Imagen de un eclipse solar parcial.

Imagen de un eclipse solar parcial.

Ciencia

Del misterio de la corona solar al comportamiento de los animales: por qué la ciencia sigue estudiando los eclipses

Estos fenómenos se conocen perfectamente, pero pueden ayudar a los investigadores a desentrañar otros interrogantes sobre el espacio.

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Un eclipse solar como el que tiene lugar hoy siempre es un imán para aficionados y curiosos que no quieren perdérselo, por si no vuelven a tener la ocasión de ver algo así. Una de las cosas más llamativas es que ocurren "casi por casualidad", cuenta Alba Aller, astrónoma del Observatorio Astronómico Nacional (OAN). La luna es casi 400 veces más pequeña que el Sol. Si el satélite estuviera un poco más lejos o fuera un poco más grande o más pequeño, no tendríamos eclipses totales, desgrana.

También es una oportunidad para la ciencia. De ellos se conoce cuándo, cómo y por qué ocurren. Incluso, se puede calcular "casi milimétricamente" desde qué lugares de la Tierra se podrá ver, dice Joaquín Álvaro Contreras, presidente de la Federación de Asociaciones Astronómicas de España (FAAE). No obstante, todavía pueden aportar mucha más información. "Es una magnífica ocasión para poder avanzar en el conocimiento científico"

El estudio de la corona solar

Lo más interesante cuando se observa un eclipse es poder investigar la corona solar. Es la capa más externa del Sol y es muy difícil de ver porque su luminosidad es muy débil en comparación con el resto del astro, indica Ana Escorza, astrofísica del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). Por eso un eclipse total permite estudiarla, al tapar toda la estrella, esa especie de atmósfera queda perfectamente visible, agrega.

"Sabemos mucho sobre el sol, pero todavía nos queda por aprender", dice Aller. La astrónoma explica que estudiando la capa más externa de la estrella se pueden conocer procesos como las eyecciones de masa coronal. Se trata de grandes nubes de plasma y campo magnético lanzadas al espacio.

El lanzamiento de este material no afecta directamente a la Tierra. De hecho, es el causante de que se puedan ver auroras boreales, informa Aller. Sin embargo, sí que puede afectar a los satélites que la humanidad ha lanzado al espacio. Un impacto con ellos puede llegar a interferir en las comunicaciones o la señal eléctrica. "Una fulguración solar que les incida directamente puede dejarnos a oscuras durante días o semanas", advierte Contreras.

Además, estudiar la corona puede permitir a los investigadores aprender más sobre el magnetismo solar y terrestre. Ambos interactúan, cuenta Escorza y la ocasión de aprender cómo lo hacen puede aportar mucho.

El presidente de la FAAE señala también que los campos magnéticos del astro modelan su capa más externa, otra perspectiva a abordar por la ciencia. Estos son intensos y variables, por lo que en cada eclipse las condiciones van cambiando. "Es muy necesario estudiarlos, igual que se hace investigación, en Marte, en la Luna o en cualquier otro objeto del universo", opina.

Otro aspecto que permiten investigar estos fenómenos es avanzar en las pesquisas sobre por qué la corona solar está tan caliente. Su temperatura es de más de un millón de grados centígrados, mientras que la fotosfera (la parte del Sol que vemos brillar) está a unos cinco mil. Asimismo, puede ayudar a saber cómo se transmite la energía de una capa del astro a otra.

Los eclipses solares y la atmósfera

Estudiar un eclipse solar total también permite conocer más la atmósfera de la Tierra. Esta capa, se puede estudiar durante el día, con el calor del sol, o de noche sin el calor del astro. Sin embargo, cuando ocurre un eclipse solar total, se da una serie de condiciones muy concretas en ella en las que, durante unos minutos, la temperatura se mantiene, pero la luz no.

Lo que se estudia, en concreto, es una parte de esta capa llamada ionosfera, que está aproximadamente entre los sesenta y los mil kilómetros de altitud, explica José María Madiedo, investigador del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC). Los iones que la componen, y que le dan el nombre, se forman con la radiación solar y son "fundamentales" para las comunicaciones por radio y vía satélite, agrega.

En un eclipse total de 2024, la NASA realizó un estudio para investigar esa pérdida de radiación y entender ese mecanismo, indica el astrofísico. Los cambios en esa parte de la atmósfera por la interrupción de la radiación solar que causa un eclipse total de sol, afectan a esas comunicaciones y pueden llegar a causar problemas con la señal GPS (que depende de las señales satélite) haciéndola menos precisa.

La biología o, mejor dicho, la etología tampoco queda fuera en este asunto. Aunque pueda parecer raro, hay una relación entre esta disciplina y la astronomía. Está demostrado que los eclipses solares totales pueden cambiar el comportamiento de los animales. La disminución de la luminosidad puede hacer que algunos, incluso, vuelvan a dormir pensando que es de noche y también puede afectar a los pájaros, que se guían por los campos magnéticos de la Tierra.

El eclipse de este sábado puede no parecer tan atractivo a nivel científico. Será parcial, por lo que la luminosidad y la radiación solar no se verán tan reducidas. No obstante, registrar el momento exacto del primer y último contacto entre la Luna y el Sol puede ayudar a hacer más precisos los modelos de los que ya se dispone para predecir estos fenómenos, señala Contreras.