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Manolo García (Barcelona, 1955) dice que no sabe nada de amor ni de sexo, que sólo es un niño, que aún va a primaria. Pues ya ven: qué sabremos entonces nosotros -los mortales que le escuchamos masticando su poesía-. Yo intuyo que le cuesta hablar de los placeres de la carne porque está braceando por el ancho espíritu y ya tiene costuras de ángel asexuado. Se lo digo: hay algo monacal aquí, algo ascético. Lo reconoce. Habla un tipo con una paz insólita en lo alto, un monje raro que se ha desecho de las colosales movidas materiales. ¿Qué será lo siguiente, Manolo? ¿Levitar?
Cuando escucho al cantautor histórico pienso en aquel verso ecuménico de Walt Whitman: "Creo que una brizna de hierba no es inferior / a la jornada de los astros". Y pienso en Miguel Hernández también, porque García se admira por el verso y por el pastoreo. Las cosas ocurren allá afuera, en los bosques. En los campos.
Anda tan místico -tan sencillo en su vestir, en su caminar; con un entusiasmo frenético ante lo pequeño- que entiende una de dónde le viene la cosa prolífica e iluminada hasta en los tiempos de nubes negras. Viene con dos discos debajo del brazo, Mi vida en Marte y Desatinos desplumados. Sin renunciar jamás al nivel. No sabe. No puede. Él no camina. Vuela bajito.
Pregunta.- ¿Cómo has podido estar tan productivo en una época en la que todos estábamos tan tristes?
Respuesta.- Bueno, yo tengo una forma de ser bastante alegre ante todo. No me gusta la tristeza, supongo que como a todo el mundo, y menos en una situación pandémica como la que hemos pasado: extraña, fea, terrible, ineludible. Soy de los de "hay que salir". No podemos ponernos a llorar.
Siempre me digo "tira, tira". Es algo inherente al ser humano en general, avanzamos hasta en la peor de las situaciones. Detrás o durante un desastre hay una voz que te dice "venga". Mi manera de remar ha sido haciendo canciones: eso le ha dado sentido a mis días, aunque pueda parecer una frase trivial, es justo lo que no es. Es el sentido de la vida: ¿cuál es?, ¿qué hacemos aquí?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?
P.- ¿Te respondiste a las grandes preguntas durante los meses de encierro?
R.- Más bien, la posibilidad de hacer canciones me evitó tener que hacerme esas preguntas torpes que nunca conducen a nada. Las canciones me distraen de otros ajetreos mentales hirientes. Yo tengo la música, la pintura…
P.- He visto que tu pintura surrealista te sirve para abstraerte de la sociedad tecnológica, que te increpa.
R.- Sí. No soporto esta robotización. No es que la tecnología forme parte de nuestras vidas, es que formatea nuestras vidas. Las dirige, las condiciona. No me seduce, no me complace.
P.- ¿Cómo haces para librarte de ella, acaso es posible? ¿Tú tienes móvil, Manolo?
R.- Tengo un móvil muy barato, una auténtica piedra, con una prestación única que es hablar y mandar cuatro SMS. Es muy sencillo. Es mi pequeña cabina telefónica. Esto sólo por 29 euros.
P.- Una gran promoción desde las montañas.
R.- (Ríe). Algo así. Me niego, me pongo de codos, que es algo que antes decíamos en los bailes de los guateques. "Las chicas se ponen de codos": eso se decía cuando no querían bailar contigo. Yo doy mis patadas a la tecnología. Por ejemplo, si llego al restaurante y me piden que vea la carta con…
P.- ¿Con el QR?
R.- Eso. Pues les digo mira, no tengo móvil, ponme una ensalada y ya está.
P.- Pequeñas rebeldías.
R.- Son grandes, pero son del día a día. No me siento por eso un ser especial ni superior. Soy compasivo conmigo mismo y con los demás, con la vida. Hay que tener compasión bien entendida, no de una manera lastimera y humillante, sino de forma natural. Hemos de entender que estamos todos pedaleando como podemos.
"Detesto el cinismo moderno de 'con la tecnología eres más libre', y una mierda"
P.- ¿Eres antisistema?
R.- Bueno, no soy "antitodo". Al revés: estoy a favor de mi idea del mundo y de la vida. La palabra que más me gusta es "libertad". La que más detesto, "esclavitud". Detesto el cinismo moderno de "con tecnología eres más libre". Y una mierda. ¿A quién vas a engañar?
P.- Sabes que la palabra "libertad" ahora se usa desde muchos frentes políticos, especialmente desde la derecha madrileña.
R.- Sí, pero yo hablo de una libertad emocional, sincera y auténtica del ser vivo, del animal vivo que somos. Esa cosa de que tú eres una persona que tiene una piara de cerdos o una manada de vacas y las cambia de prado y están como más contentos. O sea, la diversidad, el cambio, hierba fresca, hierba nueva. Ir buscando vida.
