Entre el 12 y el 16 de septiembre, Irene Urdangarin y Borbón, de dieciocho años, deberá ingresar en la exclusiva universidad École Hôtelière (EHL), ubicada en Lausanne (Suiza) para cursar el Bachelor in International Hospitality Management. La última de los cuatro hijos de Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina culminó en junio su etapa escolar en el Ecolint de Ginebra, donde estudió desde que los ex duques de Palma se instalaran en la ciudad helvética en agosto de 2013.
En la Ciudad Condal, los cuatro hijos del matrimonio, quienes se encuentran a punto de llegar a un acuerdo en su divorcio, sufrieron mucho debido a los problemas judiciales de su padre que le llevaron a la fría cárcel de Brieva (Segovia) por el 'caso Nóos' y la presión mediática. El primogénito Juan Urdangarin de Borbón, quien ahora reside en Londres, llegó a sufrir bullying por la dura situación paterna.
Mientras llega el momento de ingresar en la EHL, la sobrina de Felipe VI ha celebrado su 18 cumpleaños con una gran fiesta que no se perdieron sus padres; su prima, Victoria Federica, a la que está muy unida; sus abuelos maternos, Juan Carlos y Doña Sofía; su abuela paterna, Claire Liebaert y, por supuesto, sus hermanos. Pablo es una estrella emergente del balonmano: según ha trascendido, ha dejado el Barça y ha fichado por el Granollers. Irene también ha disfrutado de unas largas vacaciones en Spetses (Grecia), donde se ha reencontrado con la reina Ana María y la princesa Alexia. A su vez, ha viajado a Oporto y el norte de Lisboa con amigas, ha disfrutado de unos tradicionales días de playa en Bidart, con la familia de su padre y ha regresado a Barcelona para asistir a un concierto de Coldplay.
Con un pie en la cocina
Pero, en breve, deberá volver a clase para estudiar una carrera nada propia de “royals”. En principio, aunque es una “trendsetter” -lleva looks muy comentados, entre los que se encuentra algún bolso de Chanel-, no está interesada en dar el salto a los medios como “influencer”, como sí ha hecho su prima, Victoria Federica. La joven es muy aplicada en sus estudios. Además, según su círculo más cercano, la nieta de los reyes eméritos es independiente y sociable. Una de sus grandes pasiones es la música y tocar el piano. También acude a misa junto a su madre y le encanta el deporte, en concreto el esquí. Por supuesto, debido a las circunstancias de su vida nómada desde pequeña -antes de Ginebra, vivió en Washington y Barcelona-, es buena en idiomas. Habla francés e inglés a la perfección y también se defiende en catalán y alemán. Pese a que son pocas las apariciones que hace, nunca pasa desapercibida.
Por eso, se ha decantado por hostelería y gestión empresarial hotelera, una carrera ciertamente discreta. El plan de estudios consiste en cuatro años. Durante el primero, que lo llaman preparatorio y cuyas prácticas pueden realizarse hasta en Buckingham Palace, deberá aprender cada aspecto de un hotel y de las operaciones de restaurante. Incluso, tendrá que trabajar en un establecimiento con estrella Michelin bajo la dirección de chefs e instructores galardonados por la industria. Si le tocara meterse en la cocina, no sería la primera Borbón en hacerlo.
Un antepasado lejanísimo, el rey Luis XV de Francia, de la Casa Borbón, le gustaba cocinar y se entretenía destilando licores o preparando ragoût, huevos escalfados, pollo, pichones con albahaca o empanadas de alondras. Según cuenta Francesca Sgorbati Bosi, el primo de Luis XV, Luis Augusto de Borbón, duque de Gornes, también era un “cocinitas” y llegó incluso a escribir un recetario, “Le cuisinier Gascon”. Pero no hace falta retrotraerse más de trescientos años en el tiempo para encontrar ejemplos de Borbones cocineros.
María de las Mercedes de Borbón y Orléans, bisabuela de Irene, era una gran cocinera. Se le daban especialmente bien los pescados, ya que había aprendido a cocinar junto a su hermana, Dolores de Borbón y Orléans, especialista en carnes y verduras, con dos cocineros, uno de ellos llamado Monsieur Rebelance.
Es bien conocido que en Zarzuela se come bien, salvo la reina Letizia y Sofía, que son muy estrictas con la dieta. Sin embargo, Juan Carlos, antes de su exilio, solía disfrutar comiendo percebes o huevos fritos, la que dicen que es su comida favorita, lo que justificaría sus visitas a Casa Lucio. “En la comida, el Rey toma seis huevos fritos; Sofía, una ensalada. Lo heredó de su abuelo, Alfonso XIII, pero él era capaz de comerse hasta doce”, escribió en 2011 Jaime Peñafiel en su libro La mesa está servida, majestad.
