Mucho se habla sobre los supuestos aspectos negativos del vino blanco y muy poco de la verdad que hay detrás de esas afirmaciones. Existen todo tipo de falsos mitos sobre el vino blanco. Creencias transmitidas desde el desconocimiento y todo tipo de ‘cuñadismos’ sin fundamento que nos confunden a la hora de seguir aprendiendo y nos alejan del disfrute de este maravilloso estilo de vinos.
Analizamos la controvertida popularidad del vino blanco y desmentimos algunas de esas teorías adulteradas, para que nada ni nadie nos quite el placer beberlo.
1. El vino blanco se elabora con uvas blancas
No siempre. Las uvas con las que se hace el vino blanco no tienen que ser necesariamente blancas. Este tipo de vino es el único que se puede elaborar con cualquier tipo de uva (sí, también con tintas). De ahí las categorías francesas de ‘blanc de blancs’ (un vino blanco elaborado solamente con uvas blancas) y ‘blanc de noirs’ (un vino blanco elaborado a partir de solo uvas tintas o la mezcla de uvas blancas y tintas).
2. Los vinos blancos son más ligeros
Si bien es cierto que los blancos son, en general, más ligeros por la maceración, por el estilo de elaboración, la intensidad va a depender también de la variedad de uva. Si esta es potente, el vino es capaz de adquirir el cariz de un tinto.
Por esta razón, encontramos muchos buenos blancos con crianza en madera o con largos envejecimientos en botella. Un estilo de vino reposado y gastronómico, que se aleja de la frescura y acidez que habitualmente asociamos con los blancos, para adquirir matices redondos, cremosos y envolventes propios de la crianza, y que poco a poco va calando en los paladares que buscan una gama más amplia de matices en este color de vino.
3. El vino blanco es solo para el pescado
Dedicamos un artículo entero a desmentir esa falsa teoría. Y no nos cansamos de repetirlo: el vino blanco también es para las carnes. “Esta clase de vinos puede funcionar a la perfección con guisos potentes de ave y patés, sopas y platos que contengan carne”, apuntan desde Delivinos.
“Los sauvignon blanc, con una acidez marcada y fresca o los vinos untuosos al estilo de los rieslings de Alsacia y Alemania suelen acompañar casi cualquier preparación con cerdo, carnes grasas y salsas. Además, variedades como pinot gris y verdicchio producen vinos perfectos para servir acompañando platos especiados e incluso picantes”, aseguran los especialistas de esta tienda madrileña.
Punto y aparte merece el maridaje de vinos blancos con quesos. Si eres de los que siempre ha pensado que los quesos sólo armonizan con tintos, es porque no has probado con blancos. La gran variedad de vinos blancos, frescos, con cremosos, frutales, con cuerpo, hace que sean el compañero ideal para disfrutar de quesos tipo brie o muy tiernos, o incluso algunos curados.
4. Todos los blancos son iguales
Como apuntábamos más arriba, dentro del amplio espectro de vinos blancos hay muchas diferencias, no sólo en función de la crianza, sino de la variedad de uva escogida para su elaboración. No es lo mismo un vino blanco de verdejo o de albariño, normalmente, más frescos y afrutados, que un vino blanco de viura o de garnacha blanca, cuya estructura puede ser similar a la de los tintos.
5. Hay que tomarlos siempre muy fríos
Si son vinos jóvenes, la temperatura ideal de servicio no debe superar los 8 ºC. Su elevada acidez natural aguantará el frío y de esta manera disfrutaremos de su frescura sin cargarnos grandes cualidades organolépticas. Sin embargo, determinados vinos blancos (los que tienen crianza sobre lías o trabajo de madera), adquieren otro tipo de cualidades aromáticas y gustativas cuando ganan algo de temperatura y merece la pena servirlos con unos graditos más para apreciar todos esos matices. Eso sí, hasta un límite de unos 12 ºC.
6. El vino blanco es malo para la salud
Nada más lejos de la realidad. Hay estudios que demuestran que beber una o dos copas de vino blanco al día reduce las secuelas que puede dejar un paro cardiaco. También protege el corazón del envejecimiento, manteniendo en buenas condiciones los ventrículos.
Otros datos atestiguan que el consumo moderado de vino blanco a lo largo de la vida previene las enfermedades pulmonares y prevenir la aparición de problemas en el sistema respiratorio.
En cuanto al cáncer, hasta hace poco se creía que solo el vino tinto era capaz de prevenir su aparición, pero el vino blanco también protege nuestras células e impide avanzar el cáncer, sobre todo el de mama.
Tres copas de vino blanco a la semana tienen un efecto protector sobre el cerebro, ya que el ácido fenólico salvaguarda de enfermedades neurodegenerativas, como la demencia. Y en materia de belleza, cabe destacar su poder antioxidante. Se ha comprobado que el vino blanco contiene una cantidad de antioxidantes similar a la que se encuentra en el aceite de oliva o el vino tinto.
7. El vino blanco engorda más que el tinto
El vino engorda porque el alcohol engorda. Da igual del color que sea. Según las tablas más recientes de composición de alimentos del CESNID, el vino blanco tiene ligeramente mayor cantidad de calorías que el tinto (70 Kcal por cada 100 ml, frente a 63), debido a la mayor cantidad de azúcares simples que tiene este tipo de vino. Pero es una diferencia mínima.
Podría decirse que el vino blanco no engorda más que el tinto, sino que engorda igual. Sin embargo, en el caso del blanco, este puede ayuda a mantener la línea. Algunas dietas para adelgazar permiten el consumo de vino blanco después de que un estudio llegara a la conclusión de que un régimen en el que el 10 % de las calorías provengan del vino blanco, permite una pérdida de peso más rápida.
8. El blanco da más resaca
Si las resacas tienen que ver con el componente alcohólico, el vino tinto, en promedio, tiene más alcohol que el vino blanco. Poco más que añadir aquí. Además, las bebidas alcohólicas oscuras contienen más congéneres, o lo que es lo mismo, componentes biológicamente activos que podrían ser responsables de las resacas. El vino blanco tiene muchos menos que el tinto. Y que el ron, el whisky o el coñac.