Estas son las calorías que tiene un cruasán: por qué deberías eliminarlo de tu desayuno
Este bollo, además de ser un enemigo para aquellos que quieran perder peso, está repleto de ingredientes nada convenientes para la salud.
11 agosto, 2022 01:13Noticias relacionadas
Para comenzar el día con energía, lo más habitual es pensar que se debe hacer gala de un desayuno abundante. En él, el cruasán siempre aparece como una de las opciones, aunque en los últimos tiempos también se han visto otras tendencias, como el aguacate, la granola y el yogur con frutos rojos. Opciones más sanas que la repostería, pero de vez en cuando, ¿quién no ha caído en la tentación de la suculenta mezcla de hojaldre y mantequilla? No obstante, esto es algo que deberíamos evitar por su alto índice calórico.
La palabra cruasán viene del francés croissant. Significa "creciente" y está vinculado a su forma de luna creciente, una costumbre que se remonta a la milenaria repostería árabe, que todavía podemos disfrutar en Argelia, Marruecos o Turquía. De hecho, fueron los turcos los que llevaron este bollo dulce a Europa en el siglo XVII y, más concretamente, las tropas otomanas que llegaron a Viena.
A pesar de que la fama se la dio Francia, el cruasán es austríaco. El antecesor de este bollo es el Kipferl, con quien comparte forma, y fue el oficial austríaco August Zang el que se llevó su secreto a París en 1839, cuando abrió allí una panadería vienesa en el número 92 de la calle Richelieu.
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Su éxito provocó que sus competidores copiasen la receta y la rebautizaran como Viennoiserie. No fue hasta 1863 cuando la palabra croissant aparece por primera vez en un diccionario francés, citándolo como un panecillo popular ya en 1850. En 1905 se publicó la primera receta hojaldrada.
Valor nutricional
El valor nutricional del cruasán, por 100 gramos de producto, son los siguientes: calorías, 406 calorías; grasas totales, 21 gramos; colesterol, 67 miligramos; hidratos de carbono, 46 gramos; proteínas, 8 gramos; sodio, 467 miligramos; potasio, 118 miligramos; calcio, 37 miligramos; y magnesio, 16 miligramos.
Teniendo en cuenta que, por 100 gramos de cruasán estaremos consumiendo un total de 406 calorías, conviene enumerar que las calorías de este bollo variarán según su tamaño. En uno grande, estamos entre los 110 y los 130 gramos, mientras que el normal oscila entre los 65 y los 80 gramos. El pequeño, entre 35 y 40 gramos, y el mini, entre 20 y 25 gramos.
Esta variación de peso influye en la cantidad de calorías, cuyos ingredientes son el hojaldre, la mantequilla y la levadura, además de los azúcares. Por supuesto, cualquier ingrediente que le añadamos, como el chocolate o la mermelada, hará subir el índice calórico.
Pero las calorías no son lo único que debería convertir al cruasán en un alimento de consumo muy ocasional. Sus azúcares, harinas refinadas y la propia mantequilla le aportan un alto índice glucémico y hasta un 80% de grasas en su composición, la mayoría saturadas.
Además, en los industriales y precocinados, la mantequilla se sustituye por margarina o manteca de cerdo, que son más económicas. No obstante, sea cual sea el tipo de grasa utilizada, el efecto en nuestro organismo sigue siendo poco saludable y perjudicial para nuestras arterias.
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La bollería en general es un tipo de alimento que motiva el sobrepeso y daña la salud, pero además contiene un peligro oculto: la acrilamida, una sustancia tóxica que aparece en ciertos productos de alimentación cuando se exponen a altas temperaturas.
Por todo ello, estos bollos tan golosos deben convertirse en un desayuno esporádico, si no queremos potenciar la obesidad y los daños cardiovasculares, prestando además atención a no elegir los que tienen un color oscuro.
Un cruasán saludable
Una investigación del CSIC ha logrado sustituir por completo las grasas sólidas que se añaden en la elaboración del cruasán, como la mantequilla y margarina, además de la grasa de palma y de coco, por oleogeles. Así, la estructura y las propiedades del producto se mantienen similares, pero con un perfil lipídico saludable.
Se trata de un trabajo coordinado por las doctoras Ana Salvador y Teresa Sanz, ambas investigadoras del Grupo de Propiedades Físicas y Sensoriales de los Alimentos del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA) del organismo.
Los oleogeles se formularon con diferentes tipos de aceite, de girasol y oliva, junto a hidrocoloides o emulsionantes alimentarios, con los que se han obtenido patrones de textura que imitan a las grasas sólidas.
Además de aplicarse en cruasanes, se ha probado en bombones y cremas untables de cacao con buenos resultados, importantes en el campo del diseño de nuevos alimentos e ingredientes. Se trata de un hallazgo con un gran potencial en el sector alimentario porque facilita la obtención de productos de bollería más saludables manteniendo las propiedades tecnofuncionales y sensoriales a las que estamos acostumbrados.