Los críticos
1. El viernes pasado había una crítica de Lope en El País que ponía los pelos de punta. Ocaña reprochaba a la película ser demasiado correcta y a partir de aquí se despachaba a gusto con ella para ridiculizarla de una forma atroz. A veces, me pregunto qué gracia encontrarán algunos en despertarse por las mañanas pensando sobre quién echarán su bilis. Lope es, sin duda, demasiado académica y tiene planos incluso sonrojantes (el descubrimiento por parte del poeta de su vocación sobre un escenario, filmado como un anuncio de BMW) pero censurar a una película que funcione aunque sea a base de utilizar un clasicismo absoluto significa desconocer lo difícil que es hacer que una película, cualquier película, funcione. Sobra en la crítica española un "me gusta, no me gusta" que ahuyenta cualquier análisis y se queda en el simple exabrupto.
2. Leer los diarios de hoy deja a cualquiera perplejo. Sergi Sánchez, el crítico de La Razón, dice que las dos películas presentadas el domingo a concurso, la americana Meek's Cutoff y la chilena Post mortem son "extraordinarias" y elevan el nivel de la sección oficial. Luis Martínez, en El Mundo, se muestra menos entusiasmado pero igualmente elogioso. Mientras, en ABC y El País, la "pinza" Boyero-Marchante vuelve a funcionar de una manera asombrosa. Ambos están de acuerdo en cargarse las películas. Si Umberto Eco dividió a los intelectuales entre "apocalípticos" e "integrados", cada vez parece abrirse una brecha más honda entre aquellos que ven en el silencio y la búsqueda de la vanguardia como mínimo un símbolo de vitalidad y los que se niegan a darle ningún crédito a cualquier cosa que huela a "moderno". Y lo más curioso de esta especie de guerra sin cuartel entre ambos es que como debate me parece, sobre todo, antiguo.
2. Leer los diarios de hoy deja a cualquiera perplejo. Sergi Sánchez, el crítico de La Razón, dice que las dos películas presentadas el domingo a concurso, la americana Meek's Cutoff y la chilena Post mortem son "extraordinarias" y elevan el nivel de la sección oficial. Luis Martínez, en El Mundo, se muestra menos entusiasmado pero igualmente elogioso. Mientras, en ABC y El País, la "pinza" Boyero-Marchante vuelve a funcionar de una manera asombrosa. Ambos están de acuerdo en cargarse las películas. Si Umberto Eco dividió a los intelectuales entre "apocalípticos" e "integrados", cada vez parece abrirse una brecha más honda entre aquellos que ven en el silencio y la búsqueda de la vanguardia como mínimo un símbolo de vitalidad y los que se niegan a darle ningún crédito a cualquier cosa que huela a "moderno". Y lo más curioso de esta especie de guerra sin cuartel entre ambos es que como debate me parece, sobre todo, antiguo.