. Son solo entretenimientos impulsados por un cierto nivel de violencia. Los escritores buscan una reacción emocional, a veces incluso visceral, del lector. Suelo decir que existe una especie de jerarquía en la respuesta a la violencia dentro de las novelas policiales: a los lectores les disgusta intensamente la violencia contra los animales; están preocupados, o incluso enajenados, por la violencia contra los niños; y no les importa mucho la violencia contra los hombres. Las mujeres ocupan una posición peculiar en esta jerarquía. Como señalas, con frecuencia son víctimas en las novelas policiales, pero creo que es menos por misoginia -o, en el otro extremo de la escala, como un medio para denunciar la violencia machista en general-, que por el hecho de que los lectores reaccionen de una manera emocional particular a la muerte de una mujer, que es la respuesta que los escritores buscan conseguir a menudo. Queremos que el lector se involucre emocionalmente en los efectos del crimen y la búsqueda del culpable. En este sentido, los asesinatos de los hombres rara vez los involucra lo suficiente. (Es un poco deprimente, en cierto modo, hablar desde el punto de vista masculino).
P. El racismo es el otro gran tema que denuncia en su novela, ¿qué opinión tiene de los últimos acontecimientos que se han vivido en Estados Unidos?
R. No estoy seguro de que nadie necesite leer mi ficción como denuncia del racismo, la violencia contra las mujeres o cualquier otra cosa. Eso es un poco como "pescar peces en un barril", como solemos decir. En términos de ficción, hace que los procedimientos policiales sean complejos, creo. Quizás sea más complicado escribir de la policía como héroes o sin abordar la sombra del racismo. Por otra parte, ¿hasta qué punto recurrimos a la novela de misterio en busca de realidad? En verdad, la policía tiene defectos, la justicia no siempre gana y los delincuentes criminales se escapan. Nos volcamos menos en la ficción criminal para reflexionar sobre el mundo tal y como es que para ver el mundo como quisiéramos que fuera.
P. ¿Son más peligrosos los personajes como Billy Ocean a los que se le ve venir de lejos o los que son como Bobby Ocean que tratan de disimular su racismo?
R. Creo que son igualmente de peligrosos cada uno a su manera, pero hay algo malicioso en el racismo oculto. Hace que sea muy difícil de abordar. Sin embargo, parece que una gran parte de él ya no permanece oculto: los autócratas que han asumido el poder en Europa y América lo han legitimado. ¿Por qué esconder algo que ya no parece vergonzoso?
"Los autócratas que han asumido el poder en Europa y América han legitimado el racismo. ¿Por qué esconder algo que ya no parece vergonzoso?"
P. Algo que se plantea en La mujer del bosque, de hecho, es si debemos respetar la libertad de expresión cuando esa libertad de expresión es ofensiva. ¿Hay límites?
R. Eso puede estar por encima de mi salario. Mi base es la intención: ¿cuál es el propósito de expresar estos puntos de vista? Si es para menospreciar, humillar o dañar, entonces son difíciles de defender, y tal vez no deberían defenderse en absoluto, excepto por aquellos que los han expresado y pueden tener que soportar las consecuencias. A riesgo de entrar en un campo minado, me preocupa la hostilidad dirigida hacia J. K. Rowling. Puede haber sido torpe en la forma de expresarse. Aunque en el proceso de tratar de exponer en voz alta sus propias respuestas y puntos de vista sin duda ha ofendido a algunos en el fondo me parece una persona fundamentalmente decente que solo ha prestado atención a los jóvenes a lo largo de los años. Hay mejores objetivos a los que dirigir la ira: a principios de este año el presidente Trump entregó la Medalla Presidencial de la Libertad a Rush Limbaugh, un hombre que ha dicho las cosas más espantosas sobre los negros, transexuales y gays a lo largo de los años. Trump estaba recompensando esencialmente el discurso de odio. En este sentido, es difícil mirar el mundo y no sentir que está todo del revés.
P. ¿Y cómo explicaría el auge de la ideología de la extrema derecha hoy? ¿Es imparable?
R. Estamos presenciando una polarización aumentada por las redes sociales y utilizada para sus propios fines por una raza de políticos autocráticos que aprovechan el miedo, la ira y la confusión de un determinado electorado de votantes. Creo que las recientes protestas en los Estados Unidos son motivo de optimismo, pero es desesperadamente lamentable que hayan tenido que esperar a la muerte de una persona negra para que salieran los manifestantes a las calles. Finalmente, como señaló el hermano de George Floyd, el cambio requiere que la gente vote. Las ideologías de extrema derecha no están a punto de desaparecer, pero el proceso democrático les puede quitar poder.
P. ¿Ilegalizaría como dice su protagonista el concepto de patriotismo?
R. A veces pongo palabras en boca de mis personajes solo para ver cómo suenan. Algunas con las que estoy de acuerdo y otras con las que no. Es el abogado Moxie Castin quien desprecia el patriotismo, pero creo que realmente el problema es el nacionalismo ciego. Aún así, no soy muy partidario de prohibir nada, excepto tal vez el uso de teléfonos móviles en mi vecindario cuando trato de tomar una taza de café y leer un libro.
P. ¿Qué importancia tienen los cuentos de los hermanos Grimm en su literatura y en su novela?
R. Creo que la influencia de los cuentos de hadas atraviesa gran parte de mi trabajo, desde las novelas de Parker hasta El libro de las cosas perdidas y más. Los bosques de los Grimms son trasladados a Maine en la serie de Parker, y me fascinan las imágenes de niños perdidos, ogros o brujas. Son historias tan elementales capaces de aprovechar algo del niño que todos los adultos llevan dentro, el lugar en el que enterramos, pero nunca conquistamos, nuestros miedos. Si puedo aprovechar eso, creo que mis libros adquieren un poder particular para perturbar al lector.
"Me preocupa la hostilidad dirigida hacia J. K. Rowling. Hay mejores objetivos a los que dirigir la ira"
P. Por último, ¿cómo valora la situación actual del género? ¿Lee algún autor fuera del mundo anglosajón, alguno español?
R. El género parece gozar de buena salud, renovado regularmente con sangre nueva. Quizás leo menos de lo que alguna vez hice. He llegado a una edad en la que soy consciente de que existe una gran cantidad de lagunas en mi conocimiento -sobre literatura, música, cine-, y me encuentro volviendo a grandes obras del pasado que olvidé explorar cuando era más joven o, si lo hice, no lo pude apreciar completamente. Sin embargo, recientemente he estado tratando de mejorar mi español. Ahora tengo una versión en castellano de mi página web y trato de traducir mis propios boletines al español, aunque con muchas correcciones de mi profesora. Así que, como parte de una mayor inmersión en la cultura española, he estado leyendo autores hispanohablantes como Javier Cercas, Domingo Villar, Dolores Redondo, las novelas gráficas de Nicolás Ferraro, a quien conocí el año pasado en Gijón, o Javier Marías. La lista es larga y cada vez más larga, lo cual no es malo. Desearía que mi español fuera lo suficientemente bueno como para permitirme leer ficción en su idioma, pero todavía no lo es, por lo que confío en lo que encuentro traducido.