Jorge M. Reverte
"La novela negra nórdica es demasiado morbosa"
6 mayo, 2013 02:00Jorge M. Reverte. Foto: Kike Para
Acaba de publicar 'Gálvez entre los leones' (RBA)
Pregunta.- Ocho años ha tenido a sus seguidores sin una nueva entrega de Gálvez. ¿Por qué tanto tiempo?
Respuesta.- Pues porque tengo algo en común con Gálvez: que no planifico nada. Cuando se me ocurre una idea me pongo con ella y ya está, según me vienen. Aunque ahora sí tengo intención de escribir dos o tres libros de Gálvez más en los próximos dos o tres años.
P.- Es una serie que, de todas formas, dosifica con cuentagotas: seis títulos en 34 años...
R.- Es que cuando me meto con trabajos de investigación de la guerra civil me concentro de lleno. La manera de escribir es muy distinta y no quiero que se contaminen. El trabajo de documentación es salvaje y no encuentro hueco para otros proyectos. A ver si ahora me pongo serio y me organizo un poco mejor para escribir nuevas historias de Gálvez.
P.- ¿Y por qué ahora se quiere poner las pilas con su investigador?
R.- He descubierto que cuando me estoy documentado para una de mis investigaciones puedo a su vez escribir otras cosas. Lo que no puedo escribir al mismo tiempo dos libros totalmente diferentes, pero sí durante ese trabajo previo de acumular información.
P.- ¿Concibe su saga de Gálvez como un descanso gozoso entre ensayo y ensayo?
R.- Gálvez siempre ha sido un disfrute para mí. Me lo paso muy bien con él. De hecho, él llegó por pura casualidad. Tenía que escribir un libro espantoso sobre el imperialismo pero cuando metí el folio en el rodillo de la máquina tecleé la primera frase de Demasiado para Gálvez. Y me salió del tirón. En un mes lo tenía escrito.
P.- ¿Me puede recordar esa primera frase?
R.- Si hay días en que uno no debería levantarse, aquel era uno de ellos...
P.- En esta época, para muchos, hay demasiados días que amanecen así. En Gálvez entre los leones le apetecía poner en la picota tanta corrupción, agravante de la crisis que padecemos...
R.- Es así. Vivimos un momento muy preocupante. Cuando Gálvez empezaba a hacer sus primeros pinitos como investigador había corrupción, mucha, claro, pero el país vivía sumido en el optimismo. Creíamos que con la democracia acabaríamos con ella, o al menos que retrocedería notablemente. Ahora vemos que era mucho mayor de lo que ingenuamente pensábamos. Y lo más grave es que supone un debilitamiento de los pilares de la democracia.
P.- Gálvez ahora es un periodista en paro, como tantos. ¿Quedarán profesionales y medios para desvelar las tramas corruptas en el futuro?
R.- Yo soy optimista y peleón. El papel no sé si sobrevivirá. Ojalá sí, porque yo me he criado en contacto con él. Aunque está claro que el formato que primará será el digital. Aun así, su esencia no se modificará. Me refiero a investigar, contrastar fuentes... El problema es que ahora los medios tradicionales no pueden apenas financiar esas investigaciones.
P.- Gálvez tiene en común con Mikael Blomkvist, el protagonista de la serie de Larsson, que es un investigador que procede del periodismo. ¿Le interesa la novela negra que ha llegado del frío?
R.- Pues me interesa algo, pero no me entusiasma. Eso de dedicarle doce páginas a cómo ha sido practicada una raja en un cuerpo tiene algo de morboso, un toque que está en casi todas las novelas presentes de allí. Gálvez es un periodista y yo intento escribir en esta serie de manera periodística, muy concentrada y con ritmo.
P.- ¿Y qué le ha parecido la biografía de su hermano Javier sobre Modesto?
R.- Está muy bien escrita, como es habitual en él, y además es muy fiel al personaje. Le ha quedado muy verosímil. Aunque los dos escribimos de manera muy diferente.
P.- ¿En qué sentido?
R.- Él es muy descriptivo, con los paisajes pero también con los personajes. Se adentra mucho en su psicología. A mí me gusta más explicar cómo son a través de sus acciones.
P.- En cierto modo, Gálvez entre los leones le debe mucho a él, ¿no?
R.- Sí, elegí Tanzania para ubicar la trama tras hacer un viaje con él a este país. Luego le he preguntado muchas cosas para no meter la pata. A él le suelo pasar todos mis libros antes de publicarlos. Tenemos muy buena comunicación.