Para bien o para mal, el ajo no pasa desapercibido. Con un olor y un sabor característicos y contundentes, es un elemento fundamental de la cocina mediterránea y, además, goza de muy buena fama desde el punto de vista de la nutrición y la salud. Ahora, un estudio realizado por científicos de China y Estados Unidos revela un dato que posiblemente contribuya a aumentarla: su consumo está relacionado con una menor mortalidad.
Y no se basan en anécdotas, sino en una investigación publicada en la revista Nutrients que involucró a más de 27.000 personas de edad avanzada repartidas por gran parte de la geografía china. Los ancianos de más edad que consumían ajo más de cinco veces por semana presentaron una disminución del riesgo de mortalidad del 11%, en comparación con los que lo consumían menos de una vez por semana.
En la investigación participaron octogenarios, nonagenarios e incluso personas que habían superado los 100 años de vida y que habían sido incluidos en un estudio longitudinal –investiga al mismo grupo de gente de manera repetida a lo largo de varios años– entre 1998 y 2011. En todas estas edades y tanto en hombres como en mujeres el resultado fue similar: la mortalidad por cualquier causa entre los consumidores habituales de ajo era menor.
Demasiados mitos
Aunque este estudio parece apoyar la idea clásica de que el ajo es un producto saludable, últimamente la ciencia tiende a derribar ciertos mitos en torno a su consumo, por ejemplo, que es bueno para prevenir el cáncer. Hace tan sólo unos meses, el proyecto Nutrimedia, del Observatorio de la Comunicación Científica de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), revisó las evidencias científicas y llegó a la conclusión de que “no se puede afirmar ni negar que el ajo pueda tener algún efecto protector frente al cáncer”.
Hasta el momento, sólo se han realizado estudios observacionales, así que es imposible establecer una relación directa entre el consumo de ajo y la reducción del riesgo de sufrir un tumor. Lo mismo ocurre con este nuevo estudio de China: aunque haya una correlación entre el consumo de este producto y una menor mortalidad, no se puede afirmar que lo primero sea causa de lo segundo.
De hecho, los científicos admiten que podría tratarse de un caso de “causalidad inversa”, es decir, que los participantes en este estudio que no gozaban buena salud –y que, por lo tanto, tenían más probabilidades de fallecer dada su avanzada edad– podrían haber limitado su consumo de ajo, sobre todo si sufren problemas digestivos. Sin embargo, aseguran que incluso al eliminar este posible sesgo los resultados eran parecidos.
Otras ideas sin aval científico
Del ajo también se ha dicho que tiene efecto antibiótico o que es bueno para prevenir enfermedades cardiovasculares. En realidad los conocimientos científicos actuales no avalan ninguna de estas afirmaciones y mucho menos ideas populares como que comerse un ajo en ayunas proporcione algún otro tipo de beneficio, como adelgazar.
Entonces, ¿qué puede explicar que los chinos más aficionados al ajo reduzcan su mortalidad? Los investigadores del estudio publicado en Nutrients creen que “posiblemente se debe a la bioaccesibilidad y biodisponibilidad de los componentes químicos del ajo”.
Buenas cualidades
Al margen de que no sea un remedio milagroso, sí es cierto que tiene unas cualidades nutricionales estupendas, así que no hace falta pensar que nos va a salvar la vida para justificar su consumo, ya que contiene antioxidantes,vitaminas, aminoácidos, fructooligasacáridos y otros componentes. No obstante, cabe preguntarse qué cantidad de ajos tendríamos que comer para que todos estos elementos tuvieran algún efecto realmente significativo. Y también qué efecto tendría eso sobre nuestro aliento.
Los responsables del estudio no descartan otras explicaciones menos directas, por ejemplo, que el consumo de ajo esté relacionado con una conducta dietética más saludable en general. Por eso, admiten que es necesario realizar muchos más análisis: “Para verificar el papel del ajo o los suplementos de ajo en la longevidad, nuestros resultados deben ser confirmados por futuros estudios en humanos y ensayos de intervención comunitaria”.
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