Otro de los familiares “gourmet” de Irene, ya fallecido, fue Giovanni de Borbón-Dos Sicilias, quien se convirtió en un gran cocinero. Primogénito del segundo matrimonio del príncipe Gabriel, hijo del último rey de las Dos Sicilias, con la princesa Cecilia Lubomirski, fue tío segundo del rey Juan Carlos. Licenciado en Administración de Empresas, labró su carrera como relaciones públicas en Roma. En los setenta aterrizó en París y se interesó por la moda y el lujo. Durante su estancia en ambas ciudades fue un gran anfitrión, y a sus citas llegó a poner banda sonora la mismísima Montserrat Caballé. Uno de sus platos favoritos era el “boeuf bourguignon” [estofado de ternera con vino]. “¡Toda la calle olía durante dos o tres días!”, recordaba su amiga, la compositora española Fina de Calderón, en sus memorias.
En 1990, regresó a España. Aquí se convirtió en editor de estilo de vida y miembro fundador de la revista Vogue. Condé Nast, la empresa editorial, sacó al mercado un recetario con sus 150 mejores platos. No pudo acudir a la presentación, porque ya estaba muy enfermo. Sus sobrinas, Claudia y Cecilia Maldonado Borbón-Dos Sicilias, siguieron sus pasos y abrieron un restaurante, Larra 13, en Madrid, ya desaparecido. Sus platos favoritos de “Tío Giovanni” fueron el suflé y el “timballo di maccheroni".
A su vez, la tristemente desaparecida Cristina de Borbón, hija de Francisco de Paula Enrique de Borbón y Escasany, duque de Sevilla y primo en cuarto grado del rey Juan Carlos, tuvo un catering con mucho éxito en Madrid. La hija de la entrañable Beatrice Von Hardenberg trabajó anteriormente para restaurantes legendarios de Madrid, como Horcher, El Cenador de Salvador o Balzac, ya cerrado. Por último, María Zurita, hija de la infanta Margarita y tía segunda de Irene, demostró sus dotes de cocinera tras su paso por el concurso Masterchef. Así que a Irene Urdangarin no le faltarán referencias ni será la primera en hacerlo.
Los siguientes tres años, Irene cursará el negocio hotelero, algo en lo que está más interesada. Entre las varias asignaturas del segundo curso destacan: contabilidad financiera, los fundamentos del marketing hotelero y gestión. En el tercero: sistemas de gestión del talento y comercialización internacional de servicios. El cuarto es el más práctico de todos: será entonces cuando Irene pondrá en práctica los conocimientos y habilidades que ha adquirido para convertirse en consultora empresarial. Tendrá la flexibilidad de elegir entre las opciones de la industria y personalizar sus áreas de especialización. A su vez, esta universidad suiza ofrece programas de intercambio con su otra sede en Singapur.
Su vinculación Lausanne
Desde EHL, la que es la más prestigiosa universidad del sector hotelero en el mundo, hasta la Iglesia del Sagrado Corazón, ubicada en el barrio de Ouchy, en la parte baja de la ciudad, a las orillas del lago Lemán, hay aproximadamente unos diez kilómetros. Y allí, en ese templo diminuto, es donde hace 72 años cambió la suerte de la hija de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, mucho antes de que viniera al mundo.
El 21 de junio de 1933, su tío bisabuelo, el príncipe Alfonso de Borbón y Battemberg, hemofílico, tuvo que renunciar a sus derechos dinásticos para casarse por amor con una plebeya cubana de orígenes españoles, Edelmira Sampedro y Robato. Días después le tocó abdicar al infante Don Jaime, por su condición de sordomudo, hasta que Alfonso XIII encontró en su hijo Don Juan a un heredero sano y, a su vez, dispuesto a contraer matrimonio con una princesa. De hecho, solo dos años después, celebraba su boda en Roma con su prima tercera, María de las Mercedes Borbón y Orléans, conocida como María La Brava, quien, de hecho, se refería como “tío-rey” a su suegro, Alfonso XII. Aquellas circunstancias alteraron el orden sucesorio de la Corona y por ello, Irene ocupa hoy la décima posición en la sucesión al otro.