P.- ¿Qué haces tú en el momento en el que te reconoces como libre? Esto de que dices: "¡Ahora lo sé! Estoy siendo libre en este instante".
R.- Pues bañándome en el mar en mayo en cualquier playa que me pille de camino a Castellón. O que haga sol y sea martes, y despelotarme y meterme en el mar en bolas, y caminar por el desierto de Almería. Llevar un bocadillo en el coche, dejarlo aparcado en cualquier lado y ponerme a andar. Ver al fondo a un señor, un pastor, y hablar un rato con él.
Viajo mucho en tren. La mirada se me escapa hacia zonas donde el horizonte está libre de vallas o de esos molinos eólicos que me parecen espantosos, una auténtica cabronada. Son útiles dentro del mar, treinta millas mar adentro, pero aquí no, joder. Yo quiero la montaña, la bruma, el azul, las nubes. Quiero caminar con un palo hecho con una rama, no me hace falta ni comprarme un bastón carísimo.
"Mi camino hacia la libertad siempre está emparentado con la naturaleza"
P.- Así que la libertad no tenía que ver con tomarse una cerveza en una terraza sin mascarilla.
R.- No. Esa es una idea errónea, impostada, con todos los respetos. Es una idea extraña. Yo no soy nadie para enseñar a nadie los caminos de la libertad, yo te cuento los míos, que siempre están emparentados con la naturaleza.
P.- Tú es que eres un poco asceta, ¿no?
R.- Soy muy asceta. Creo que no hace falta casi nada para vivir. Yo soy un pecador de la pradera, como todo el mundo sabe (sonríe), porque también tengo un coche espantoso. No porque sea muy bueno o muy caro, sino porque también soy esclavo de nuestra sociedad. Para mí la pérdida de identidad es lo grave. Perder la identidad de seres humanos. Odio esta idea de que se liga mucho mejor con las plataformas de ligoteo, de sexo rápido. Me parece deshumanizante. Y es repugnancete, asquerosete, si me permites.
P.- ¿Cuáles han sido tus técnicas para ligar? ¿Eres un clásico?
R.- Soy un homínido torpe en sus devaneos. Soy muy pequeño aún, estoy en primer curso y no entiendo nada, si es que hay algo que entender. A mí lo que me merece mucho respeto es la lealtad humana, la amistad humana, el apego a otros seres.
P.- Así que no crees en el amor romántico éste de "te conozco, nos miramos, me muero".
R.- Bueno, me debato con mi turbulencia de vida. Soy un turbulento con mis canciones, mis giras, mis cuadros. Algunos son inquietantes. Mis personajes son un tanto extraños. Yo busco altas pasiones, no bajas pasiones. Altas en el sentido de que te aporten bondad, calma. No quiero esto del sufrimiento y del no vivir y del "ah, ah", y del abrirse las carnes.
"Creo en las altas pasiones: las que te aportan bondad y calma, no en el abrirse las carnes"
P.- Monacal.
R.- Pues sí. Esa es la palabra.
P.- Pero te habrás enamorado alguna vez de esas rabiosas.
R.- De un gato, una vez (ríe). Y cuando se murió me quedé fatal…
P.- Eres un poco monje en esto.
R.- Estoy en el río de la vida y ese río nos arrastra a todos. Hago lo que puedo y vivo en mi propia ficción.
P.- Vives en Marte.
R.- Sí. Me siento a veces muy extraterrestre, muy marciano. Pero no por la pandemia o por la guerra de Ucrania, mira la guerra de Siria, que llevan ahí… no sé cuánto y ya nadie habla de eso. El mundo es un lugar convulso y bello. Un lugar esplendoroso. Lo amo, lo odio.
P.- Odias esta velocidad.
R.- Este vértigo. Yo me sumerjo en los cuadros de Gauguin y me hago mi película. Donde esté voy a buscarle. Veo mares del sur y a un pintor huyendo de una sociedad encorsetadora, lastrante, dura, castrante, estranguladora. Una persona que dice a los nativos: "Dejaos de colonia francesa y de carné de identidad, dejaos de calendarios, estáis aquí todos en bolas, comiendo bayas y frutos de los árboles, comiendo peces, tomando el sol". Y el gobierno francés, el estamento: "A ver, Gauguin, no les comas el tarro, a ver si les vas a dar ideas".
"Ser rico es la mayor cabronada: desearía para todos una base de vida digna, correcta"
P.- En una ocasión me dijiste que eras anarquista, veo que lo sigues siendo.
