La metamorfosis de la derecha
La batalla por el liderazgo del Partido Popular no es más que una simple escaramuza en comparación con la transformación que está sufriendo la derecha internacional. No es una cuestión de liderazgo, sino de ideas.
Lo que se ha librado en Madrid no es una guerra por el control del Partido Popular nacional ni menos todavía por el de la Comunidad de Madrid. Es parte de un conflicto mucho más amplio que ni siquiera afecta únicamente a España, sino, en general, a todos los países occidentales.
Lo que hasta ahora se venía considerando como la izquierda, compuesta principalmente por partidos comunistas, socialistas y socialdemócratas, inició su transformación tras la caída del Muro de Berlín en 1989.
La derecha de entonces, dominada por reaganistas y thatcheristas, creyó haber ganado definitivamente la guerra contra el izquierdismo, hasta el punto de que Bill Clinton y Tony Blair, entre otros (también en España el mismísimo Felipe González, a través de sus ministros económicos Miguel Boyer y Carlos Solchaga), incorporaron a sus programas y acciones de Gobierno principios y valores antaño derechistas. Fue la época de “es la economía, estúpido” y no había más que hablar.
Habiendo quedado caduco el ideario fundamentalmente materialista y económico de la izquierda, esta no tuvo más remedio que reinventarse.
Visto con los ojos de hoy, el nuevo conglomerado ideológico que constituye el progresismo actual parece una cosa a la que se ha llegado de manera espontánea, y por la propia evolución del pensamiento izquierdista. Pero no es así.
Ha habido que investigar mucho, leer y releer otro tanto, y reinterpretar escritos de hace cuarenta (e incluso cincuenta años o más) para construir una doctrina tan potente e influyente como para permear en ideologías de signo contrario, como el liberalismo (tradicional) e incluso el conservadurismo (sirva de ejemplo, ya superado, el compassionate conservatism del británico David Cameron, del estadounidense George W. Bush o del neozelandés John Key).
"Alejada la economía del centro de la política, a la llamada derecha no le queda más remedio que acometer su propia metamorfosis"
La que hasta hace muy poco todos llamábamos (para entendernos) la derecha creyó que con saber manejar la economía y generar riqueza para los individuos tendría ganada la guerra durante la mayor parte del tiempo.
Lo cual no es óbice para que, a su vez, pensara que, tras la bonanza generada por medio de su gestión y a causa de los ciclos económicos, no tuviera más remedio que turnarse, algunas veces, con partidos socialdemócratas, encargados de redistribuir la riqueza creada por los liberal-conservadores.
Esta historia se ha acabado y hasta los ciudadanos menos interesados por estos temas se han dado cuenta de que su capacidad económica, su salario, sus puestos de trabajo e incluso su salud no dependen de que gobierne un partido socialdemócrata o liberal-conservador. Sus políticas económicas son muy parecidas (valga como reciente muestra la reforma laboral de Pedro Sánchez).
Alejada la economía del centro de la política, y habiéndola hecho hace tiempo la izquierda, a la llamada derecha no le queda más remedio que acometer su propia metamorfosis.
Llámese a la izquierda y a la derecha como se quiera. Esto de la terminología es algo que no importa demasiado (las cosas son lo que son con independencia de su denominación). Pero pensamiento o ideología universal no va a haber nunca. De modo que siempre habrá, como mínimo, dos facciones en la humanidad.
"Ayuso se ha erigido en la gran defensora de los derechos y libertades individuales frente al universalismo progresista"
Los seres humanos somos diversos y a veces incluso opuestos, así que se va a ir construyendo una forma de pensar diversa que agrupará a todos los individuos occidentales que no están de acuerdo con la moral universal que propugna el progresismo. De hecho, ya está ocurriendo, y más rápido de lo que cabría suponer.
Pablo Casado, al igual que Mariano Rajoy, era percibido (incluso por muchos militantes y simpatizantes del PP) como un político universalista con el mismo paradigma moral y económico que Pedro Sánchez. Isabel Díaz Ayuso y Santiago Abascal representan el contrapunto de su posición, aunque por razones no exactamente iguales.
Isabel Díaz Ayuso, gracias a su gestión de la pandemia, se ha erigido en la gran defensora de los derechos y libertades individuales frente al universalismo progresista, que antepone lo general a lo individual. Que otros lideres regionales de su mismo partido, como Alfonso Fernández Mañueco o Alberto Núñez Feijóo no lo hayan conseguido se debe muy probablemente a que no tienen las mismas ideas que la presidenta madrileña. Esto no pasa desapercibido para mucha gente, que identifica a estos dos últimos líderes regionales con el ideario oficialista del actual PP.
Santiago Abascal, por su parte, representa la defensa de la nación y de la moral comunitaria españolas. Bastantes personas coinciden con él en que ambos elementos son el único medio con el que se puede hacer frente a la merma de derechos y libertades individuales que propugna el globalismo, en aras de salvaguardar un pretendido interés general universal.
"Una derecha que sólo aspire a la gestión económica y, en el mejor de los casos, a mantener su statu quo, es una derecha muerta"
Hace un par de décadas, quienes viajábamos por otros países de nuestro continente nos sentíamos como en nuestra propia casa. Hoy, ni en nuestro propio país nos parece estar en ella. Esta es una sensación que anida en un creciente número de ciudadanos europeos y que parecen no haber entendido algunos líderes de la derecha. El universalismo de la izquierda está en sus genes. Pero que la supuesta derecha también aspire a ser globalista es algo que no se entiende. Es como un pozal que no sirve para llevar agua.
La batalla por el liderazgo del Partido Popular no es más que una simple escaramuza en comparación con la transformación que está sufriendo la derecha. No es una cuestión de liderazgo, sino de ideas.
La elección personal de todo aquello que atañe a la vida de cada uno y la consideración de la nación como el único marco seguro, hasta ahora, que garantiza el bienestar y los derechos y libertades individuales son dos de los pilares sobre los que se apoya el gran movimiento occidental que gira en torno al nuevo conservadurismo.
El modelo económico vendrá después y como consecuencia de cómo quede definido finalmente ese nuevo conservadurismo. Pero les puedo asegurar que la fórmula liberal-conservadora, tanto si gusta como si no, está extinguida. Una derecha que sólo aspire a la gestión económica y, en el mejor de los casos, a mantener su statu quo, es una derecha muerta.
*** Juanma Badenas es catedrático de Derecho civil de la UJI y miembro de la Real Academia de Ciencias de Ultramar de Bélgica. Su último libro es Contra la corrección política.