“Hoy te toca a ti, yo ya fui la semana pasada”. Carlos y Marina, dos valencianos afincados en Nueva York, sortean cada mañana quién será el encargado de levantarse a las seis y media para hacer cola en el supermercado y conseguir una docena de huevos. Lo que hace un año era un gesto rutinario, ahora es una misión casi imposible. En Estados Unidos, desayunar un revuelto o hacer una simple tortilla se ha convertido en un lujo.
Desde el amanecer, largas filas de consumidores ansiosos esperan la apertura de las tiendas, con la esperanza de hacerse con uno de los productos más escasos y codiciados del momento: el huevo. Apenas diez minutos después de abrir las puertas, los estantes quedan vacíos. La imagen recuerda a los primeros meses de la pandemia: racionamiento, precios disparados y tensión en el ambiente. Lo que comenzó como un chascarrillo ha dado primero paso a la resignación, luego al enfado y ahora a la disputa abierta.
“Levantarse de noche para comprar huevos es surrealista y la tensión se masca en el ambiente. He visto a dos mujeres pelearse por el último paquete”, cuenta Marina con indignación. En su supermercado habitual, un Trader Joe’s, los huevos llegan a cuentagotas y se venden por unos cinco dólares la docena, el precio más asequible de la zona, lo que lo convierte en el establecimiento más deseado.

La crisis ha provocado que el contrabando de huevos se dispare en Estados Unidos.
No siempre tienen suerte, la escasez les obliga, algunas semanas, a coger el coche y pagar más del doble por lo mismo. Y no es un caso aislado. La crisis del huevo, que ha puesto en jaque a Estados Unidos, ya amenaza con extenderse a Europa.
Desesperación, racionamiento y cambio de hábitos
Uno de los principales responsables de esta crisis es la gripe aviar, que ha obligado al sacrificio de más de 150 millones de aves en EE.UU. desde 2022 y que se ha agudizado en los últimos meses. Solo en noviembre y diciembre de 2024, el país perdió 17 millones de gallinas ponedoras, casi la mitad del total anual, lo que ha desplomado la producción y disparado los precios. A esto se suma la inflación y el encarecimiento del pienso, que han hecho que muchas granjas avícolas dejen de ser rentables.
Alberto, un español que vive en Denver, ha visto cómo la crisis trastocaba su rutina. Desde hace un tiempo, tenía un acuerdo con una granja local que les llevaban todas las semanas leche y huevos, pero ahora ha pasado a recibirlo en semanas alternas.
“En casa cenábamos tortilla de patata todos los jueves, hasta ahora. Como los huevos que nos traían eran pequeños, usábamos diez para la tortilla y el resto para el desayuno. Ahora eso se ha acabado”, lamenta. Ha tenido que recurrir a botes de claras refrigeradas, pero sus hijos los detestan.
“Normalmente los huevos que nos traen son de gallinas en libertad, pero ya no podemos ponernos exigentes. La semana que no nos llegan buscamos donde podemos, pero es que hay supermercados en los que cuesta un dólar cada huevo, y eso si tienes la suerte de encontrarlos”, añade. Hacer una tortilla de patata en EE.UU. ahora es más caro que salir a un restaurante.
Precios disparados y negocios en crisis
El precio de los huevos ha alcanzado cifras récord. En algunas zonas del país, una docena cuesta hasta 14 dólares, un 200% más que hace un año, y el Departamento de Agricultura (USDA) estima que el precio suba otro 20% en los próximos meses. Restaurantes y panaderías se tambalean ante la escalada de costes. Muchos han tenido que modificar sus menús y recetas debido a la dificultad de obtener este básico en sus negocios.
Selene, pastelera en Colorado, teme por su negocio. Su especialidad son las tartas de Santiago, que las vende a más de ocho restaurantes de Denver, aunque, desde hace meses, los pedidos le salen a pagar. “Compraba los huevos al por mayor a 15 céntimos la unidad. Ahora, si tengo suerte, los consigo a 70”, explica. Necesita unas 45 docenas semanales, pero encontrarlas se ha convertido en una odisea. Ella y su marido recorren hasta cinco supermercados cada día, comprando por separado para esquivar las restricciones. “No puedo subir los precios ni fallar en un solo pedido. Si un día no entrego a tiempo, pierdo clientes. No voy a dejar que esta crisis se lleve por delante mi negocio de cuatro años”.

Las tiendas aplican un recargo de 50 céntimos de dólar por cada huevo
Algunos restaurantes, en cambio, sí que han optado por incorporar un nuevo concepto en sus menús. Eva, ingeniera madrileña en Silicon Valley, se sorprendió al ver en su cuenta un “suplemento por escasez de huevos” de 1,5 dólares por plato. “Nos quedamos helados y esta ‘moda’ cada vez se está extendiendo por más locales”, reconoce.
Mercado negro y ¿nuevas soluciones?
Como en toda crisis, hay quien ha visto una oportunidad de negocio. Ha surgido un mercado negro de huevos que se mueve por plataformas de compraventa y grupos de WhatsApp. La mayoría llegan de los países vecinos. Las autoridades fronterizas aseguran que las incautaciones de huevos en los primeros meses de 2025 aumentaron un 158% en los controles de aduanas de México y un 116% en los de Canadá. Una situación que ha llevado a la imposición de nuevas sanciones, de hasta 300 dólares, a aquellos que intenten introducir huevos de forma irregular en el país.
Ahora, el gobierno de Estados Unidos busca soluciones desesperadas. La administración Trump ha pedido ayuda a países europeos como Suecia y Dinamarca, en plena tensión comercial por las amenazas de nuevos aranceles del 200% a productos europeos. La respuesta de la industria del huevo danesa ha sido tajante: “No tenemos excedentes en Europa. Nuestros clientes europeos son lo primero”, ha declarado Jørgen Nyberg Larsen, responsable de exportación.

Las tiendas también piden a los clientes que no compren más de una docena de huevos.
Perspectivas a futuro
Los expertos estiman que la recuperación podría tardar entre seis y nueve meses, dependiendo de la rapidez con la que se repongan las bandadas de gallinas ponedoras. Mientras tanto, Trump afronta un golpe a su imagen tras incumplir una de sus grandes promesas electorales: “conseguir que los americanos pudiesen volver a desayunar huevos revueltos y tortitas”.
En los hogares, las estrategias se diversifican: levantarse al alba, pagar precios desorbitados, recurrir al contrabando o, simplemente, resignarse. Lo que está claro es que, al otro lado del Atlántico, la crisis del huevo ha llegado para quedarse. Y en Europa, ya se mira con preocupación.