R.- Bueno, qué más quisiera yo que ser anarquista. Soy un pequeñoburgués repugnante, como todos. Mientras haya sufrimiento, pobreza y millones de personas pasándolo mal, ser un burgués como yo es una cabronada. Y ser rico ya no te cuento: la mayor cabronada. Desearía la dignidad mínima, al menos, para todos, una base de vida correcta. Me duele aceptar que las clases medias van dejando de existir, que todo va en la dirección de ser de una pobreza extrema o de una élite muy selecta. La gran mayoría de la gente es sufriente, doliente. No puede ser. Vivimos en democracias. ¡Tienen que arbitrarnos! Hay recursos, hay maneras…
P.- Ya ves tú el arbitraje que hay aquí que tenemos un Gobierno de izquierdas y los precios del alquiler, el gas o la luz son prohibitivos. Nos expulsan.
R.- Empezaron a privatizarlo todo. Esto es el Estado: tú le das la vida entera al Estado y supuestamente ellos se encargan. "Oye, somos muy majos, somos una comunidad humana, un país, una nación y juntos vamos a tirar adelante". La idea no está mal, pero a partir de ahí te empiezan a cobrar impuestos y no te dan absolutamente nada a cambio. ¿Tenemos vivienda, energía, recursos, gasolina? Si la gasolina es para ir a trabajar y para producir más.
No soporto que se privatice todo y que sólo los que tienen pasta puedan hacer carreras y másters y acceder a una buena enseñanza. ¿Cómo que a una señora de 80 años, con una paga exigua, le cortan la luz porque no puede pagarla? Esto es monstruoso. ¿Qué mentira es la Constitución, si nos prometió que tendríamos las necesidades de vida cubiertas? Cinismo y desfachatez. La luz tiene que ser para todos. Es un servicio que compramos con nuestros impuestos directos e indirectos.
P.- ¿Qué hacemos, Manolo? ¿Cómo nos rebelamos?
R.- A mí lo que me parece muy fuerte es que asumamos que las cosas son así y que las aceptemos. El Estado está para decir "no, usted no puede robar", "usted no puede abusar de las personas".
P.- ¿Confías en algún político para ello?
R.- Sólo en Mújica [antes presidente de Uruguay], la verdad, que es muy majo, y eso que no le dejaron hacer todo lo que hubiera querido. El mundo es neoliberal y quiere oprimir a los pueblos. Lo más grave de este momento es que ya no oprime sólo el de arriba al de abajo, sino que el de abajo oprime al de al lado, empuja al de al lado.
P.- ¿Cómo es ser poeta, cantautor, pintor… en tiempos de guerra?
R.- Qué difícil todo. Es un canto a no asfixiarte. Hombre, si nos creemos la Biblia, tenemos que aceptar que somos todos hijos de Caín, porque a Abel lo mató su hermano con una quijada de burro. El otro no procreó, parece que era jovencito.
P.- ¿Puede uno hacerse rico con la música?
R.- Antes quizá, ahora no.
P.- ¿Tú te has hecho rico con la música, Manolo?
R.- A mí no me gusta hablar de dinero, me parece obsceno.
P.- ¡Anda, hijo…!
R.- No, no.
P.- Si te da pudor es que sí te has hecho rico.
R.- Mi contestación: si todo el mundo se pudiese ganar la vida dignamente, se podría hablar, pero cuando hay mucha gente pasándolo mal… me parece obsceno. Esos programas donde se ostenta de los logros materiales… son un insulto a la población.
"Hay un modo espartano de fortalecer el espíritu. Yo no quiero tener bíceps. Quiero tener fortaleza interna"
P.- Viste que el Rey ha publicado su patrimonio. Dos millones y medio de euros. Es poco, ¿no?
R.- Me da igual, no entro ni salgo de estas cuestiones. Yo creo que hay personas, entre las que me cuento, a las que, aunque a ellas les vaya bien, si a muchísima gente les va mal, no están contentos. No estoy cómodo si mi vecino está en la indigencia, no soy feliz. Tendré que darle un poco de comida de la mía o hacer algo. No me atrinchero en decir "yo vivo de puta madre". No. Esto no puede ser así. La justicia social es urgente. Yo no necesito para nada una súperpiscina, ni siquiera una pequeña piscina, ni un spa, ni no sé qué. Y creo que hay mucha gente así.
P.- ¿De veras crees que hay mucha gente… o que todo el mundo, al final, cuando le pones la piscina y el chalé por delante, como a Pablo Iglesias, lo cogen, lo quieren?
R.- No todo el mundo. Hay mucha gente austera. Hay un modo espartano de fortalecer el espíritu. Yo no quiero tener bíceps. Quiero tener fortaleza interna. No quiero tener el mejor coche de mi calle ni pasear con una súpermoto, eso me da vergüenza, con todo el respeto. Quien quiera hacerlo, allá él: que conduzca con cuidado y no se dé una torta, que no haga daño a nadie ni se haga daño él. No quiero caviar ni champán.