Lausanne, a donde llegará en breve, es una ciudad muy vinculada a su familia. Su tatarabuela, la reina Victoria Eugenia de España, compró el palacete Vieille Fontaine tras una época viviendo en el Hotel Royal de la ciudad, cuando ya se encontraba distanciada de su marido, quien tuvo siete hijos extramatrimoniales y a la que, al parecer, siempre acusó de traer la hemofilia a la Familia Real Española procedente de la endogámica corte de su abuela, la legendaria reina Victoria del Reino Unido. En sus últimos años de vida, Alfonso XIII, tatarabuelo de Irene, se instaló en el Gran Hotel de Roma, hoy rebautizado como The St. Regis Rome. El monarca ocupó la suite real. Desde allí siguió con atención los hechos de la Guerra Civil con la esperanza de instalarse de nuevo en el trono. Pero, el 28 de febrero de 1941, ya desesperanzado, la muerte le sorprendió a causa de una angina de pecho.
De hotel en hotel
Volviendo a los estudios de la sobrina de Felipe VI, Irene también tendrá que aprender a hacer camas, limpiar habitaciones y servir mesas. Pero una de sus mayores tareas será estudiar el negocio hotelero. Y en eso sus ancestros, como ha quedado demostrado en el caso de Ena y Alfonso XIII, tienen mucha experiencia también. Pero la lista de Borbones que residieron en hoteles no queda ahí.
Nada más llegar a Abu Dhabi y antes de instalarse en su mansión de la isla de Nurai, su abuelo, Juan Carlos, estuvo hospedado en El Emirates Palace, un resort de 394 habitaciones propiedad de Emiratos Árabes, un hotel de cinco estrellas con playa privada y una de las suites más caras del mundo. Antes, tras el triunfo de la II República el 14 de abril de 1931, la Familia Real española se dirigió hasta lo que parecía un destierro dorado: el hotel Le Meurice, de cinco estrellas y ubicado frente al Jardín de las Tullerías, en París. Alfonso XIII, quien llegó un día antes que su mujer y sus hijos, pasó la primera noche en el exilio en el Hôtel de Paris de Montecarlo. El monarca volvería allí durante sus diez años de exilio para degustar un brebaje a base de ginebra, aperitivo Dubonnet y angostura que el barman del hotel, Emile, bautizó como “cóctel Alfonso XIII”.
En París, el rey, junto a su mujer e hijos, se acomodó en la suite presidencial 106-108 del considerado hotel más antiguo de la capital francesa y su séquito –unos 20 trabajadores de confianza del Palacio Real y su corte de duques y marqueses– ocupó toda una planta. Pronto, debido al altísimo precio que tuvieron que desembolsar, decidieron buscar un hotel más asequible y se decidieron por el Savoy de Fontainebleau, a 75 kilómetros de la capital gala. Luego, la familia se esparció por el mundo hasta que el divorcio oficioso entre los monarcas se hizo realidad. Ena optó por Lausanne; Alfonso, por Roma.
Su primogénito, Alfonso de Borbón y Battemberg, vio reducida su asignación mensual por contraer matrimonio con Edelmira Sampedro ante la oposición de su padre. Tras su enlace, la pareja también vivió de hotel en hotel. Pasaron la luna de miel en el Hôtel Royal de Évian-les-Bains, al que se llega en barco desde Lausanne, pero ya es Francia. Más tarde, se instalaron en el ya desaparecido Hôtel de Paris, cerca de la iglesia de la Madeleine, en la capital gala. Según cuentan las crónicas, les hicieron precio por dejarse ver durante el desayuno y darle, de algún modo, un poco de relumbrón al establecimiento. Más tarde, ya divorciado de Edelmira, vivió en un hotel de Nueva York y, finalmente, en el Miami Colonial Hotel, ciudad de Florida donde murió en 1938 a causa de un accidente de coche que le provocó una hemorragia incontrolable debido a su hemofilia.
Mucho antes, en 1868, la reina Isabel II de España se vio abocada al exilio tras el triunfo de la revolución llamada La Gloriosa. La tatarabuela del rey Juan Carlos fue arropada por el rey Napoléon III y por su esposa española, la emperatriz Eugenia de Montijo. La reina tenía 38 años y toda una vida por delante así que decidió comprar una residencia. Durante 36 años vivió en el palacio de Castilla de París, ubicado en la actual avenida Kléber, donde recibía la visita de políticos e intelectuales españoles. Allí abdicó en favor de su hijo, Alfonso XII, y contempló la turbulenta vida política española. Tras su muerte en 1904, el maravilloso palacete se transformó en el mítico Hotel Majestic. Hoy en día, es el Hotel The Peninsula. Aún así, resulta sorprendente que sea “una princesa” como Irene Urdangarin y Borbón la que se dedique a que sean los demás… los que coman como reyes.