El vino en verano puede ser nuestro mejor aliado, ya sea para acompañar platos frescos como para compartir con amigos durante la puesta de sol.
Tan sólo hay saber cuáles elegir y a qué temperatura servirlos. Te contamos todos los trucos que necesitas saber para que el calor no te impida disfrutar de una buena copa de vino durante las vacaciones estivales.
1. Qué vinos van mejor para el verano
Si te gusta el vino, es absurdo que alguien te diga los que debes o no debes beber según la temporada. Igual sucede con los maridajes, porque en realidad acertar es muy sencillo: bebe siempre el vino que te apetezca. No obstante, las altas temperaturas suelen hacer que nos decantemos por vinos más frescos y jóvenes en verano, etiquetas que podamos servir un poco más frías de lo recomendado (e incluso echar un hielo sin que nuestro cuñado se lleve las manos a la cabeza) y que nos hagan disfrutar aún más de la copa.
Como apuntábamos, no existe un único vino adecuado para tomar en esta época del año. Todo es cuestión de gustos, pero sí podemos multiplicar las sensaciones teniendo en cuenta aspectos como la temperatura en la calle, los ingredientes de nuestro menú o la ocasión. Atender a estos detalles contribuirá a que disfrutemos de una experiencia eno-gastronómica mucho más completa. Que de eso se trata.
Cuando el termómetro no para de subir pero queremos abrir una botella de vino al aire libre, un blanco joven o seco siempre va a acompañar a la perfección a una comida preparada en el exterior como puede ser una paella. Un rosado semi seco servido bien fresquito armonizará también estupendamente con una barbacoa ligera, de verduras y marisco, por ejemplo, aunque según qué rosado (uno corpulento a base de merlot, quizás) también puede aguantar e incluso refrescar una carne roja. Los platos salados van muy bien con vinos con cierto dulzor (que no dulces), ya sean blancos o tintos.
Durante las vacaciones solemos tomar platos ácidos, en busca de la frescura que no encontramos afuera. El éxito del maridaje pasar por lograr un equilibrio con la acidez del vino. Volviendo a la paella, el limón que solemos echarle requiere de vinos también ácidos. Un txacolí, por no hablar de un cava o un champán brut, van a ser tus auténticos amores de verano.
Los vinos tintos con mariscos o pescados demasiado salados pueden agudizar sus taninos. Es la única razón por la que no se suele aconsejar esta armonía. Sin embargo, un tinto joven con mucha fruta puede ensalzar para bien la salinidad de una paella tradicional, y si tiene algo de crianza será el mejor aliado de los arroces más sustanciosos.
2. La temperatura importa
Importa, y mucho. Ajustando la temperatura del vino la cata puede mejorar o empeorar. En líneas generales, cuanto más caliente esté un vino (hacia los 20ºC), más aromático será, y viceversa. Pero también más alcohólico, más pesado y más empalagoso. Por el contrario, el frío enmascara los aromas y acentúa la percepción de la acidez y los taninos. Demasiado frío puede hacer que el vino nos parezca duro, austero.
Para disfrutar de la experiencia, conviene tener en cuenta las uvas. Algunas variedades, como la sauvignon blanc y la riesling, pueden enfriarse un poco más que otras como la chardonnay o la pinot blanc, porque son de por sí más aromáticas. Esto es aplicable a los blancos pero también a los tintos ligeros y de baja graduación, que agradecerán que los sirvamos más frescos.
El tipo de vino también nos ayudará a encontrar su temperatura ideal. De un vino blanco y seco se busca la acidez y la frescura, por tanto hay que servirlo fresco, incluso frío. De un vino intenso y especiado lo que se pretende e suavizar sus taninos y resalzar su redondez. Lo idea es servir estos últimos casi a temperatura ambiente, siempre que no supere los 17-18ºC.
No obstante, en verano es preferible ser un poco más tolerantes si queremos darle al vino el protagonismo que merece y gozarlo como tal. No pasa nada por servir el tinto un par de graditos por debajo de lo que debería ser. Y tampoco va a morir ningún gatito por ponerle un cubito de hielo a ese rosado provenzal que pide que lo beban más fresco. Aún así, para los más puristas, la temperatura ideal de servicio de un vino blanco o rosado en verano sería de 8ºC, de un espumoso unos 6-7ºC, los vinos dulces, los finos y las manzanillas podríamos servirlos a 4-5ºC, los generosos a 12ºC y los tintos si son jóvenes a 14ºC, si tienen crianza a unos 16ºC.
Como resumen, recuerda que vale más servir un vino demasiado frío que demasiado caliente, pues se calentará en la copa. Un vino puede aumentar hasta 4ºC en diez minutos una vez servido, si la temperatura ambiente es elevada.
3. Cómo enfriar un vino rápidamente
Pero vayamos a la práctica. La forma más sencilla de enfriar una botella de vino es meterla en la nevera unas horas antes (evita dejar el vino allí muchos días, podría perder parte de su vida y sabor), pero no siempre tenemos esa suerte. Si la visita se ha adelantado y necesitas servir el vino ya, prueba a meterlo en el congelador 10 minutos envuelto en papel de cocina previamente humedecido. Pero no lo dejes bajo cero más de una hora. El vino se congela y el hielo puede expulsar el tapón.
Otra alternativa es una de esas fundas enfriadoras que se meten en el refrigerador, o una buena cubitera de las de toda la vida. Si optas por una de estas, en lugar de llenarla entera de cubitos, vierte en ella la mitad de agua fría y la otra mitad de hielo para que así la fuente de frío esté siempre en contacto con la superficie de la botella. Truco de experto: añade un poco de sal para que la temperatura disminuya aún más rápidamente.
Pero si ya te han servido en la copa un vino blanco o rosado más o menos corriente y lo quieres enfriar rápidamente, échale un cubito de hielo neutro y limpio, sin pudor, y evade las miradas desaprobatorias con un: “Los franceses lo toman así”. Te copiarán la idea. Siempre funciona.