P.- Insólito.
R.- Yo siempre pienso en los indios de las praderas. Es un tema recurrente en mí: adoro esa vida en la que no aceptaban la tecnología punta de los blancos que iban llegando de Norteamérica. Los nativos no aceptaron la rueda. Eso me parece muy bonito. Hombre, cuando estaban ya a punto de ser exterminados, veías indios con su carro, yendo a comprar. Pero durante tres siglos mantuvieron firme su amor a la naturaleza, su orgullo, su dignidad. Con sus cuitas, sus disparates, sus odios y sus peleas (también eran belicosos). Se machacaban, sí, pero de una manera menos cruel. En 1820 la tecnología punta de los blancos era la rueda, el botijo, el azadón. Desde 12.000 años atrás.
P.- ¿Cuándo empezó a joderse todo?
R.- Con la revolución industrial. Y ya el remate está siendo la revolución tecnológica y la puntilla la va a poner la robotización.
P.- En Saber quererte hay un verso muy hermoso en el que cantas: "Corazón, quiero leerte a las poetisas verdaderas". ¿Cuáles son y por qué la elección de la palabra "poetisa" en lugar de "poeta"?
R.- Alejandra Pizarnik, Luisa Castro, Emily Dickinson. Hay una cantidad de poetisas maravillosas. A mí me gusta la palabra "poetisa" porque tiene un aroma más dulce.
P.- Tiene algo hechicero, ¿no? Como que huele a incienso.
R.- Eso es. Las mujeres tenéis otra actitud ante la vida en general, será por el hecho de poder gestar esa vida. Está claro que la mujer puede ser violenta, agresiva e incluso letal, pero segrega otra dulzura, y creo que en esto sí se puede generalizar.
P.- ¿Por qué el hombre está tan triste?
R.- No está triste, es más competitivo, más rabioso. Eso es bueno cuando eres joven, qué sé yo, las hormonas, la testosterona. Pero tiene que pasarse. Sólo somos seres humanos.
"Yo creo que Lorca no votaría a ningún partido actual: él haría teatro y dibujaría"
P.- Ahora que hablamos de poetas: en una de tus nuevas canciones haces referencia a los huesos de Lorca. ¿Sabes que Macarena Olona ha dicho que ahora Lorca votaría a Vox? ¿Qué te parece esa afirmación?
R.- No tengo nada que decirle, opinión tenemos todos. Ahora: yo creo que Lorca no votaría a Vox y que, en realidad, no votaría a nadie. Él seguiría haciendo teatro, dibujando…
P.- Lo van a despedazar al pobre entre unos y otros. Todos los partidos políticos quieren hacerse con su emblema.
R.- Bueno, es que esos partidos políticos son empresas. Ese es su negocio. Son estrellas del rock and roll. Se hacen fotos, dan mítines, les caen globos, se sienten amados e importantes, manejan sus hilos, sus prebendas. Quiero creer que aún existe bonhomía entre algunos de ellos y ellas. Pero no aligeran, no lo hacen lo bastante bien, porque aún hay alguien en la barra de un bar contando que a su vecino no le llega par apagar la luz o la gasolina. Que hablen menos y hagan más. Me dirán que hablo en términos utópicos, bueno, no sé. Todo se resume en lo que dijo Sócrates y luego Siniestro Total (grandes sabios) alicataron: "Cuándo se come aquí" y "ante todo, mucha calma".
P.- ¿Qué te parece que al PP le costase tanto darle el título de Hija Predilecta de Madrid a Almudena Grandes?
R.- Ella fue grande por lo que aportó a sus conciudadanos, por lo que hizo en sus libros: nos dio vida, emoción, ideas, entretenimiento, todo. Ella ya tiene el cartel de Hija Predilecta, lo tenía antes de que se lo dieran, lo tenía de por vida. No creo que a las personas haga falta ponerles una calle para que sean especiales. El honor está en su obra y en su propia vida.
"Yo no quiero que nadie me ponga una calle: el honor está en la vida y en la propia obra"
P.- ¿Tú tienes ya calle, Manolo?
R.- No, por favor, y no la quiero. Muchas gracias, si se da, pero, con todo el respeto…
P.- Te da sonrojo.
R.- No es sonrojo, es que no es necesaria la vanidad. Yo tengo muchos defectos, miles, pero tengo dos virtudes: soy paciente y no soy vanidoso. Hombre, la calle Lope de Vega está bien, es más bonito esto que en Nueva York, que va todo por números, ¿no? Pero es que Lope de Vega o Cervantes ya han traspasado el tiempo y los siglos, han esquivado todos los disparates. Están entre nosotros, qué menos que nombrarlos.